Por
Álvaro Sarco
El Perú creció con un congreso unicameral. ¿Acaso la bicameralidad que reinó en los ochentas impidió la ruina del Perú? Al contrario, fue un escollo más contra el progreso, un oneroso monumento a la demagogia, un despliegue vanidoso de retórica para obtener el fácil aplauso de las graderías. El punto es mejorar la calidad y la eficacia de los congresistas. Bastaría que gente como Kenji Fujimori no vuelva a calentar un escaño para que el primer poder del Estado mejore en todo sentido.
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Congreso del Perú |
Algunos
añoran la retórica con la que se regodeaban los congresistas de la época de la
bicameralidad. Pero no basta ser un aceptable orador para convertirse en un buen
congresista; fatuo e irresponsable es el abuso del examen revestido de pomposidad
verbal en momentos en que urge tomar decisiones. Ciertamente, el congresista
debe saber argumentar y persuadir durante el debate, pero sin llegar al punto de
perderse en esa facultad olvidando todo sentido o criterio práctico.
En
vez de pensar en la bicameralidad, los partidos políticos y alianzas deberían
preocuparse por elaborar y presentar listas congresales con gente preparada, seria
y moralmente intachable. Lo que realmente urge es perfeccionar los filtros en la elaboración de las listas
parlamentarias. ¿De
qué serviría un congreso bicameral si seguimos con demagogos como Yonhy
Lescano?