Por Álvaro Sarco
Entre los numerosos hechos del poeta y escritor Alberto Hidalgo (Arequipa, 1897 - Buenos Aires, 1967) resalta el acaecido en 1960. Como se sabe, el vate arequipeño residió en Buenos Aires desde inicios de la década del veinte en un “autoexilio” que habría respondido, básicamente, a los influyentes enemigos que cosechó por estos lares a raíz de sus libelos, y a su inquieto carácter vanguardista que buscó ciudades con mayor movimiento literario. Pocas veces retornó al Perú. Una de esas escasas visitas fue en 1931 y tuvo un carácter político:
Alberto Hidalgo no logró hacerse de la diputación por Arequipa y regresó a Buenos Aires sin alejarse de su militancia aprista.[2] En 1947 retornaría al Perú, “…mas no con fines políticos -refirió- sino exclusivamente familiares…”. Con todo, en esa oportunidad es recibido calurosamente por los militantes apristas, en circunstancias en que se aproximaba el odriísmo. La participación del partido aprista en una serie de sucesos de la escena política peruana -deshonrosa y claudicante, según la opinión de Hidalgo- lo alejó cada vez más de aquel partido. Su definitiva renuncia vino en 1954 con su folleto ¿Por qué renuncié al Apra? En tal documento expone una larga serie de razones y hechos -que lo impulsaron a su alejamiento- y en los que no abundaré. A manera de síntesis puede citarse:
He militado en el aprismo desde el año 1930 en que, habiéndonos encontrado con Víctor R. Haya de la Torre, en Berlín, me invitó, dadas nuestras ideas y aspiraciones comunes -justicia social, antiimperialismo, defensa permanente de la libertad y la dignidad humanas, estimación de la llamada América Latina como una sola nación de veinte estados, revalidación del nacionalismo basado en la sangre, el destino y la cultura incaica, etc.- a incorporarme al movimiento iniciado por él con el nombre de APRA y el cual se aprestaba a dar su primera batalla electoral en los comicios de 1931, en los que el partido, por expresas indicaciones de Haya de la Torre, me proclamó su candidato a una de las diputaciones por Arequipa.[1]
Alberto Hidalgo no logró hacerse de la diputación por Arequipa y regresó a Buenos Aires sin alejarse de su militancia aprista.[2] En 1947 retornaría al Perú, “…mas no con fines políticos -refirió- sino exclusivamente familiares…”. Con todo, en esa oportunidad es recibido calurosamente por los militantes apristas, en circunstancias en que se aproximaba el odriísmo. La participación del partido aprista en una serie de sucesos de la escena política peruana -deshonrosa y claudicante, según la opinión de Hidalgo- lo alejó cada vez más de aquel partido. Su definitiva renuncia vino en 1954 con su folleto ¿Por qué renuncié al Apra? En tal documento expone una larga serie de razones y hechos -que lo impulsaron a su alejamiento- y en los que no abundaré. A manera de síntesis puede citarse:
Mas he aquí llegado el momento de expresar el motivo principal de mi dimisión. En los primeros meses del año actual tuve la desgracia (¡cuánto hubiese dado por seguir ignorando la verdad!) de recibir confidencias, o, más bien, demostraciones de jactancia, de torpe jactancia, según las cuales sería verdad que los crímenes atribuidos al Aprismo fueron en efecto cometidos con el asentimiento en unos casos, la complacencia en otros y por orden o inspiración del jefe del partido en unos más (…) Esta práctica del homicidio como medio de acción política no habría sido nueva en el Apra sino antigua y sistemática: no habría sido fruto de una inmediata reacción -quizá no justificable, pero sí explicable- ante la importancia de luchar contra factores adversos, sino el efecto de una concepción criminal de la política al servicio de individuos ansiosos de conquistar el poder , aunque sea valiéndose del terror y de la muerte (…) Nadie puede, por lo tanto, discutir mi derecho a alejarme de una agrupación en la que mi permanencia podría tener ya el carácter de una complicidad (…) Me voy a casa, para quedarme probablemente solo, no para alquilarme como algunos ni traicionar como otros y sí para refugiarme en mi vocación de pobre y en mi destino de poesía (…) Contrariamente a lo que podría pensarse, no creo yo que Haya de la Torre sea un asesino, ni siquiera en estado potencial. Es, más bien, un hombre propenso a la solidaridad con el dolor ajeno, dueño de no pocas virtudes, nunca acosado por el prurito de enriquecimiento ilícito, dotado de un talento de veras excepcional, sólo que desviado de su verdadero camino pues tengo para mí que, si en vez de dedicarse a la política se hubiera consagrado a la literatura o al arte, habría sido un triunfador, hubiera llegado a ser uno de los más grandes escritores, pintores o músicos de nuestro tiempo. Quiso ser político, y éste ha sido el mayor de sus errores. Porque para el ejercicio de esta carrera se haya inhabilitado -recién ahora lo comprendo- por el mal que padece, posiblemente congénito, que trastorna su mente, deforma o anula sus cualidades morales y lo convierte en instrumento protervo de las peores pasiones y los más execrables apetitos: la inversión sexual (…) Un político, un hombre de gobierno, animado de las mejores intenciones pero atenaceado por una incontrolada pasión sexual, puede transformarse en juguete de esa pasión, y así sabemos que algunos políticos eminentes, que se habían prefijado una conducta recta, sacrificaron ciegamente su destino de gloria ante el altar de una satisfacción amorosa o lúbrica (…) En el caso del político sodomita tales términos se agudizan, por lo mismo que se ve obligado a moverse dentro de una incómoda duplicidad existencial: su actuación pública debe aparecer lo más honorable posible, mientras su lascivia se desenvuelve en el marco de la abyección física, biológica y fisiológica. La consecución primero y la conservación después de un padrillo joven y vigoroso pueden ocasionar la quiebra de la conducta civil, el sacrificio de los principios, la enajenación de los intereses nacionales.[3]Obviamente, los señalamientos de Alberto Hidalgo lo convirtieron sino en el principal, en uno de los más notorios enemigos del aprismo. Ello, por cierto, no debió arredrar al poeta y escritor arequipeño dado su contumaz carácter beligerante. Por el contrario, al reconocerse (y en efecto lo fue) un libelista de elevados quilates,[4] y considerando su convicción de que tales “denuncias” correspondían a la verdad, embistió con mayor rudeza contra el líder aprista, Víctor Raúl Haya de la Torre, en su poemario de corte libelista Odas en contra (1958):
Víctor Raúl, diente de Hutchinson
Haya de la Torre, disimulado labio leporino
Siempre jurando una pureza pero entregándote a un padrillo
Demoraste por cuántos años no se sabe la revolución en el Perú
Has malogrado a dos generaciones
Has hecho que cayera desde sus esperanzas hasta el piso
Al pueblo que dio crédito a tu voz y magnitud a tus ovarios
Pactaste con la clase algodominerazucarera
Te bajaste los vagos pantalones ante las señas del imperialismo
Los calzoncillos con encaje en los enredos de la oligarquía
Y no por oros más o menos sino porque tus actos se acomodan
al ritmo de tus desórdenes menstruales
No ceñirá la banda presidencial tu pecho[5]
Y si la ciñe será sin silla gestatoria
Y para escarnio del Perú que así tendría su papisa
Hasta el perdón tienes perdido
Porque engañar a las masas desde el llano es peor que
engañarlas desde arriba
Las has dejado huérfanas, alérgicas a todo conductor
Y ya acaso por lustros no creerán en nadie, en nada
Por eso te maldigo
Oh qué pena la vez que me dijiste que yo no te era “indiferente”
Y yo te conjuré para la búsqueda de un másculo destino
Y juraste con lágrimas ser hombre
Poco después y cuando más la patria confiaba en tu épica palabra
Bifurcaste tu esfínter entre los cactus de las sombras
Los intereses nacionales entre las sodomías del aprismo
Te deseo una muerte a pedacitos
En que vayas perdiendo miembro a miembro parte a parte
Con epilépticas ladillas en tu bolsa engrampadas inexorablemente
En esa tu talaga testicular toda vacía
Y oxiuros picoteando en las infundibuliformidades de tu poto
Que es por donde te gusta y donde pecas[6]
El martes 9 de febrero de 1960, Alberto Hidalgo retornó al Perú en un avión de la Fuerza Aérea Argentina. Arribó al antiguo aeropuerto de Limatambo acompañado de su esposa, María Elisa Dearma de Hidalgo, y fue cordialmente recibido por escritores, periodistas, el editor Juan Mejía Baca, además del Agregado Cultural de la Embajada Argentina, Javier Fernández. La editorial de Juan Mejía Baca acababa de editar el poemario del arequipeño Biografía de Yomismo (1960), pero su “visita” al país no respondía -como principal finalidad- a la presentación de su libro y/o el ofrecer recitales. Hidalgo informó a la prensa:
Vengo al Perú a visitar mi tierra, Arequipa, que acaba de recibir uno de los golpes más rudos de su historia. Sé que, prácticamente, está destruída. Es natural que quiera ver cómo han quedado mi familia y mi casa. Ojalá que las huellas dejadas por el terremoto del 13 de enero último, restañen pronto y vuelva Arequipa a ser lo que siempre ha sido y significado para el Perú (…) De momento no tengo ningún libro en preparación, si bien vivo de ellos. Es mi propósito volver a editar alguno de ellos, pero aún no sé si aquí o en Buenos Aires. Depende del editor.[7]Por lo demás, es necesario recordar que durante esta visita de Hidalgo gobernaba Manuel Prado y Ugarteche[8] para el período de 1956-1962. Había llegado al gobierno derrotando en última instancia a Hernando de Lavalle, a Fernando Belaúnde Terry, y con el apoyo del Apra. Este último partido había recibido el ofrecimiento de Prado de llevarlo a la “legitimidad” (se hallaba fuera de la ley desde el golpe militar de M. A. Odría de 1948). Con el inicio del gobierno de Prado y el soporte del Apra empezó, también, un gobierno conocido peyorativamente como el de “la convivencia”, y que terminaría con el golpe militar del 18 de julio de 1962 acaudillado por el General Ricardo Pérez Godoy. Lo anterior proporciona mayores luces con respecto a la posición política que Hidalgo mantenía por entonces, y hecha pública en Buenos Aires a través del folleto Manifiesto al pueblo peruano (1959). En él, Alberto Hidalgo expresaba que el llamado régimen de “la convivencia” era un engaño contra el pueblo. Según Hidalgo, tras esa convivencia que en apariencia buscaba el loable reencuentro del país con los peruanos perseguidos (los apristas), se ocultaba en realidad “la claudicación con la plutocracia, la repartija de puestos en la administración pública y en el servicio diplomático, entre quienes fueron sus gestores”.
Siguiendo el periplo de Alberto Hidalgo durante su visita de 1960, cabe recordar que alrededor del mediodía del 10 de febrero de aquel año, recibió un homenaje (promovido por los estudiantes) en el salón de grados de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos:
Hidalgo llegó acompañado del Decano de la Facultad de Letras, doctor Luis E. Valcárcel, de Ciro Alegría, Enrique López Albújar, el Presidente de la FUSM Alberto Campos Lama y otros dirigentes y luego ocupó el estrado de honor.Escasos días después de este homenaje, Alberto Hidalgo partió hacia el interior del país visitando -como lo había previsto- Arequipa, Cusco,[10] entre otras ciudades. A su regreso a Lima, y por invitación de la Unión de Escritores Democráticos y otras representaciones estudiantiles, Alberto Hidalgo aceptó brindar una nueva conferencia en los ambientes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Dicha conferencia estaba programada para el miércoles 23 de marzo a las 7 p.m. La prensa informó así sobre lo ocurrido en dicho evento:
Se inició la actuación con las palabras del Presidente de la Federación Universitaria de San Marcos, Alberto Campos Lama; y acto seguido, efectuó la presentación del poeta el Decano doctor Valcárcel.
Luego usó de la palabra el poeta Alberto Hidalgo, quien dijo: “Esto francamente no me lo esperaba, es demasiado para mí, que soy un hombre enamorado de la soledad. Cuando se me anunció la realización de este acto pensé que se trataría de un acontecimiento familiar, por medio del cual los estudiantes, mis colegas, querían saludar y ver de cerca a un poeta, de quien se habla en todo el mundo, pero a quien se ve poco felizmente”.
Más adelante Alberto Hidalgo manifestó “por las caras que veo, por los latidos que siento, por las palabras pronunciadas, por los sentimientos de ustedes que llegan hasta mí, me doy cuenta que quieren echar sobre mis hombros una responsabilidad tremenda de orden político y social, y, yo no voy a rehuir esta responsabilidad, quiero tener el honor de asumirla”.
“Nuestro país –continuó diciendo- vive quizá los momentos más trágicos de su historia, sometido a un régimen político social no de ahora sino de hace 40 años, que lo ha detenido en su progreso. Hace pocas semanas apareció aquí, un libro mío, editado por Mejía Baca, en el cual declaro, que es el último libro de poemas que escribo en mi vida; muchas personas me han escrito para que no haga abandono de la poesía. Yo ratifico esa afirmación, pero el verdadero móvil, no es porque considere que la poesía no tiene ya nada qué decir, sino que habiendo vivido tanto tiempo en el extranjero, y, con esporádicas incursiones en política, quiero dedicar el resto de mi vida a las causas populares, a las causas nacionales, a las causas peruanas”.
Continuando con su disertación el poeta Alberto Hidalgo, expresó: “Lo hago y lo haré, sin perseguir interés personal alguno; nada quiero para mí, nada necesitan mis años y mi pobreza. Mi precio y mi dicha, están en la dicha de mi país. No se repetirá conmigo –dijo- el caso de Haya de la Torre, quien desde que tiene uso de razón, está buscando empleo que no se le dará nunca, el empleo de la Presidencia de la República. Como no ha podido conseguir esto, ha inventado la manera de vivir sin trabajar, yo no sé cómo, pero sí sé. Ese caso no se repetirá conmigo, no quiero asumir jefaturas de ningún movimiento, que los jefes salgan solos, y juntos emprenderemos una insurrección electoral, porque en el Perú se da el caso de que el pueblo ha elegido legalmente unas veces y fraudulentas otras, a sus gobernantes, y, a causa de esto ha fracasado porque ha elegido personas no salidas de sus filas”.
Luego habló de que en el Código Penal Común, se debía crear el delito de la criminalidad económica, diciendo “es un crimen agravar la situación del pueblo y mejorar la condición de la oligarquía; es un crimen entregar los bienes nacionales como el petróleo y otros bienes”.
Al término de su disertación, el poeta Alberto Hidalgo fue calurosamente aplaudido.[9]
BOCHORNOSO ATENTADO EN SAN MARCOS
Los búfalos apristas impiden por la violencia que hable
el poeta Alberto Hidalgo
HERIDOS, CONTUSOS Y DAÑOS EN EL LOCAL DE LA UNIVERSIDAD
El poeta Hidalgo denuncia el doble juego de los apristas
y su propósito real de dar un Golpe de Estado
Nuevamente nuestra primera casa de estudios, la Universidad de San Marcos, ha sido profanada por “búfalos” apristas que atentaron, además, contra la libertad de expresión, al impedir que se usara de la palabra en su recinto.
Invitado por varias instituciones culturales, el poeta Alberto Hidalgo iba a pronunciar, a las 7:30 de la noche de ayer, una conferencia-recital en el General de San Marcos. Pero, ante la negativa del Rector de la Universidad para autorizar la actuación, basándose según se afirma en que en anterior oportunidad el mencionado vate tocó puntos políticos desde la tribuna sanmarquina, los organizadores decidieron celebrar la reunión en el Patio de Derecho, para lo cual ubicaron el estrado en el segundo piso.
Desde antes de la hora citada, gran cantidad de elementos sectarios, ajenos al claustro, tomaron posiciones alrededor de la pila. Se afirma que, al aproximarse el poeta Hidalgo al local universitario, una cuadrilla de “búfalos” se le acercó para hacerle presente que no debía participar en la actuación “porque estaban decididos a no permitirle que se hablara mal” ni del jefe de la secta ni de la agrupación en sí, refiriéndose al apra.
Entre los principales agitadores fue visible la presencia de los conocidos búfalos apristas Alberto Valencia, Mario Gotuzzo y Camiloni, entre otros.
SE INICIA LA ACTUACIÓN
A pesar de la amenaza, Hidalgo ingresó al Patio de Derecho y tomó ubicación en los altos, rodeado por los organizadores de la actuación, quienes por los micrófonos instalados anunciaron que estaban resueltos a llevar adelante el programa trazado y pidieron cordura a los concurrentes.A fin de proporcionar otra perspectiva de los hechos en que se vio involucrado Alberto Hidalgo, aquí el enjuiciamiento que hizo otro diario importante de la época:
HUEVOS, SILBIDOS Y PALOS
A continuación usó de la palabra el poeta Reynaldo Naranjo, que prácticamente no pudo expresarse por los silbidos que se dejaron escuchar. Luego habló el poeta César Calvo, quien, entre otras cuestiones, manifestó que “sirvientes del Gobierno se hacen presentes para impedir que hable una de las más altas voces líricas de América”. Al oírse esta expresión, los “búfalos” tiraron piedras y huevos sobre el estrado, rompiendo vidrios de pequeñas carteleras de la Facultad de Derecho.
En este estado, el poeta Gustavo Valcárcel pidió “discrepancia con altura”, pero los gritos de los sectarios se tornaron ensordecedores, enardeciéndose la turba aprista que tomando a la carrera por las escaleras que conducen al segundo piso, arrojaron desde la distancia huevos contra Hidalgo y su señora,[11] promoviendo un cuerpo a cuerpo que fue débilmente repelido por la inferioridad numérica de los agredidos.
SE REFUGIAN EN UN AULA
Dada la situación, el poeta Hidalgo y sus acompañantes pasaron al aula N° 2 de la Facultad de Derecho y procuraron cerrar la puerta. Pero la violencia no reconoció barreras. La puerta quedó rota como también algunas carpetas, que con su resistencia sirvieron para ganar unos momentos que permitieron a Hidalgo y a su comitiva ganar una ventana por la cual salieron hacia los techos inmediatos a la Universidad, dándose después a la calle.
REPORTERO GRÁFICO ROBADO Y MALTRATADO
En el segundo piso de San Marcos se encontraba, junto a Hidalgo, don Rolando Martínez, reportero gráfico de la Revista “Gente”. Los sectarios no se limitaron a maltratarlo: le rompieron el “flash” y le robaron la máquina fotográfica.
ALGUNOS HERIDOS
Alberto González, postulante a ingreso a la Universidad, de 17 años de edad, no sólo fue golpeado con palos y cachiporras, sino que recibió cortes que le fueron inferidos por los “búfalos”, que también esgrimieron chavetas.
Víctor Quintana Valdivia, comerciante, también fue cobardemente golpeado y arrastrado, habiéndosele prendido de la cintura, según relata, un jovencito imberbe que facilitó, con su acción, el ataque de que fue aquel víctima.
NUEVOS DESMANES
Calmada momentáneamente la turba sectaria, se vió un espectáculo original. Un “búfalo” que comandaba el grupo aprista, tocó un silbato y los dispersos sectarios se reunieron para disponerse a abandonar el local universitario. En ese instante, un obrero de construcción civil, Roberto Alva Aguirre, de 30 años de edad, indignado por los sucesos que acababa de presenciar, profirió frases de condenación q’ fue acallada violentamente con palos y puños. Alva hubo de ser conducido a la Asistencia Pública para su tratamiento.
DESFILE POR LAS CALLES
Impuesto el razonamiento de la cachiporra, los “búfalos” salieron de San Marcos y vivando a la secta se dirigieron en formación por el Jirón Azángaro hasta las proximidades del Paseo de la República.
(…)
DECLARA EL POETA HIDALGO
A las 10 de la noche visitó nuestras oficinas de Redacción el poeta arequipeño Alberto Hidalgo, visiblemente mortificado por los sucesos ocurridos y afectado aún por pedrada que recibió en la cadera. Dijo Hidalgo que en su discurso iba a hacer una denuncia gravísima: que los sectarios realizan un doble juego político y que su propósito real es el de dar un golpe de estado. Señaló que, en diciembre de 1952, se organizó una revolución contra el General Odría desde Buenos Aires, y que entre los conspiradores se encontraban Armando Villanueva, Luis Barrios Llona, Manuel Seoane y él. Se hizo, añade, viajar hasta la capital bonaerense a un militar de alta graduación peruano, con quien se pusieron de acuerdo mientras Hidalgo viajaba a Córdoba, pero que a su regreso se enteró de que el Presidente Perón había ofrecido a los conspiradores hasta un millón de pesos para su aventura. Añadió que se proponía la disolución del Ejército con lo que él no estaba de acuerdo, y que con el asentimiento del jefe aprista se había tramado, inclusive, asesinar durante la revuelta al militar comprometido para luego, libremente, proceder a la disolución “a la boliviana” del Ejército. Expresó que en Buenos Aires tiene la clave secreta que se iba a usar en el golpe y autógrafas que acreditaban plenamente sus aseveraciones: y que en setiembre próximo retornará a Lima para proseguir firmemente su lucha contra los sectarios.
COMUNICADOS EMITIDOS
Damos, a continuación, los comunicados que hemos recibido en relación con los bochornosos sucesos referidos.
Frente Estudiantil Revolucionario
El F.E.R., hace pública su más enérgica condena por el incalificable atentado sometido por un grupo de maleantes comandados por los “estudiantes universitarios” Alberto Valencia y Mario Gotuzzo, durante el acto programado por la Unión de Escritores Democráticos y nuestra organización, en el que iba a hacer uso de la palabra el poeta Alberto Hidalgo.
No es la primera vez que tales atentados se efectúan. Utilizando piedras, palos, e incluso armas cortantes –ha sido herido de chaveta el estudiante Luis E. Gómez, secretario del Interior de la F.U.S.M- se impidió que la voz de uno de los mejores poetas del Perú, se dirigiera a la juventud sanmarquina.
Se hace necesario poner coto a los desmanes de los grupos bufalescos y fascistas, que, con su actitud echan sombras sobre el prestigio de nuestra Universidad. Emplazamos pues, a las autoridades universitarias, para que, después de un debido esclarecimiento, sancionen a los culpables de estos bochornosos actos.
El F.E.R., asimismo, hace un llamado a la Unidad a todos los estudiantes conscientes para que se pronuncien y responsabilicen a quienes, en nombre de una posición política, quieren intimidar en forma brutal a quienes no participan de su posición ideológica y de las prebendas que el actual gobierno les concede.
Lima, 23 de marzo de 1960.
Francisco Izquierdo, Secretario de Prensa y P.
Luis Peña Fiol, Secretario General.
Federación Universitaria de San Marcos
Esta Federación no ha participado en la organización de la despedida al poeta arequipeño Alberto Hidalgo, en ningún instante. Hacemos público este planteamiento por cuanto en algunas publicaciones locales aparece la FUSM como co-organizadora del acto a celebrarse hoy en San Marcos.
Pese a ello somos los primeros en protestar por los bochornosos y vandálicos actos perpetrados por los apristas convivientes encabezados por Alberto Valencia, que dando muestras de una triste y equívoca actitud agredieron al poeta Hidalgo, de palabra y obra.
Al instante de concluir este comunicado las hordas apristas convivientes, acaban de herir con chaveta al Secretario del Interior de esta Federación, Sr. Luis E. Gómez.
Lima, 23 de marzo de 1960.
Juan Alberto Campos Lama, Presidente.
Walter Ríos R, Sec. De Prensa y Propg.[12]
Techos y PoetasBajo esta polarización que su presencia propiciaba en el Perú, Alberto Hidalgo viajó a Buenos Aires (el mismo 1960) con la promesa de retornar en breve plazo a desarrollar actividad partidaria y dar cumplimiento a lo expresado en un reportaje en el que manifestó -al inquirírsele sobre su trunca disertación en San Marcos- que “[los apristas] han conseguido exacerbarme hasta el extremo de que ahora diré, incluso, lo que pensaba silenciar por lástima”. No se descuenta, por cierto, que todas estas expectativas alrededor de su persona -siendo Hidalgo un consumado ególatra- significaran, también, un poderoso acicate para su regreso. En síntesis: su anhelo de participar activamente en política, el afán de zanjar cuentas con su antiguo partido, y su vanidad que preveía sería ampliamente alimentada al convertirse en foco de atención, constituirían los principales móviles de su retorno y última estancia en el Perú en 1962.
Reviviendo nuevamente los tristísimos episodios universitarios de Nixon, Gorkin y Malraux, un grupo de exaltados estudiantes promovió en la noche del miércoles un mayúsculo escándalo impidiendo que hiciera uso de la palabra el poeta Alberto Hidalgo y consiguiendo, finalmente, que el vate y sus acompañantes fugaran por los accidentados techos de la Universidad de San Marcos.
Todo habría nacido, al parecer, de una advertencia hecha por el Rector de San Marcos en el sentido de que no podía facilitar ninguno de los salones de la universidad al orador si éste pretendía atacar a algunos miembros del claustro y la respuesta desafiante del poeta de que lo haría de todas maneras.
En anterior oportunidad, con ocasión de un mitin filocomunista realizado en el Parque Universitario, el poeta había hecho leer un ‘mensaje’ que consistía principalmente en comparar el gozo de los inquisidores españoles al ver descuartizado a Túpac Amaru con el que –sostuvo- sentía el doctor Porras al ver el sufrimiento presente del pueblo peruano. Esta versión fue recogida con alborozo por el diario ‘El Comercio’.
Con tales antecedentes, la advertencia hecha por el rector al vate arequipeño -que se ha caracterizado hasta ahora por la virulencia y personalización de sus ataques-, la respuesta del poeta y sus acompañantes del FER (Frente Estudiantil Revolucionario, agrupación filocomunista), crearon el ambiente que posteriormente reprodujera los bochornosos espectáculos de intolerancia e incivilización en la universidad peruana.
Pero los victimarios de ayer fueron las víctimas de hoy. Los mismos que meses atrás, atacaron a Gorkin, Nixon y Malraux, sufrieron en esta oportunidad las incomodidades propias de acto tan incivilizado de intolerancia universitaria. Los que ayer nomás sostuvieron que el rechazo a Nixon, a Gorkin y Malraux, constituía un acto de dignidad universitaria, no han podido menos hoy que clamar por la dignidad humana, la tolerancia, la civilización y libertad de expresión.
Sin que todo esto signifique justificación de ninguna especie a actos reñidos con la esencia y el espíritu de la Universidad, la verdad es que los comunistas y filocomunistas que tendieron su manto protector sobre el irascible vate Hidalgo se han hecho acreedores a diversos refranes y dichos: ‘quien al cielo escupe, a la cara le cae’, ‘con la vara que midas serás medido’, ‘cría cuervos y te sacarán los ojos’, ‘quien a hierro mata, a hierro muere’. Todo no pasaría de una moraleja sino fuera que la Universidad es la única que está perdiendo en todo esto”.[13]
No perdió tiempo en estos propósitos anunciados para su segundo arribo. Lo reflejan sus declaraciones a poco de llegar a Lima:
HABLA ALBERTO HIDALGOFrente a las declaraciones de Hidalgo, Manuel Seoane -que acababa de ser embajador en Chile y frente a los requerimientos de la prensa sobre su supuesta renuncia al Apra y los términos en que los habría hecho en 1954- se limitó a expresar que “evidentemente estoy en el Partido Aprista y en segundo lugar, que no tengo que declarar sobre cosas internas del partido ante el público”. El partido Aprista tampoco hizo ningún pronunciamiento. Ante tales silencios, Alberto Hidalgo dijo “en Derecho el silencio es tomado como aceptación. Prácticamente Manuel Seoane, al no querer declarar ha confirmado de que yo he dicho la verdad”. Hidalgo agregó que cualquier denuncia que hiciese contra el Apra “si fuera negada, de inmediato presentaría pruebas irrebatibles”. Mientras tanto, los medios de prensa de la época informaron que Hidalgo era frecuentado por individuos de izquierda, a fin de compulsar la propuesta del arequipeño de formar una coalición de tal tendencia política.[15]
- “Hay que evitar que Haya sea Presidente”
- “El Apra traicionó sus principios”
- “Seoane renunció al Apra conmigo”.
Para tratar de unificar a las izquierdas y evitar “la gran tragedia del Perú, que significaría la toma del poder por Haya de la Torre”, está en Lima el poeta peruano Alberto Hidalgo, quien después de 23 años de militancia renunciara al Apra en 1954.
Vestido sencillamente, con su entrecana barba mefistofélica, apuntando agresivamente, Hidalgo afirmó que de lograrse la unión de los partidos y mentalidades de izquierda ésta obtendría en los comisios de junio un 60 o 70 porciento de la mesa electoral; obteniendo así un gran triunfo.
El poeta se identificó como socialista señalando, además, que apoyaba las ideas del FLN, del MSP y de todo movimiento de izquierda, sin identificarse con ninguno de esos grupos.
Expresó que el Perú hace mucho tiempo está virando al izquierdismo y que hoy la gente de derecha, tiene temor de confesarse como tal, señalando como ejemplo al Partido Demócrata Cristiano.
Dijo Hidalgo que él creía que el Apra había sido el partido más grande que ha existido en el Perú, pero que desgraciadamente traicionó sus principios.
He aquí las pruebas de Hidalgo:
1. El Apra fue, por excelencia, antiimperialista, especialmente contra los Estados Unidos. Hoy es una agencia del Imperialismo Yanqui.
2. Antes el Apra era partidario furibundo de la nacionalización de todas las riquezas peruanas. Hoy inventa fórmulas de acomodamiento, para entregar estas riquezas al extranjero, especialmente a EE. UU.
3. El Apra fue enemigo declarado de la oligarquía. Hoy es la tabla de salvación de la oligarquía.
“En resumen, el Apra ha detenido la Revolución Peruana, llenando de engaños al pueblo”.
“Fue por estas claudicaciones que en agosto de 1954, junto con Manuel Seoane y Luis Barrios Llona, renuncié al Partido Aprista”, agregó Hidalgo.
“Mi renuncia fue hecha en términos fuertes y rotundos. Manuel Seoane y Barrios Llona, señalaron que Haya era agente del Departamento de Estado y que estaba llevando al partido en medio “de una tiranía oprobiosa”. Los tres fuimos llamados por Haya, quien se encontraba en esos días en Montevideo. Seoane y Barrios fueron y volvieron cambiados. Yo no fui a Uruguay. Seguí con mis principios hasta el día de hoy”.[14]
Pocos días después, en una campaña sostenida, Hidalgo continuó con sus denuncias y trascendidos:
SIGUEN LAS REVELACIONES DE HIDALGOA raíz de las cartas en posesión de Hidalgo, que según él probarían la renuncia de Seoane, y más aún, expondrían revelaciones acerca de la claudicación -de Haya de la Torre- de los “principios inaugurales del aprismo”, el poeta arequipeño fue invitado al programa “Cartas sobre la mesa” dirigida por Luis Rey de Castro (por canal 4), a fin de que Hidalgo muestre las cartas y explique en qué consistió el contexto en el que se efectuó la renuncia de Seoane. Dada la escena electoral, y por la “explosivas” denuncias de Hidalgo, el programa se esperaba con gran espectativa,[20] sin embargo, cuando todo estaba listo para la emisión “fallas técnicas” impidieron la salida del programa. Hidalgo expresó: “Si el Canal 4 no me llama el martes, y no me presenta en ‘Cartas sobre la mesa’, me veré precisado a convocar a una reunión pública, para decir la verdad al pueblo, sobre muchos e importantes asuntos que ignora”.[21] Por su parte, Luis Rey de Castro manifestó que había visitado a Hidalgo en su casa para invitarlo a un nuevo programa, pero que el arequipeño no había aceptado. Por añadidura, Luis Rey de Castro reiteró -para disipar suspicacias- que suspensiones de programas suyos por “fallas técnicas” no sólo había sucedido con Hidalgo, sino también con otros invitados como Sandro Mariátegui o Tomás Únger.
El poeta Alberto Hidalgo, quien la semana pasada conmocionó al partido Aprista al revelar la renuncia de Manuel Seoane, en 1954, dice saber de buena fuente que la expulsión del “cachorro[16] de las filas apristas” ha sido indefinidamente diferida o momentáneamente postergada por razones electorales,[17] en base a un nuevo juramento de sumisión del “cachorro a su león de alfeñique”.[18]
En carta dirigida a EXPRESO, Hidalgo dice que “las explicaciones dadas por Seoane a las actividades de su clan habrían tenido como sustento la aseveración de que su renuncia de 1954 no habría sido un acto espontáneo de él mismo, sino una consecuencia de la presión de numerosos afiliados”.
Apelando a citas textuales de cartas que Seoane le dirigiera, Hidalgo trató de demostrar que las cosas ocurrieron al revés y que, según él, “fue Seoane quien capitaneó el movimiento de insubordinación contra Haya y el que le hizo las más terribles acusaciones de traición y de inmoralidad”
Hidalgo expresa que fue él quien trató de apaciguar a Seoane, exigiéndole pruebas concretas de la inconducta de Haya “para salir al frente”.
Refiere el poeta que respondiendo a unas de estas misivas que él recusara a Seoane, aconsejándole “prudencia y moderación”, el “Cachorro” le dijo entre otras cosas: -“Recibí tu carta del 4, con tu prudente consejo. A mí también me tiene entristecido hasta los tuétanos del alma esta clara incertidumbre de que no hay otro remedio que pararse firme ante el hombre a quien entregué mi vida entera”.
Prosigue Hidalgo.- “En otro acápite este Manuel Seoane en cuya rectitud política y en cuya línea revolucionaria creí alguna vez a causa de lo mucho que habíamos hablado , comete la ligereza de dar pruebas anticipadas de su debilidad intelectual y moral, pues refiriéndose al careo con Haya, que se proponía y tuvo lugar en Montevideo, a firma que: ‘Víctor Raúl apabullará a la mayoría con su brillante dialéctica y su inagotable resistencia para las discusiones que empiezan a las 2 de la mañana, con auditorio cansado’”.
Hidalgo termina explicando que sus revelaciones obedecen al propósito de proporcionar al país “los elementos necesarios para que, por encima de las pasiones y los intereses nacionales, pueda formarse un juicio cabal sobre la envergadura espiritual de los hombres que aspiran a dirigir sus destinos”.[19]
Tras desistir de retornar a un programa de Luis Rey de Castro, Alberto Hidalgo anunció que pondría sobre la mesa del Restaurante Montecarlo las cartas en cuestión y que diría lo que no pudo denunciar en el programa cancelado. En tal sentido, Hidalgo invitó a la prensa escrita (nacional y extranjera), de radio, y televisión. No obstante, tampoco en esta oportunidad pudo Hidalgo despejar las incógnitas que tanto revuelo había causado:
SE FRUSTRÓ CONFERENCIA DE HIDALGOCuando todo hacía presumir que al fin Hidalgo mostraría las famosas cartas de renuncia de Seoane al Apra, y por encima de ello, los porqués de tal dimisión que tales cartas revelarían (lo realmente relevante), los hechos tomaron un cariz inesperado:
El poeta Alberto Hidalgo tampoco pudo poner “las cartas sobre la mesa” en el restaurante Montecarlo donde había invitado a una conferencia a los hombres de prensa porque la Sra. Edelmira Torres de Scorza, madre de Miguel y Manuel Scorza, militantes de Social Progresista y Movimiento Comunal, respectivamente, desistió de ofrecer el local con tal fin.
Continuas llamadas telefónicas y diversas amenazas hicieron cambiar de actitud a la Señora Scorza. Eso lo hizo notar ella misma a los periodistas que reportearon. Un cartelito colocado en la pared central del restaurante, ubicado en la calle Divorciadas indicaba que la conferencia de prensa había sido suspendida.
El poeta Hidalgo, amigos, políticos y periodistas tuvieron que trasladarse al bar del hotel Continental, a pocos metros del restaurante Montecarlo. Allí Alberto Hidalgo anunció que de todas maneras su exposición iba a realizarse pero en casa de Miguel Scorza, el lunes a las 11 a.m. (Av. Arenales N° 423, San Isidro).
Scorza dijo que para él era un gran placer tener al poeta en su domicilio y “que no tenía miedo de tantas amenazas de los enemigos (aludiendo a los apristas) y que si querían atacar su domicilio, estaba dispuesto a aceptar el reto”.
“Ya verán de lo que son capaces los social progresistas cuando se trata de defender sus ideales”, agregó.
La exposición que proyectaba hacer Hidalgo se ha frustrado a los cuatro días de haber sido suspendida su presentación en el programa “cartas sobre la mesa” ante las cámaras del Canal 4.
Hay que señalar que la calle Divorciadas, donde está el restaurante Montecarlo estuvo asediada toda la mañana de ayer por gran cantidad de policías uniformados y de la brigada política de investigaciones. Estos no se retiraron sino hasta que Hidalgo se fue del Hotel.[22]
HIDALGO: CERO Y VAN TRESEs evidente hasta aquí que uno de los móviles de la llegada de Hidalgo al Perú: unir a las “izquierdas”, pasa a un tercer plano, cuando no desaparece, y hasta podría aventurarse que nunca pasó de una excusa para hacerse del apoyo de grupos políticos a fin de realizar su principal interés (junto al hecho de ser centro de la noticia):[24] torpedear la candidatura de Haya de la Torre. Sobre lo último, no obstante, no se excluye que hubiera arraigadas en Hidalgo convicciones acerca de la falta de idoneidad de Haya de la Torre para asumir la Presidencia del Perú, teñidas ellas de rencores y prejuicios personales. En cuanto a su pretensión de ser foco de atención, Hidalgo lo logró largamente. Prueba de ello, no sólo son los extractos periodísticos incluidos, sino algunas polémicas que creó en paralelo. (Anexos)
La serie de suspenso iniciada por el poeta Alberto Hidalgo, tuvo un nuevo giro ayer, cuando en la casa del socialprogresista Miguel Scorza anunció que sus “revelaciones sensacionales contra el Apra” las hará en el mitin Odriísta a realizarse próximamente en esta capital.
La noticia causó asombro entre los periodistas que concurrieron a la invitación formulada por Hidalgo. Hace tres días cuando tampoco hizo las revelaciones que ofreció en el restaurante Montecarlo o en el Hotel Continental.
Dijo el poeta que él calculaba que la noticia iba a resultar extraña pero inmediatamente repuso que él había dirigido una carta al General Manuel A. Odría solicitándole hablar en el próximo mitin de la UNO (Unión Nacional Odriísta) en Lima y que había recibido una respuesta positiva.
Aceptó que es enemigo de Odría pero él quería un espacio del mitin donde calculaba que convocaría 300,000 personas.
“Haya de la Torre no será Presidente con lo que yo diga”, dijo el poeta a los periodistas, y, visiblemente exaltado, explicó que había recurrido a Odría porque éste no tiene las tachas que sí existen para el Apra, pero aclaró que con esto no quería hacer apología de Odría. “Soy su adversario pero necesito que el pueblo me escuche”.
Alberto Hidalgo se definió como “franco tirador contra el Apra y que no tiene temor a ningún ataque personal”. Todo esto causó perplejidad en líderes de izquierda.[23]
Finalmente, Hidalgo tampoco concurrió al mitin de Odría, y pasados los comisios, saludó el triunfo del líder de Acción Popular: “Belaúnde siempre dijo: elecciones libres o revolución. Por eso sabemos que es un hombre valiente pero no debe olvidar que otros peruanos igualmente lo son”. “Creo sinceramente que no es necesario que adopte ninguna actitud rebelde”.[25]
Queda para la controversia –pese a los innumerables testimonios que denotarían una filiación por las ideas de “izquierda”- si realmente Alberto Hidalgo profesó una convicción “real” por tal ideología o si en muchos de sus actos hubo sólo una actitud en “contra”, un deseo de ir contra la corriente y quizá si hasta mera “pose”. Porque al igual que hay ejemplos –en la producción y las declaraciones de Hidalgo- que inducirían a ver en él a un hombre de “izquierda”, no pocas actitudes y participaciones (como sus publicaciones de tendencia fascista como en Crisol) problematizarían lo que visto ligeramente aparecería como una evidente filiación de “izquierda”. Quizá, Hidalgo nunca dejó de ser el anarquista, o más simple aún, el individualista que ya reflejaba ser desde su juventud.
Notas
[1] Alberto Hidalgo. De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo. Editores: David Ballardo, Walter Sanseviero, Álvaro Sarco. Prólogo: Fernando Iwasaki. Epílogo: Álvaro Sarco. Sur Librería Anticuaria. Lima-2004, pp. 109-110.
[2] Al regresar Alberto Hidalgo en 1931 al Perú como militante del Apra “en el puerto del Callao es recibido por Seoane, Cox, Magda Portal, Núñez, en plena vigencia del sanchecerrismo. Alcanzó a dar un discurso en la plaza de armas de Arequipa como parte de la campaña electoral, pero a pesar de su nombradía de prestigiado escritor, no logró acumular los votos necesarios”. Alberto Hidalgo. Antología Poética. Arequipa-1997. UNSALIBROS EL PUEBLO/4, p. 342.
[3] Ver Alberto Hidalgo, De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo, pp. 113, 115, 122, 124-125-126, 129.
[4] “Aparte de mi condición de poeta, o sea de varón consagrado a descubrir las correspondencias secretas de las cosas, a re crear las palabras violentándolas por la vía de la catacresis, aparte de eso que es la función primaria y esencial de mi vida, soy sin duda un libelista nato. Paralelamente con mis pininos literarios, empecé desde muchacho a vociferar a voz en cuello contra las injusticias sociales, contra las iniquidades de los hombres. Mucha gente reconoció desde temprano en mí los atributos máximos del brulotista excelso. Ya en 1921, Enrique González Martínez me comparaba con León Bloy, ese “empresario de demoliciones”. Alguien me llamó después “el Lautreamont criollo” y hasta el propio canallita de Luis Alberto Chánchez, dijo, y creo que lo escribió, en ocasión de mi filípica contra Sánchez Cerro, que yo era “el más grande panfletario de la lengua castellana”. Como esas páginas las han superado en medida grande estos poemas, imagino que el marrano limeño no tendrá inconveniente en extender mi mayorazgo a todos los tiempos y todos lo s idiomas”. Alberto Hidalgo. Odas en contra. Editorial “Tinta de fuego”. París, 1958, p. 9.
[5] Esta especie de “maldición” de Hidalgo efectivamente se concretó. A pesar de los denodados esfuerzos del líder aprista, éste nunca llegó a la presidencia del Perú.
[6] Ver Alberto Hidalgo. Odas en contra, pp. 85-87.
[7] Diario El Comercio. Edición de la mañana. Lima, miércoles 10 de febrero de 1960, p. 5.
[8] Hijo del general Mariano Ignacio Prado, Presidente del Perú al iniciarse la guerra del Pacífico. La actuación de tal mandatario durante 1879 (luego sería “relevado” por Piérola) ha sido motivo de amplia controversia histórica. El Doctor Jenaro E. Herrera enjuició así al general Mariano Ignacio Prado: “La guerra [contra Chile] sorprendió al Perú, cuando este país se encontraba profundamente dividido, con partidos políticos personalistas que se profesaban mutuamente odios implacables e irreconciliables; sin escuadra, sin armamentos de precisión, sin artillería de retrocarga, sin ametralladoras, sin equipo, sin parques, sin recursos pecuniarios abundantes, sin organización militar; y lo que es más lamentable todavía, sin tener al frente de su gobierno un hábil administrador, que, con talento y actividad febril, se pusiese a la altura de la difícil situación por la que atravesaba la República y tratara de conjurarla, o al menos de aliviarla, por cuantos medios fueran imaginables o posibles.
El General Prado, creyó, sin duda, de buena fé que las relaciones de parentesco espiritual y buena amistad que tenía con el Presidente de Chile, Aníbal Pinto, harían dulcificar un tanto la situación y atenuar para el Perú los males y calamidades propias de la guerra, en cuyo estado nos hallábamos envueltos, desgraciadamente; y como en el conflicto bélico con España en 1866, había tenido relativa buena suerte para dominarlo, de aquí que creyese que la misma buena suerte lo seguiría favoreciendo en esta vez en el terrible trance en que el Perú ahora se hallaba, sin tener siquiera, en 1879 el Ministerio político que tuvo en aquel entonces y él los bríos y energías de la mocedad; y sin tener en cuenta tampoco, que la suerte no es constante, que ella es veleidosa de suyo; y más que todo la diferencia sustancial de adversarios que ahora teníamos, pues los gentiles y nobles españoles de otra época, habían sido reemplazados con gente cruel y sanguinaria [los chilenos], implacable en sus odios e innoble en sus acciones; ni que éstos, de una manera perseverante y encubierta, durante siete años consecutivos, se habían preparado artera y pacientemente para la guerra; empresa en la que se embarcaron, rifando su suerte y su porvenir, con todas las probabilidades del éxito.
De aquí que desde el principio no hubiera un perfecto plan de defensa, así para la guerra marítima como para la terrestre ni que se diera al país la organización militar conveniente, compatible con su azarosa situación, por la que la nación atravesaba y los exiguos recursos económicos de que ella disponía.
Así, se dejó correr lastimosamente el tiempo, sin desplegar esa actividad nerviosa y febril, que el caso requería y es propia de las grandes crisis por la que pasa la vida de los pueblos; y así vemos, que entre la fecha de la declaratoria de guerra, que fué el 5 de abril de 1879; y la de la salida del Presidente Prado para el Sur, que fué el 16 de mayo del mismo año 79, habían trascurrido 41 largos días, sin mayor movimiento ni actividad, y además se cometieron otros errores, aún más graves, como el de la repatriación de los chilenos residentes en el Perú a su propio país, que fueron algunos miles de soldados expertos, aclimatados y conocedores del medio físico nuestro, que se les envió cuando precisamente aquéllos más los necesitaban; que conocían palmo a palmo nuestro territorio y que tanto daño nos hicieron en el ejercicio mismo de las hostilidades marítimas o terrestres, durante el quinquenio de lucha que ella duró (…). Y el viaje que el General Prado, después de su regreso del Sur, emprendió el 18 de Diciembre de 1879, a Europa con el pretexto especioso de ír allí a comprar buques y elementos bélicos de todo linaje, que nos faltaban, tuvo todas las trazas de una verdadera fuga en campaña, por el modo y forma como se llevó a cabo; porque a nadie se le había ocurrido, en la condición de dirigente, hasta aquí, el hacerlo, que para eso, todos los gobiernos nombran comisiones ad-hoc y nunca van ellos personalmente a verificar por sí mismos esas compras; y también, porque jamás dio cuenta, con posterioridad, del desempeño de ese cometido, ni se vió tampoco, en tiempo alguno, los resultados de ese viaje sea en buques o pertrechos de guerra, o sea en parques, armamentos y provisiones”. (Jenaro E. Herrera: La Universidad Mayor de San Marcos y la Guerra del Pacífico. 5 de abril de 1879 – 23 de octubre de 1883. SAN MARTI y Cía. IMPRESORES. Lima, 1929, pp. 73-74-75, 81).
[9] Diario El Comercio. Edición de la mañana. Lima, jueves 11 de febrero de 1960, p. 5.
[10] Así se informó sobre esa estadía:
Otras muestras de repudio al atentado contra Alberto Hidalgo fueron recogidas por el diarismo:
[14] Diario Expreso. Lima, viernes 2 de febrero de 1962, p. 2.
[15] Por aquellos días, también, se publicó la breve crónica de un re-encuentro:
[17] Recuérdese que en junio de 1962 iban a realizarse elecciones generales.
[18] Se refiere a Víctor Raúl Haya de la Torre.
[19] Diario Expreso, Lima, martes 13 de febrero de 1962, p. 2.
[20] No sólo por lo televidentes, sino también por grupos que estaban in situ. En las inmediaciones del canal merodeaban -en importante número- enemigos de Hidalgo que pretendían agredirlo, y también, sus simpatizantes que se habían congregado para protegerlo.
[21] Diario Expreso, Lima, jueves 22 de febrero de 1962, p. 2.
[22] Diario Expreso, Lima, domingo 25 de febrero de 1962, p. 2.
[23] Diario Expreso. Lima, martes 27 de febrero de 1962, p. 2.
[24] Los líderes de los partidos de izquierda, entre los que estaban los Scorza, marcarían radical distancia de Hidalgo luego de que anunciara su intención de participar en el mitin de Odría, sino el principal, uno de los principales rivales de los grupos de izquierda. Abona también a la hipótesis de que Hidalgo no habría querido convencidamente participar activamente en política (empleando este supuesto “activismo” político hasta cuando le pareció útil en su enfrentamiento al Apra) la siguiente noticia: “El poeta y discutido político arequipeño, Alberto Hidalgo, acaba de protagonizar una de sus ‘más desconcertantes actitudes’ al renunciar a su candidatura a una senaduría por su tierra natal.
Explica su proceder sosteniendo que nunca quiso ir en una lista parlamentaria, pero que presionado por amigos, aceptó postular.
Dijo que la razón principal de su retiro de la política, es la ‘de querer morir puro’”.
(Diario Expreso, Lima, jueves 5 de abril de 1962, p. 2).
[25] Diario Expreso, Lima, miércoles 11 de julio de 1962, p. 2.
[2] Al regresar Alberto Hidalgo en 1931 al Perú como militante del Apra “en el puerto del Callao es recibido por Seoane, Cox, Magda Portal, Núñez, en plena vigencia del sanchecerrismo. Alcanzó a dar un discurso en la plaza de armas de Arequipa como parte de la campaña electoral, pero a pesar de su nombradía de prestigiado escritor, no logró acumular los votos necesarios”. Alberto Hidalgo. Antología Poética. Arequipa-1997. UNSALIBROS EL PUEBLO/4, p. 342.
[3] Ver Alberto Hidalgo, De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo, pp. 113, 115, 122, 124-125-126, 129.
[4] “Aparte de mi condición de poeta, o sea de varón consagrado a descubrir las correspondencias secretas de las cosas, a re crear las palabras violentándolas por la vía de la catacresis, aparte de eso que es la función primaria y esencial de mi vida, soy sin duda un libelista nato. Paralelamente con mis pininos literarios, empecé desde muchacho a vociferar a voz en cuello contra las injusticias sociales, contra las iniquidades de los hombres. Mucha gente reconoció desde temprano en mí los atributos máximos del brulotista excelso. Ya en 1921, Enrique González Martínez me comparaba con León Bloy, ese “empresario de demoliciones”. Alguien me llamó después “el Lautreamont criollo” y hasta el propio canallita de Luis Alberto Chánchez, dijo, y creo que lo escribió, en ocasión de mi filípica contra Sánchez Cerro, que yo era “el más grande panfletario de la lengua castellana”. Como esas páginas las han superado en medida grande estos poemas, imagino que el marrano limeño no tendrá inconveniente en extender mi mayorazgo a todos los tiempos y todos lo s idiomas”. Alberto Hidalgo. Odas en contra. Editorial “Tinta de fuego”. París, 1958, p. 9.
[5] Esta especie de “maldición” de Hidalgo efectivamente se concretó. A pesar de los denodados esfuerzos del líder aprista, éste nunca llegó a la presidencia del Perú.
[6] Ver Alberto Hidalgo. Odas en contra, pp. 85-87.
[7] Diario El Comercio. Edición de la mañana. Lima, miércoles 10 de febrero de 1960, p. 5.
[8] Hijo del general Mariano Ignacio Prado, Presidente del Perú al iniciarse la guerra del Pacífico. La actuación de tal mandatario durante 1879 (luego sería “relevado” por Piérola) ha sido motivo de amplia controversia histórica. El Doctor Jenaro E. Herrera enjuició así al general Mariano Ignacio Prado: “La guerra [contra Chile] sorprendió al Perú, cuando este país se encontraba profundamente dividido, con partidos políticos personalistas que se profesaban mutuamente odios implacables e irreconciliables; sin escuadra, sin armamentos de precisión, sin artillería de retrocarga, sin ametralladoras, sin equipo, sin parques, sin recursos pecuniarios abundantes, sin organización militar; y lo que es más lamentable todavía, sin tener al frente de su gobierno un hábil administrador, que, con talento y actividad febril, se pusiese a la altura de la difícil situación por la que atravesaba la República y tratara de conjurarla, o al menos de aliviarla, por cuantos medios fueran imaginables o posibles.
El General Prado, creyó, sin duda, de buena fé que las relaciones de parentesco espiritual y buena amistad que tenía con el Presidente de Chile, Aníbal Pinto, harían dulcificar un tanto la situación y atenuar para el Perú los males y calamidades propias de la guerra, en cuyo estado nos hallábamos envueltos, desgraciadamente; y como en el conflicto bélico con España en 1866, había tenido relativa buena suerte para dominarlo, de aquí que creyese que la misma buena suerte lo seguiría favoreciendo en esta vez en el terrible trance en que el Perú ahora se hallaba, sin tener siquiera, en 1879 el Ministerio político que tuvo en aquel entonces y él los bríos y energías de la mocedad; y sin tener en cuenta tampoco, que la suerte no es constante, que ella es veleidosa de suyo; y más que todo la diferencia sustancial de adversarios que ahora teníamos, pues los gentiles y nobles españoles de otra época, habían sido reemplazados con gente cruel y sanguinaria [los chilenos], implacable en sus odios e innoble en sus acciones; ni que éstos, de una manera perseverante y encubierta, durante siete años consecutivos, se habían preparado artera y pacientemente para la guerra; empresa en la que se embarcaron, rifando su suerte y su porvenir, con todas las probabilidades del éxito.
De aquí que desde el principio no hubiera un perfecto plan de defensa, así para la guerra marítima como para la terrestre ni que se diera al país la organización militar conveniente, compatible con su azarosa situación, por la que la nación atravesaba y los exiguos recursos económicos de que ella disponía.
Así, se dejó correr lastimosamente el tiempo, sin desplegar esa actividad nerviosa y febril, que el caso requería y es propia de las grandes crisis por la que pasa la vida de los pueblos; y así vemos, que entre la fecha de la declaratoria de guerra, que fué el 5 de abril de 1879; y la de la salida del Presidente Prado para el Sur, que fué el 16 de mayo del mismo año 79, habían trascurrido 41 largos días, sin mayor movimiento ni actividad, y además se cometieron otros errores, aún más graves, como el de la repatriación de los chilenos residentes en el Perú a su propio país, que fueron algunos miles de soldados expertos, aclimatados y conocedores del medio físico nuestro, que se les envió cuando precisamente aquéllos más los necesitaban; que conocían palmo a palmo nuestro territorio y que tanto daño nos hicieron en el ejercicio mismo de las hostilidades marítimas o terrestres, durante el quinquenio de lucha que ella duró (…). Y el viaje que el General Prado, después de su regreso del Sur, emprendió el 18 de Diciembre de 1879, a Europa con el pretexto especioso de ír allí a comprar buques y elementos bélicos de todo linaje, que nos faltaban, tuvo todas las trazas de una verdadera fuga en campaña, por el modo y forma como se llevó a cabo; porque a nadie se le había ocurrido, en la condición de dirigente, hasta aquí, el hacerlo, que para eso, todos los gobiernos nombran comisiones ad-hoc y nunca van ellos personalmente a verificar por sí mismos esas compras; y también, porque jamás dio cuenta, con posterioridad, del desempeño de ese cometido, ni se vió tampoco, en tiempo alguno, los resultados de ese viaje sea en buques o pertrechos de guerra, o sea en parques, armamentos y provisiones”. (Jenaro E. Herrera: La Universidad Mayor de San Marcos y la Guerra del Pacífico. 5 de abril de 1879 – 23 de octubre de 1883. SAN MARTI y Cía. IMPRESORES. Lima, 1929, pp. 73-74-75, 81).
[9] Diario El Comercio. Edición de la mañana. Lima, jueves 11 de febrero de 1960, p. 5.
[10] Así se informó sobre esa estadía:
“Charla de Hidalgo en Cuzco critica oligarquía del país[11] El poeta Arturo Corcuera, recordando aquel tiempo, refirió en una entrevista:
Con amplia documentación sobre temas políticos, el prestigioso poeta mistiano Alberto Hidalgo, sustentó una importante conferencia en el Paraninfo de la Universidad del Cuzco, sobre el tema ‘El Socialismo es Peruano’.
Señaló la trayectoria de los diferentes partidos en el Perú, criticó la oligarquía y elogió el avance del socialismo. Manifestó que para ejercer el derecho de crítica, es necesario conocer a profundidad el significado del socialismo mundial.
Alberto Hidalgo fue presentado por el poeta Luis Nieto, quien elogió la recia personalidad del intelectual peruano, que ha alcanzado renombre continental. En diferentes etapas de su conferencia Hidalgo, fue calurosamente aplaudido. Es objeto de especiales atenciones durante su estada en esta ciudad. Visitará varias zonas de interés arqueológico. Es muy visitado por numerosos amigos”. (Diario El Comercio. Lima, viernes 4 de marzo de 1960, p. 15).
¿Hacían actividad política?[12] Diario El Comercio. Edición de la mañana. Lima, jueves 24 de marzo de 1960, pp. 1, 4 y 14.
Los de San Marcos éramos beligerantes. Queríamos una poesía panfletaria, perifoneable, íbamos a los sindicatos.
Ustedes eran de izquierda. ¿Se enfrentaban con el Apra?
Había unos choques enormes, sobre todo con Alberto Hidalgo. Una vez, él llegó a dar un recital en San Marcos y se armó la trompeadera.
¿Quiénes estaban?
Estábamos Romualdo, Calvo, Tomás Escajadillo, yo. Imagínese ese cuerpo de choque, ¡de lo más frágil! Pero hubo un gesto de Alberto Valencia, que en esa época los comandaba y que siempre recordaremos. Él decía: ‘A los poetas los respetan’, pero a Hidalgo lo odiaban porque era provocador, había escrito cosas horribles contra Haya; entonces, los apristas empezaron a gritar: ‘¡Abajo los traidores! ¡Abajo los traidores!’. Y él, desde la baranda, dijo: ‘efectivamente, abajo están los traidores’. Ahí le empezaron a tirar huevos podridos, que le cayeron a Gustavo Valcárcel, que también estaba ahí. Un poco le salpicó a Hidalgo; entonces, Romualdo le dijo, ‘ahora eres Hidalgo de la mancha’ (ríe). Tuvimos que escapar por los techos”. (Entrevista de José Gabriel Chueca a Arturo Corcuera: “A veces, en la playa, les leía poemas a los pelícanos”. Diario Perú.21, Lima, martes 24 de enero de 2006, pp. 16-17).
Otras muestras de repudio al atentado contra Alberto Hidalgo fueron recogidas por el diarismo:
“Nuevas protestas por el ataque de los sectarios al poeta Alberto Hidalgo.[13] Diario La Prensa. Revista dominical 7 Días del Perú y del Mundo. Lima, domingo 27 de marzo de 1960, p.2.
Con motivo del bochornoso ataque de los apristas al poeta Alberto Hidalgo, impidiéndole hablar en la Universidad Mayor de San Marcos, se han producido nuevas protestas de diversos sectores que, en forma unánime, condenan esa actitud antidemocrática y de lesa cultura en el primer centro de estudios superiores del país. Entre ellos están los siguientes:
COMUNICADO DE LA UNIÓN DE ESCRITORES DEMOCRÁTICOS
La Unión de Escritores Democráticos, entidad organizadora de la Conferencia-Recital del gran poeta Alberto Hidalgo, que debió realizarse el 23 del presente en la Universidad de San Marcos, formula su más vigorosa protesta y hace pública su indignación y condena más enérgica por la salvaje actitud de las hordas apristas que hicieron imposible el desarrollo del acto cultural programado. El hecho de que se impida brutalmente hacer uso de la tribuna universitaria a un poeta peruano y democrático, consagrado continentalmente, constituye una repugnante muestra de la metodología nazi-fascista de la ‘bufalería’ aprista que, evidentemente, ha actuado en cumplimiento de directivas precisas impartidas por sus repudiados jerarcas.
La Unión de Escritores Democráticos hace un público llamado a la ANEA y a todos los escritores y artistas del Perú para luchar por la plena libertad de expresión intelectual, hoy día amenazada criminalmente por la intolerancia primitiva y fanática de los matones apristas.
Lima, 24 de marzo de 1960.
Juan Gonzalo Rose, Secretario de Prensa.
Alejando Romualdo, Presidente.
COMUNICADO DE LA FEDERACIÓN DE ESTUDIANTES DEL PERÚ
La Federación de Estudiantes del Perú, ante los incidentes habidos el día de ayer en el recinto de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, establece lo siguiente:
1. Su más enérgica protesta y radical rechazo, por la violencia de que hicieron gala una vez más, sindicados elementos politizados que pretenden convertir la Universidad en sucursal de un partido político, teniendo por sistema no el juego democrático de la libre discrepancia, sino la imposición violenta del palo y la chaveta.
2. La FEP ve con preocupación la frecuencia con que se utilizan métodos totalitarios para coactar el derecho de libre expresión y no puede permitir que sea precisamente la Universidad el escenario de cavernarios sistemas.
3. La FEP plantea una enérgica exigencia a las autoridades policiales para que cumplan su deber de custodiar el orden, sancionando severamente a los delincuentes comunes que se disfrazan de universitarios y a los maleantes conocidos vulgarmente como ‘búfalos’, sin que medie para ello ninguna convivencial ingerencia.
Lima, 24 de marzo de 1960.
Enrique Bernales B., Secretario del Interior.
Óscar Espinosa Bedoya, Presidente.
(Diario El Comercio. Lima, viernes 25 de marzo de 1960, p. 3)
[14] Diario Expreso. Lima, viernes 2 de febrero de 1962, p. 2.
[15] Por aquellos días, también, se publicó la breve crónica de un re-encuentro:
DOS POETAS SE SALUDAN[16] Sobrenombre de Manuel Seoane, antiguo militante aprista (uno de los “históricos” de tal partido), y ex-amigo de Hidalgo.
A la una de la tarde de ayer, frente al Hotel Continental se encontraron dos poetas que batallan en tiendas diferentes: Alberto Hidalgo y Alcides Spelucín.
Spelucín, trató de pasar de largo, pero Hidalgo que había sido advertido de su presencia por el periodista Laureano Carnero Checa, le salió al paso y con los brazos abiertos le dijo:
“Mi querido Alcides, está bien que tengamos discrepancias, pero nosotros somos como hermanos, tú lo sabes”. Spelucín, algo arroscado respondió: “Por supuesto, lo que pasa es que no te había visto”. Con la promesa de volverse a reunir “para charlar largo”, los dos viejos amigos se despidieron luego de presentarse mutuamente a sus esposas.
[17] Recuérdese que en junio de 1962 iban a realizarse elecciones generales.
[18] Se refiere a Víctor Raúl Haya de la Torre.
[19] Diario Expreso, Lima, martes 13 de febrero de 1962, p. 2.
[20] No sólo por lo televidentes, sino también por grupos que estaban in situ. En las inmediaciones del canal merodeaban -en importante número- enemigos de Hidalgo que pretendían agredirlo, y también, sus simpatizantes que se habían congregado para protegerlo.
[21] Diario Expreso, Lima, jueves 22 de febrero de 1962, p. 2.
[22] Diario Expreso, Lima, domingo 25 de febrero de 1962, p. 2.
[23] Diario Expreso. Lima, martes 27 de febrero de 1962, p. 2.
[24] Los líderes de los partidos de izquierda, entre los que estaban los Scorza, marcarían radical distancia de Hidalgo luego de que anunciara su intención de participar en el mitin de Odría, sino el principal, uno de los principales rivales de los grupos de izquierda. Abona también a la hipótesis de que Hidalgo no habría querido convencidamente participar activamente en política (empleando este supuesto “activismo” político hasta cuando le pareció útil en su enfrentamiento al Apra) la siguiente noticia: “El poeta y discutido político arequipeño, Alberto Hidalgo, acaba de protagonizar una de sus ‘más desconcertantes actitudes’ al renunciar a su candidatura a una senaduría por su tierra natal.
Explica su proceder sosteniendo que nunca quiso ir en una lista parlamentaria, pero que presionado por amigos, aceptó postular.
Dijo que la razón principal de su retiro de la política, es la ‘de querer morir puro’”.
(Diario Expreso, Lima, jueves 5 de abril de 1962, p. 2).
[25] Diario Expreso, Lima, miércoles 11 de julio de 1962, p. 2.
Álvaro Sarco
___________________
ANEXOS
1
1
Carta al General(r) Manuel Odría[1]
Señor General de División Manuel A. Odría.
Señor General y ex Presidente de la República.
A propósito de las cartas cambiadas entre Ud. y el señor Alberto Hidalgo, mediante las cuales ha quedado formalizada la pública intervención del mencionado poeta en la concentración ciudadana que lo proclamará candidato a la Presidencia de la República, me permito hacerle una simple pregunta que alcanza a su seriedad personal y a su excepcional condición de soldado de la Patria y ex Mandatario de la nación.
¿Es posible que Ud. Sr. Odría, General y ex Presidente del Perú, en una de las ocasiones más importantes de su vida pública, dé tribuna y amparo a un libelista -Alberto Hidalgo- que escribió contra el General Sánchez Cerro, también militar y ex Presidente de la República, el más grosero y horrible panfleto, “Sánchez Cerro o el excremento”?
Es posible que por razones de especialización no haya leído Ud. las nauseabundas páginas que Hidalgo publicó al ser Presidente Luis M. Sánchez Cerro. Si no las ha leído le aconsejo que las lea. Están contenidas en el libro de Hidalgo “Diario de mi Sentimiento”, igualmente lea Ud. “Muertos, Heridos y Contusos” y otro librejo de Hidalgo que por allí anda perdido entre la literatura prohibida por procaz y coprolálica. En ellos pretende mellar peruanos ilustres por sus talentos, sus obras y sus vidas. Precisamente a Riva Agüero, uno de nuestros republicanos contemporáneos más importantes por mil razones, el ex poeta Hidalgo abierta e irresponsablemente le adjudicó hasta lo nefando e infamante, igual que ahora pretende hacer contra quien hasta hace poco, en plan de panegirista adulara sin recato ni medida. Ahí está su “Haya de La Torre en su víspera”, asqueroso elogio por zalamero, excesivo y falso.
Imposible dejar de saberlo: el señor Hidalgo está en Lima. Ha llegado desde Buenos Aires hasta nosotros para redimir al país. Para salvar la izquierda. Para detener al Apra. Para hacer la revolución. Ha venido, sobre todo, para darse su bañito de publicidad anual, necesario para su equilibrio. (No especifico si para el económico o el mental, o las dos cosas juntas). En Buenos Aires al señor Hidalgo le entró el “spleen”. La carencia de la patria. (La patria es para el señor Hidalgo varias cámaras de TV, muchos periodistas, muchos izquierdistas esperando que detenga el monstruo del Apra y, sobre todo, la patria es gran secreto, un gran secreto que sólo él, el señor Hidalgo, posee). Allá, en Buenos Aires, estaba tranquilo. Cierto. Pero nadie se acordaba de él. Nadie le ofrecía un mitin, un cuarto de hotel, una casita en Arenales para que dijera la “buena nueva”. Aquí es distinto. Basta tener un gran secreto y administrarlo bien. La prueba está en que, hasta el General, a pesar de que es su adversario político, lo invita a su mitin. Un adversario que lleva gente al mitin, por supuesto. Un adversario que se exiló voluntariamente durante el ochenio. Que no ha escrito nada contra el señor Odría. Un adversario muy cómodo, muy gentil, muy hidalgo.
El señor Hidalgo ha traído en las maletas varias pretensiones. Todas ellas terribles, aplastantes, apocalípticas, peripatéticas, maquiavélicas. Vale la pena examinar, cuidadosamente, cada una de ellas. Las ambiciones y los malos humores de este falso profeta de la revolución.
El señor Hidalgo quiere unir a las izquierdas, por ejemplo. ¡Pobres izquierdas del Perú si para existir y triunfar precisan que las unan personas como el señor Hidalgo! ¿Qué ha dicho en todo el tiempo que está en Lima de importante el señor Hidalgo? ¿Es política de izquierda discutir el por qué Haya no se ha casado? El apoyo a Hidalgo, nunca abierto desde luego, porque la izquierda no es tan ingenua, como muestra la crisis misma de la izquierda. Porque si por un momento se ha pensado -cuando aún Hidalgo no había descubierto su juego proodriísta- que él podía sintetizar la política de oposición a la convivencia; y si la política de rebeldía e inconformismo es Hidalgo, ¡qué salto hemos pegado del apostólico y agudo Mariátegui, que no insultaba a nadie, al ex amigo y adulador enfervorizado de Víctor Raúl Haya de la Torre!
Manuel Ramírez
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CUATRO VERDADES SOBRE ALBERTO HIDALGO
El falso profeta del General Odría[2]
por Hugo Neira Samanez
El falso profeta del General Odría[2]
por Hugo Neira Samanez
Imposible dejar de saberlo: el señor Hidalgo está en Lima. Ha llegado desde Buenos Aires hasta nosotros para redimir al país. Para salvar la izquierda. Para detener al Apra. Para hacer la revolución. Ha venido, sobre todo, para darse su bañito de publicidad anual, necesario para su equilibrio. (No especifico si para el económico o el mental, o las dos cosas juntas). En Buenos Aires al señor Hidalgo le entró el “spleen”. La carencia de la patria. (La patria es para el señor Hidalgo varias cámaras de TV, muchos periodistas, muchos izquierdistas esperando que detenga el monstruo del Apra y, sobre todo, la patria es gran secreto, un gran secreto que sólo él, el señor Hidalgo, posee). Allá, en Buenos Aires, estaba tranquilo. Cierto. Pero nadie se acordaba de él. Nadie le ofrecía un mitin, un cuarto de hotel, una casita en Arenales para que dijera la “buena nueva”. Aquí es distinto. Basta tener un gran secreto y administrarlo bien. La prueba está en que, hasta el General, a pesar de que es su adversario político, lo invita a su mitin. Un adversario que lleva gente al mitin, por supuesto. Un adversario que se exiló voluntariamente durante el ochenio. Que no ha escrito nada contra el señor Odría. Un adversario muy cómodo, muy gentil, muy hidalgo.
El señor Hidalgo ha traído en las maletas varias pretensiones. Todas ellas terribles, aplastantes, apocalípticas, peripatéticas, maquiavélicas. Vale la pena examinar, cuidadosamente, cada una de ellas. Las ambiciones y los malos humores de este falso profeta de la revolución.
El señor Hidalgo quiere unir a las izquierdas, por ejemplo. ¡Pobres izquierdas del Perú si para existir y triunfar precisan que las unan personas como el señor Hidalgo! ¿Qué ha dicho en todo el tiempo que está en Lima de importante el señor Hidalgo? ¿Es política de izquierda discutir el por qué Haya no se ha casado? El apoyo a Hidalgo, nunca abierto desde luego, porque la izquierda no es tan ingenua, como muestra la crisis misma de la izquierda. Porque si por un momento se ha pensado -cuando aún Hidalgo no había descubierto su juego proodriísta- que él podía sintetizar la política de oposición a la convivencia; y si la política de rebeldía e inconformismo es Hidalgo, ¡qué salto hemos pegado del apostólico y agudo Mariátegui, que no insultaba a nadie, al ex amigo y adulador enfervorizado de Víctor Raúl Haya de la Torre!
Pero mientras Hidalgo amenaza y se ocupa de las vísceras de sus antiguos compañeros de partido, el país está paralizado, el país se muere en la pereza mental, en la apatía, en la carencia de un gran ideal en donde se den las manos la justicia social y la vocación nacional de ser nosotros mismos. Pero el señor Hidalgo está muy ocupado en pelearse con sus viejos amigos. Con Seoane, por ejemplo. ¿Qué importancia tiene si el “cachorro” quiso o no renunciar al Apra? Está ahí. Sigue siendo aprista. Esto es un hecho real. Se puede estar en contra o no. Pero ahora importa un bledo si quiso irse. Va a participar junto con Haya en la justa electoral. No inventemos la realidad o la sustituyamos, como hacen los neuróticos y los esquizofrénicos. Limitémonos a ver, a comprobar, y, luego, a actuar. A llegar a la conciencia del país, al corazón del pueblo, con limpieza, sin mañas, sin chismografía y resentimientos. ¡Qué ingenuidad de los que piensan que se ha ganado un solo voto, por sembrar el escándalo! Eso es y pasa por no conocer la levadura ética del pueblo del Perú.
Pero el señor Hidalgo seguirá sonando porque tiene una sabia administración. Porque usa una política trasnochada, pasada de moda. A nadie asustan los “enfants” terribles. Menos aún los viejos terribles. Y, si no, vamos a ver: ¿Qué gran ideal ha propuesto el señor Hidalgo al país? ¿Bajo qué banderas, qué programas, qué principios aspira a unir a las izquierdas? ¿Tienen que ver las izquierdas para el señor Hidalgo, algo con el señor Odría? Unir a las izquierdas... y esta misma proposición, en el actual mosaico mental del marxismo peruano, es una idea absurda. Nace del equívoco de creer que la suma de varios enanos hace un gigante. La izquierda sólo será grande cuando se decida a encarar con coraje, prescindiendo de los totems; como el señor Hidalgo, a presentar con hombría al país y su gente, sus problemas, y para su solución proponer un gran sacrificio, una jornada moral. Cuando se decidan a apelar al fondo moral del pueblo, no a las bajas pasiones de una resentida vieja guardia. La izquierda será grande cuando se decida a ser nacional. Cuando entierre los viejos vicios. Cuando sus dirigentes estén dispuestos a dejar el puesto público y la cátedra para morir. La izquierda sólo puede ser sacrificio y muerte, o no será nada.
Pero nadie como el señor Hidalgo para no querer morir. Ama su vida, su pequeña fama de poeta en un país en donde se lee poco, felizmente para él, y en donde se puede ir tirando con unos cuantos versos, y cierto ensayo que Mariátegui escribió, por amistad, gracias al cielo, a favor suyo.
Y este es otro mito, el Hidalgo valor literario, como el izquierdismo de Hidalgo. Mariátegui alabó sus versos, más como gesto que como calidad poética. Hidalgo se quedó en eso, en gesto, en rebeldía pura, en promesa. Cuando un crítico joven, inteligente y SP, José Miguel Oviedo, “se atrevió” a censurarlo por esos pésimos versos dedicados a Machu Picchu, a remedo de Neruda, sin llegar siquiera a comparársele, el señor Hidalgo se indignó, “se calentó”, se violentó. Es el intocable, el buda, nadie puede decirle nada. “Hidalgo le saca a cualquiera los trapos al sol”. La respuesta de Oviedo es ejemplar. Por eso aquí, invito a leer a Hidalgo. Invito a escuchar a Hidalgo. Porque es tiempo de terminar con las vacas sagradas de nuestra literatura. ¡Abajo los panacas y a otra cosa!
Por último, el señor Hidalgo tiene, para cualquier ataque respuesta, una sola contestación: él mismo. Su vida se ha movido dentro de dos polos: la adulación y la diatriba. En ese orden. Y, si no, aquí van los ejemplos: Basta revistar el libro de poemas: “Haya de la Torre en su Víspera”[3] 1931, o “Muertos, Heridos y Contusos”, 1919.[4] En que llega a la adulación al hacer la semblanza del líder aprista. Habla del pecho de Haya, de la voz, del perfil. Se le puede leer en la Biblioteca Nacional. Nadie ha lanzado tales lisonjas a Haya. Nadie lo ha atacado tanto después.
Mal amigo, mal enemigo, el señor Hidalgo. Poco hombre, pues. Como carece de la elegancia de la lealtad, el señor Hidalgo volverá algún día de Buenos Aires, otra vez, y entonces atacará a esa izquierda que, sin muchas ganas, es cierto, lo cobija. Y dirá entonces que el FLN, Ruiz Eldredge, el PCP y otros son cacinómanos, vendidos a Wall Street o algo digno de la prosa del señor Hidalgo, porque no siguieron sus consejos de apoyar al General Odría en los comicios de 1962.
Por último, ¿para qué sirve este deslindar la actitud de Hidalgo? Para una sola cosa. Para que el nuevo Perú camine con sus propios pies. Sin caer en los vicios de las generaciones anteriores, que bien encarna Hidalgo. La confusión de que ser agresivo, insultante, violento y procaz, es ser viril. Y porque es preciso hacer el balance y la liquidación de la generación del centenario. ¡E ir a otra cosa!...
Atacar a Alberto Hidalgo desde todos los frentes por haber cometido una audacia política –que no deseo enjuiciar todavía- considero un acto de exageración. Un cargamontón bastante injusto que censuro con idéntica vehemencia. Permítaseme entonces decir también cuatro verdades sobre él, muy diferentes por cierto, de las que hasta ahora se han puesto sobre la mesa, sin que en auxilio suyo haya surgido siquiera alguna “falla técnica”.
Pero el señor Hidalgo seguirá sonando porque tiene una sabia administración. Porque usa una política trasnochada, pasada de moda. A nadie asustan los “enfants” terribles. Menos aún los viejos terribles. Y, si no, vamos a ver: ¿Qué gran ideal ha propuesto el señor Hidalgo al país? ¿Bajo qué banderas, qué programas, qué principios aspira a unir a las izquierdas? ¿Tienen que ver las izquierdas para el señor Hidalgo, algo con el señor Odría? Unir a las izquierdas... y esta misma proposición, en el actual mosaico mental del marxismo peruano, es una idea absurda. Nace del equívoco de creer que la suma de varios enanos hace un gigante. La izquierda sólo será grande cuando se decida a encarar con coraje, prescindiendo de los totems; como el señor Hidalgo, a presentar con hombría al país y su gente, sus problemas, y para su solución proponer un gran sacrificio, una jornada moral. Cuando se decidan a apelar al fondo moral del pueblo, no a las bajas pasiones de una resentida vieja guardia. La izquierda será grande cuando se decida a ser nacional. Cuando entierre los viejos vicios. Cuando sus dirigentes estén dispuestos a dejar el puesto público y la cátedra para morir. La izquierda sólo puede ser sacrificio y muerte, o no será nada.
Pero nadie como el señor Hidalgo para no querer morir. Ama su vida, su pequeña fama de poeta en un país en donde se lee poco, felizmente para él, y en donde se puede ir tirando con unos cuantos versos, y cierto ensayo que Mariátegui escribió, por amistad, gracias al cielo, a favor suyo.
Y este es otro mito, el Hidalgo valor literario, como el izquierdismo de Hidalgo. Mariátegui alabó sus versos, más como gesto que como calidad poética. Hidalgo se quedó en eso, en gesto, en rebeldía pura, en promesa. Cuando un crítico joven, inteligente y SP, José Miguel Oviedo, “se atrevió” a censurarlo por esos pésimos versos dedicados a Machu Picchu, a remedo de Neruda, sin llegar siquiera a comparársele, el señor Hidalgo se indignó, “se calentó”, se violentó. Es el intocable, el buda, nadie puede decirle nada. “Hidalgo le saca a cualquiera los trapos al sol”. La respuesta de Oviedo es ejemplar. Por eso aquí, invito a leer a Hidalgo. Invito a escuchar a Hidalgo. Porque es tiempo de terminar con las vacas sagradas de nuestra literatura. ¡Abajo los panacas y a otra cosa!
Por último, el señor Hidalgo tiene, para cualquier ataque respuesta, una sola contestación: él mismo. Su vida se ha movido dentro de dos polos: la adulación y la diatriba. En ese orden. Y, si no, aquí van los ejemplos: Basta revistar el libro de poemas: “Haya de la Torre en su Víspera”[3] 1931, o “Muertos, Heridos y Contusos”, 1919.[4] En que llega a la adulación al hacer la semblanza del líder aprista. Habla del pecho de Haya, de la voz, del perfil. Se le puede leer en la Biblioteca Nacional. Nadie ha lanzado tales lisonjas a Haya. Nadie lo ha atacado tanto después.
Mal amigo, mal enemigo, el señor Hidalgo. Poco hombre, pues. Como carece de la elegancia de la lealtad, el señor Hidalgo volverá algún día de Buenos Aires, otra vez, y entonces atacará a esa izquierda que, sin muchas ganas, es cierto, lo cobija. Y dirá entonces que el FLN, Ruiz Eldredge, el PCP y otros son cacinómanos, vendidos a Wall Street o algo digno de la prosa del señor Hidalgo, porque no siguieron sus consejos de apoyar al General Odría en los comicios de 1962.
Por último, ¿para qué sirve este deslindar la actitud de Hidalgo? Para una sola cosa. Para que el nuevo Perú camine con sus propios pies. Sin caer en los vicios de las generaciones anteriores, que bien encarna Hidalgo. La confusión de que ser agresivo, insultante, violento y procaz, es ser viril. Y porque es preciso hacer el balance y la liquidación de la generación del centenario. ¡E ir a otra cosa!...
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Respondiendo a Hugo Neira
LA JUVENTUD DE ALBERTO HIDALGO[5]
Por Arturo Corcuera
Respondiendo a Hugo Neira
LA JUVENTUD DE ALBERTO HIDALGO[5]
Por Arturo Corcuera
“Un personaje excesivo para un
público sedentario y reumático”.
J.C.Mariátegui.
público sedentario y reumático”.
J.C.Mariátegui.
Atacar a Alberto Hidalgo desde todos los frentes por haber cometido una audacia política –que no deseo enjuiciar todavía- considero un acto de exageración. Un cargamontón bastante injusto que censuro con idéntica vehemencia. Permítaseme entonces decir también cuatro verdades sobre él, muy diferentes por cierto, de las que hasta ahora se han puesto sobre la mesa, sin que en auxilio suyo haya surgido siquiera alguna “falla técnica”.
Esta nota es una breve respuesta a la que escribiera recientemente en EXPRESO Hugo Neira, y en la que le niega a Hidalgo desde la partida de nacimiento a la literatura hasta la entereza en la actitud.
¿Cuántos poetas, pregunto, quisieran ostentar a la edad de Hidalgo su rica trayectoria poética? ¿Cuántos escritores anhelarían seguir creando, con esa bella vitalidad que distingue toda su obra, después de medio siglo de existencia? Sólo es explicable en el calor político que Hugo Neira [haya llegado a] esos extremos.
Alberto Escobar, además de poeta, gran estudioso de la literatura peruana, me manifestó en cierta oportunidad que estaba tentado de iniciar un acucioso análisis de la poética de Hidalgo. Él consideraba –según me dijo- que hasta cierto punto Hidalgo era el precursor de la nueva poesía. Destacaba entre otros méritos el de haber implantado una serie de procedimientos muy en boga en la poesía actual. El mismo José Miguel Oviedo reconoció muchos valores en sus libros de poemas “Biografía de Yo Mismo” y “Patria Completa”. Se equivoca, su detractor cuando anota que el joven crítico calificó de pésimos los versos a Machu Picchu.
Mariátegui exaltó su poesía hace más de 30 años. Y considero una irreverencia imperdonable insinuar o casi sostener que el autor de los “Siete Ensayos” elogiaba a un escritor según los lazos de amistad que lo uniesen a éste. Con ese método, estimado Hugo, nunca será posible enterrar los viejos vicios.
En otro campo: bastaría sólo admitir que Hidalgo pone en juego la vida al enfrentarse con todas sus fuerzas a un partido político de tenebrosos recursos para hacerlo merecedor de nuestra absolución. Amén de aceptar por supuesto, todas sus diabluras de escritor sensacionalista e iconoclasta, lapidario y camorrista.
¿Dónde están los escritores de la generación de Hidalgo? Si no en la tumba, están en su casa con la boca igualmente cerrada. En un país en el que todos hablan en voz baja o se amordazan solos, tiene que llamar a escándalo cuando alguien dice verdades a la luz pública. Pocos son los hombres que toda una vida pueden, enhiestos, exhibir una conducta digna y una firme resolución de continuar en la brega al lado de la juventud y defendiendo las causas populares. Es muy fácil, se ha dicho, ser incendiario en los años mozos, pero muy difícil en el crepúsculo de los años. Hidalgo sigue siendo un incendiario y permanecerá hasta el fin de sus días burlándose de cuantos bomberos (prematuros o de los otros) le salgan al paso.
Se le censura acremente por poner al descubierto las viejas mañas de sus antiguos compañeros. Por último, ¿por qué van a ser tabú las vísceras o las malas entrañas de los viejos políticos?
Escribe Hugo Neira que es tiempo de terminar con las vacas sagradas de nuestra literatura. (Y en ello el mismo Hidalgo estará de acuerdo). Pero urge, en este momento, acabar con las vacas gordas de nuestra política. Eso es lo que ha empezado a hacer Hidalgo. Y eso es lo que empieza a molestar a mi amigo Neira. ¿Qué años atrás elogió a Haya? Es cierto. Pero al Haya del año 30, cuando los dos eran apristas. ¿Qué quiere unir a las izquierdas? Enhorabuena. ¿Puede esto censurarse, ridiculizarse? Por el contrario, debería darse aliento a cualquier ciudadano optimista de buena voluntad que se propusiera cumplir esta hazaña. No quiero pensar que mi amigo Neira ha pretendido con su artículo una secreta reivindicación ante sus viejas amistades políticas. Creo, más bien, que él aspira a convertirse en el “enfant terrible” que se yergue contra el “viejo terrible”. Y convengo en utilizar el vocablo “viejo” sólo en su sentido cronológico. Porque soy un convencido de la juventud de Hidalgo. Don José Gálvez, ese otro admirable viejo que murió demasiado joven, respondía en altanero gesto: “La juventud no es cuestión solamente cronológica”. Y yo le doy la razón. Hidalgo es el único escritor de la generación del centenario que puede jactarse de tener 20 años a los 70. Y eso ya es bastante.
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ADIOS SEÑOR HIDALGO[6]
por Hugo Neira
Sin pena ni gloria regresó a Buenos Aires
ADIOS SEÑOR HIDALGO[6]
por Hugo Neira
Lo dijimos en estas mismas columnas. El señor Alberto Hidalgo no tenía secreto alguno que revelarnos. Lo de las cartitas misteriosas, lo del lío entre él, Seoane y Haya, todo eso no era sino fanfarria, barata publicidad personal, juego y abuso de la justa pasión política pre-electoral. Hoy, en silencio, sin pena ni gloria, bien cerrada la entonces activa boca, el señor Hidalgo se ha regresado a Buenos Aires. Aquí, el río se está poniendo manso.[7] Y como todo el mundo sabe, ésta no es buena época para los que pescan en ríos revueltos.
El señor Hidalgo ofreció hablar en el mitin del General Odría. Repito esto, porque somos un pueblo de frágil, muy frágil memoria. Para que se note y distinga quiénes son, y quiénes no, los maestros de la juventud. Los que ofrecen y al final no dan nunca nada. Repito esto, porque dentro de un año, estoy seguro, el señor Hidalgo volverá al Perú,[8] a hundirse en la magia de la publicidad, en el gesto fácil y declamatorio, en la amenaza sibilina y oscura, que oculta, realmente, una gran farsa. La farsa de la personalidad política del señor Hidalgo.
Recordemos un poco, los hechos. Alberto Hidalgo llegó de Buenos Aires. Inquietud en el ambiente. Preguntas: ¿Qué vendrá a hacer? ¿Un nuevo libro? Una revolución. Bueno. ¿Pero de qué tipo? Jacobina, fidelista, peronista, izquierdista de derecha, aprista de izquierda, militarista, arequipeña, etc. Viajes de líderes universitarios al hotel del señor Hidalgo. Viajes de líderes políticos de la izquierda peruana. Derecho de ingenuidad, mientras, el señor Hidalgo maquinaba. Al fin la noticia. Nada menos que estos tres propósitos: Unir a la izquierda. Destruir al Apra por ciertos secretos documentos que sólo él poseía. Y por último, hacer la revolución, nada menos. Claro, así, quien estaba en contra de Hidalgo, era un canalla o un imbécil.
Algunos estuvimos, empero, en contra. No por problemas principistas. Si no por algo que casi no se tiene ya en cuenta en la actividad política peruana, y por ello estamos como estamos. Por razones suficientes primero, de orden moral. Y luego, de sentido común. Creía yo, y los hechos del señor Hidalgo (mejor los no hechos, su derrota, su silencio), lo confirman, que la intriga del señor Hidalgo no desuniría a ningún grupo político. Menos al Apra en vísperas de elecciones.
Pero, sobre todo, primaba una razón de orden moral y hasta de buen gusto. No era digno, ni útil, ni hidalgo, usar las viejas confidencias (sí las hubo), para atacar a los antiguos compañeros de lucha política. Esa mezcla de vida doméstica con problemas nacionales, es justamente, lo que nos da un aire de provincia, cuando el humor político es llevado por personas como el señor Hidalgo, al terreno de las susceptibilidades privadas, de los viejos odios y recelos, de los resentimientos y los deseos postergados. Todo esto es un tipo de campaña que no debe ser más usada. Y por eso es que hoy, hacemos evidente que el vaticinio de un silencio y de un fraude, el silencio y el fraude del señor Hidalgo, se ha cumplido. Al fin y al cabo, en los periódicos no sólo cabe el regocijo de que se cumpla el pronóstico sobre un caballo de carrera o una dupleta, sino también, como se pudo suponer cuál iba a ser la posterior conducta de un hombre que quiso ser público, y que terminó defraudando a todos.
Así, pues, Hidalgo nunca habló. El mitin de Odría se llevó a cabo e Hidalgo no habló. Inútil las cartas cursadas entré zalemas y besamanos, entre el “General” y el “Poeta”. Inútil, las conferencias de prensa. Inútil las expectativas.
Haya fue candidato. Las izquierdas continuaron divididas. La revolución no se realizó... En fin, el señor Hidalgo se regresa a Buenos Aires. Esperamos que siga escribiendo. Le deseamos larga vida y larga permanencia en el extranjero. Realmente los argentinos son hospitalarios... Al menos tienen leyes que los defienden. A los extranjeros no les está permitido intervenir en política. En cambio, nosotros estamos desguarnecidos. Y un día cualquiera, el señor Hidalgo volverá al Perú. Espero por mi parte, que venga con poemas. Al fin y al cabo, cada uno es libre de escribir y leer lo que le parece.
Pero, por favor, que no nos cuente, otra vez, absurdos, quirománticos, increíbles cuentos políticos…
Notas de anexos
[1] Diario Expreso, Lima, sábado 3 de marzo de 1962, p. 2.
[2] Hugo Neira Samanez: El falso profeta del General Odría. En el diario Expreso. Lima, miércoles 28 de febrero de 1962, p. 10.
[3] “Haya de la Torre en su víspera” no es un poemario, es un panegírico.
[4] El libro de crítica-libelista: “Muertos, heridos y contusos”, no se publicó en 1919, sino en 1920.
[5] Arturo Corcuera: La juventud de Alberto Hidalgo. En el diario Expreso. Lima, lunes 5 de marzo de 1962, p. 10.
[6] Hugo Neira: Adiós señor Hidalgo. En el diario Expreso. Lima, lunes 6 de agosto de 1962, p. 10.
[7] Días después vendría el golpe de estado de Pérez Godoy.
[8] Alberto Hidalgo ya no regresó al Perú.
[3] “Haya de la Torre en su víspera” no es un poemario, es un panegírico.
[4] El libro de crítica-libelista: “Muertos, heridos y contusos”, no se publicó en 1919, sino en 1920.
[5] Arturo Corcuera: La juventud de Alberto Hidalgo. En el diario Expreso. Lima, lunes 5 de marzo de 1962, p. 10.
[6] Hugo Neira: Adiós señor Hidalgo. En el diario Expreso. Lima, lunes 6 de agosto de 1962, p. 10.
[7] Días después vendría el golpe de estado de Pérez Godoy.
[8] Alberto Hidalgo ya no regresó al Perú.