jueves, 30 de septiembre de 2010

Sobre la prohibición de las corridas de toros

Por Jesús Mosterín

(Intervención del filósofo Jesús Mosterín, ante el Parlamento de Cataluña, en el debate sobre la prohibición de las corridas de toros en esta Comunidad Autónoma)


Supongo que si ustedes han convocado a un catedrático de lógica es por la posibilidad de contribuir a aclarar algunas de las confusiones conceptuales que, en cierto modo, dificultan y emborronan la discusión sobre el tema de los toros.

Permítanme que hagamos una distinción rápida, para empezar, entre lo que es la moral y lo que es la ética. La palabra moral viene de la palabra latina mores que significa costumbre. La moral de una persona son las costumbres de esta persona. La moral de un grupo o de una tribu son las costumbres de esa tribu. Y, entonces, las tradiciones de una tribu constituyen la moral de la tribu. En este sentido, forma parte de la tradición de muchos países africanos, por ejemplo, cortarles el clítoris a las mujeres, formó parte, durante mil años, de la tradición china estrujar los pies a las mujeres, formó parte de la tradición española, durante mucho tiempo, la Inquisición, o las ejecuciones públicas en, por ejemplo, Barcelona. Estas últimas se prohibieron hacia el año 1900, es decir, hasta final del siglo XIX eran el espectáculo más popular que, desde luego, las corridas de toros y mucho más antiguo.

Las corridas de toros son muy recientes. Se instauraron en toda España y en Cataluña en el siglo XIX por Fernando VII, el de “viva las cadenas” para que, precisamente, la gente no pensara. Fue un proceso muy curioso porque en toda Europa había corridas de toros, y en toda Europa había correvous, como le dicen aquí. Por ejemplo, en el país donde más correvous había era en Inglaterra. Pero hubo un proceso que a España a penas llegó que se llamó la Ilustración, que fue un proceso que tendió a limpiar las culturas de las diferentes tribus y los diferentes países eliminando sus aspectos más sórdidos, más crueles, más supersticiosos. Así, en Inglaterra por una acción muy efectiva que duró varias décadas, se consiguió finalmente prohibir todo este tipo de acciones y de espectáculos. Todavía hay palabras que provienen de esa época, como el de la raza bulldog, que significa “el perro de toro”, porque tenían una variedad de corridas de toros que se hacían con los perros.

Entonces, las corridas de toros –y los correvous- no tienen absolutamente nada de específicamente español, ni tienen nada de específicamente catalán, ni tienen nada de específicamente de ninguna tribu, sino que en los largos siglos en que no había automóvil, ni había televisión, ni había internet y la gente se aburría mucho, pues una de las maneras como aquellas gentes -que en parte eran crueles y groseras- entretenían sus largos ocios, pues era viendo las ejecuciones públicas, viendo las quemas de herejes, viendo las torturas de perros, de osos, de toros y de otros animales. Esto ha desaparecido, afortunadamente, en la mayor parte de Europa y del mundo, pero todavía quedan lo que el filósofo catalán Ferrater Mora llamaba “bolsas de crueldad”, bolsas que permanecen en algunos pocos sitios. A todos los que no somos de esos países africanos nos escandaliza mucho que en África se siga cortando clítoris a las mujeres, y a todos los que no son de España, México, y unas cuantas ciudades del sur de Francia les escandaliza mucho que se siga haciendo un espectáculo público de la tortura de los animales.

¿Qué argumentos se ofrecen para defender lo indefendible? Uno es el referido a que las corridas de toros son tradicionales. Es cierto que las corridas de toros son tradicionales. Pero en España, por ejemplo, ahora se están tomando medidas para combatir el maltrato a las mujeres. Pero el maltrato a las mujeres es todavía más tradicional que las corridas de toros. Es decir, todas las salvajadas y barbaridades del mundo son tradicionales allí donde se practican. El secuestro es tradicional en Colombia, en Calabria y en Sicilia y en otros muchos sitios. Y entre los que se dedican a cualquier cosa que a ustedes les pueda parecer muy mal, pues entre los que practican esa cosa es tradición tal práctica.
Jesús Mosterín
Después de decir lo que es la moral les diré un poco lo que es la ética. La ética es distinta a la moral. La ética es una teoría filosófica que trata de mirar desde fuera a las morales de las diferentes tribus y analizarlas racionalmente. Así, desde el punto de vista de la ética no hay tradiciones, desde el punto de vista de la ética lo que hay son justificaciones racionales. Y precisamente para lo que sirve la ética es, para dentro de cada tribu, diferenciar cuáles de sus tradiciones son unas salvajadas y cuáles de sus tradiciones son tan admirables que conviene incluso fomentar y extender por todo el mundo. En la ética se pueden usar argumentos. Y, por ejemplo, un argumento es el de la consistencia. Si en la moral de una tribu se obliga a hacer algo y lo prohíbe al mismo tiempo, eso es una contradicción. Se puede criticar desde ese punto de vista. También desde el punto de vista de la universalidad. Si hay una norma que dice que está prohibido pegar patadas en la espinilla, digamos, a los diputados del Parlamento, porque les duele, pero que sin embargo está permitido pegar patadas en la espinilla a los demás, aunque les duela, también, pues esa norma se podría criticar desde el punto de vista que no resiste el principio de la universalidad, que es un principio de la ética. Les aseguro que no hay ningún ético serio del mundo que pretenda que un principio de justificación ética es simplemente que algo se viene haciendo, que es la tradición.

La tradición no justifica nada, todas las cosas, las buenas y las malas, son tradicionales. O sea, el pensar que el número trece es un número primo es tradicional y, efectivamente, es un número primo, el pensar que el número trece trae mala suerte, pues también es tradicional, pero sin embargo es completamente falso. Es decir, el que algo sea tradicional ni es garantía de verdad ni es garantía de nada. Es, simplemente, un hecho sociológico, interesante y, a veces, curioso. Cuando uno contempla desde fuera las costumbres de los pueblos primitivos, incluidos nosotros -en este caso, por lo de las corridas de toros- pues se da uno cuenta que el mundo es muy variopinto y está lleno de costumbres muy extrañas. Pero efectivamente, el ver que algo es tradicional en un sitio, eso, en ningún sentido lo justifica. Nunca se puede admitir como una justificación ética de nada simplemente el hecho de que sea tradicional. Porque si ese principio se hubiera admitido todavía estaríamos en la Edad de Piedra. Es decir, hemos salido de la Edad de Piedra porque hemos ido rompiendo contradicciones y hemos ido estableciendo tradiciones nuevas.

Con respecto a las corridas de toros no es cierto que sean algo específicamente español, ni tampoco es cierto que los correvous sean algo específicamente catalán. Las corridas de toros y los correvous están exactamente en la misma categoría, son salvajadas universalmente abominadas que las había en todos los otros sitios de Europa, y son brutalidades con las que hay que acabar, y cuanto antes se acaben, mejor.

Lo de menos en una corrida de toros es que se mate al toro al final. Una corrida de toros, como la actual, pero sin muerte del toro al final, sería mucho peor y mucho más cruel, porque al toro se le somete a una tortura tan espantosa, se le pincha de tantas maneras antes de salir a la plaza; con la garrocha, con la pica, con las banderillas, que el toro está en tal estado que es casi un acto de piedad el matarlo. Lo que pasa es que normalmente el torero es un matarife enormemente torpe que no sabe matar a un toro y lo hace mucho peor que lo hace cualquier matarife en el matadero, que lo hace de una manera mucho más limpia, mucho más rápida y mucho más eficiente. Por ejemplo, a los caballos, cuando tenían un accidente muy grave y les dolía mucho, sus propios dueños, que los querían mucho, pues le daban el tiro de gracia para que no sufrieran tanto. Entonces, si se le somete a un toro a la tortura, lo mejor que se puede hacer al final es matarlo para que no siga sufriendo. Entonces, los correvous son en este sentido peores porque se tortura al animal y al final no se lo mata. Es una barbaridad tremenda.

En la medida que me lo puedan permitir les pediría a ustedes que no piensen en estos temas desde puntos de vistas tribales, que se eleven un poco espiritualmente a un nivel donde sean capaces de pensar en categorías universales, en categorías racionales. En definitiva, los pueblos grandes son los pueblos que son capaces de pensar en categorías universales y que no están encerrados en el fango de sus propias tradiciones. Desde este punto de vista ustedes tienen una gran responsabilidad, porque si lo hacen bien y son capaces de acabar con estas salvajadas en Cataluña, esto que van a hacer ustedes será un primer paso que va a registrar la historia. Se va a decir: esto que quedaba en Europa, esta bolsa de crueldad, fue en Cataluña donde por primera vez se abolió. Luego, inmediatamente, habrá presión en otros sitios para que sea abolido también, pero siempre hace falta que alguien dé un primer paso, siempre hace falta que haya pioneros y realmente apuntarse a estas causas que van en el sentido de la ética, de la razón y, en definitiva, del progreso humano, pues tienen un gran interés. No todos los días tiene uno la oportunidad de hacer cosas de este tipo.

Respecto a los toros mismos, no hay tiempo para meterse en la cantidad de mitos de los que se ha hablado. Se dice que si no hubieran corridas de toros se acabarían las dehesas donde estos toros se crían. Contra eso hay una alternativa muchísimo mejor que es convertir estas dehesas donde estos toros se crían en unas reservas naturales y en parques nacionales, incluso sería una especie de acto de desagravio a esta especie a la que tanto se le ha maltratado. Otros bovinos, como son por ejemplo los bisontes, los que quedan en Europa, están en el Parque Nacional de Bialowieza, que está en Polonia, junto a la frontera de Bielorrusia.

Yo quisiera decirles a los que tengan que votar, que sean conscientes que tienen un asunto importante entre manos, y que sean conscientes de que no se trata, en lo absoluto, de ningún tema tribal, no se trata de los unos frente a los otros, o si esto es una costumbre de Escocia, o de la Bordano, o de Pamplona. No, se trata de que son temas universales. 

La tortura es mucho más grave incluso que la muerte. La tortura es, moralmente, lo más deleznable que hay, y hacer de la tortura un espectáculo es una gran vergüenza para aquellos que lo practican y es un síntoma de muy escaso desarrollo espiritual, moral e intelectual. Por lo tanto, espero que ustedes estén a la altura de las circunstancias y sepan hacer lo que obviamente hay que hacer.