Por Alberto Méndez Castelló
Félix Rodríguez Mendigutía asegura que el Che Guevara "... se puso blanco. Blanco, blanco como un papel. Yo nunca he visto a una persona perder la expresión de la cara como la perdió él", indicó.
“El odio como factor de lucha, el odio
intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser
humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de
matar”, en estos términos se expresó el Che Guevara en un mensaje enviado a
comunistas de África, Asia y América, dígame… ¿Qué vio en los ojos del Che
Guevara antes de morir?
“Amargura. Derrota. Era un hombre que se sentía
amargado y obviamente traicionado”.
A mi lado tengo a Félix Ismael Rodríguez
Mendigutía, el agente de la CIA que condujo la captura del Che Guevara, el
último cubano que lo vio vivo.
Félix me cuenta que ahora comparte una efusiva
amistad con Dariel Alarcón Ramírez, Benigno en la guerrilla del Che en Bolivia,
uno de los tres cubanos sobrevivientes de aquella aventura, de quienes al
recibirlos en Cuba, el mismo Fidel Castro dijo: “están vivos porque fueron
valientes y agresivos”, según narra el libro Pombo, un hombre de la guerrilla
del Che.
Al decir de Fidel Castro y por analogía comparada,
si Benigno (Dariel Alarcón), Pombo (Harry Villegas) y Urbano (Leonardo Tamayo),
los únicos cubanos sobrevivientes de la guerrilla boliviana del Che Guevara
están vivos, es, por valientes y agresivos, luego, quiere esto decir por efecto
contrario que quienes no sobrevivieron murieron por cobardes y pasivos… o, es
que acaso alguna circunstancia especial condujo a los guerrilleros cubanos a
inmolarse…
Actualmente exiliado en París, el gran interés de
Benigno desde su primer encuentro con el ex agente de la CIA Félix, fue conocer
como habían hecho prisionero al Che, “porque la indicación que nos había dado
era que la última bala era para nosotros, porque no podíamos caer prisioneros”.
Igual curiosidad a la de Benigno me hizo llegar a
la casa de Félix mediada la tarde del pasado 8 de julio, a donde, extraviados
en Miami, el Luife y yo llegamos guiados por un cartero.
Félix Rodríguez y "Che" Guevara |
“No disparen. Soy el Che Guevara. Yo valgo más vivo
que muerto”, dijo el comandante guerrillero al ser capturado, según narró a
Félix el soldadito boliviano que lo hizo prisionero.
Félix reseña aquel minuto de la Historia con un
argumento humano: “Imagínate, fue un momento muy duro para él”.
Pero la rendición del Che Guevara, simple mortal de
carne y hueso, es incongruente con el concepto del ser ciclópeo que en Cuba nos
martillan a cada minuto: “solamente pudieron capturarlo cuando el fusil fue
inutilizado por un disparo y su pistola quedó sin magazine”, haciendo que cada
día, los niños griten en las escuelas cubanas: “Pioneros por el comunismo,
seremos como el Che”.
Alberto Méndez Castelló: Luego, esa historia de que
al Che Guevara lo capturan vivo debido a que su fusil fue inutilizado y la
pistola se encontraba sin magazine…
Félix Ismael Rodríguez Mendigutía: La pistola la
tenía llena de balas. Era una Browning que no le faltaba un tiro. El fusil sí
tenía un balazo y estaba inoperable. El Che les decía a sus hombres que no
podían dejarse capturar vivos, que la última bala era para ellos. Y mira que
cosa, ningún cubano cayó preso, los mataron, solamente tres escaparon; el único
que se rindió fue el Che, que era quien les decía a ellos que no podían
cogerlos vivos.
AMC: A las doce del día del 9 de octubre de 1967,
hora de Bolivia, y puesto que la CIA lo quería vivo, pero sus gestiones fueron
infructuosas, usted va donde el Che y le dice: “Comandante, lo siento, yo he
tratado, pero son órdenes superiores”. Dígame, el Che Guevara, tan acostumbrado
a la muerte ajena, ¿cómo reaccionó ante la noticia de su propia muerte?
FIRM: Se puso blanco. Blanco, blanco como un papel.
Yo nunca he visto a una persona perder la expresión de la cara como la perdió
él. Entonces se compuso y me dijo: “Es mejor así. Yo nunca debí ser capturado
vivo”.
Al preguntar a Félix, ¿usted cree que el Che
Guevara se sintió traicionado por Fidel Castro?, respondió: “Oh, sí. Y Benigno
también lo cree, obviamente a mí no me lo iba a reconocer porque yo era su
enemigo”.
El ex agente de la CIA define el estado de
incomunicación y la falta de apoyo externo que sufrieron los guerrilleros de
forma lapidaria: “Cuando ellos vienen a Bolivia el gobierno cubano los estaba
enviando a la muerte. Al Che Guevara lo dejaron en Bolivia a la buena de Dios”.
Converso con Félix en una habitación donde pueden
verse armas de fuego de diferentes modelos y épocas, cuchillos, espadas,
emblemas, un casco de vuelo, fotografías, documentos, tallas indígenas, libros
y toda suerte de objetos que, indudablemente, cuentan la historia de quien
atesora esos recuerdos.
Al llegar, el Luife y yo tratamos de justificarnos
achacando el extravío en Miami a nuestro origen: “somos guajiros, él de San
Germán y yo de Puerto Padre”, digo, y nos contesta Félix, “yo también soy
guajiro, de Sancti Spiritus”.
Poco después, esa convergencia de nuestros ancestros, llevada por el estado de
necesidad de los cubanos, ese de conocer qué se esconde tras la máscara del
mito, de los mitos, diría yo, de esos que se valieron y se valen para hacer de
Cuba y de los cubanos, salvo honrosas excepciones, mero hato ovejuno, me hizo
preguntar: Félix, usted fue el último cubano que lo vio vivo… ¿Qué semblante
tenía el Che Guevara al final de su camino?
“Mira, antes de llegar ahí yo tenía otras ideas. Yo
estaba consciente de los asesinatos del Che Guevara en La Cabaña, había
momentos en que él me estaba hablando y yo no lo estaba atendiendo, lo miraba y
la imagen era la de aquel hombre arrogante, con aquellos abrigos en Moscú, con
Breznev, Kruchev o Mao; y al ver al hombre aquel, que parecía un pordiosero,
sucio, no tenía ni siquiera botas, unos pedazos de cuero era lo que tenía
amarrados a los pies, un desastre, y realmente como ser humano sentí pena por él”,
diría Félix de aquel día en La Higuera.
En honor a la verdad, sentí pena por la muerte del
Che cuando siendo un niño de diez años, en Cuba conocimos de ella y alguien
comentó a mi lado: “antes debían de haberlo matado”; en ese momento no
comprendí por qué ese rencor acumulado. Hoy lo comprendo, y si bien no guardo
resentimientos, tampoco siento pena por el destino del Che Guevara.
El Dr. Guevara de la Serna eligió ese camino; en
lugar de salvar vidas, se dedicó a producir la muerte; y, como si no fuera
suficiente con la muerte de sus enemigos, convocó a los suyos a morir antes de
caer prisioneros, pero cuando fue su vida la que estuvo en manos del soldado a
quien emboscado combatió, el que en ese momento final tuvo frente a frente,
entonces dijo: “No dispare”, invocando su nombre cual cheque al portador.
Pena siento por las familias de los muertos que el
Che Guevara provocó desde su llegada a la Sierra Maestra en Cuba, hasta su
minuto final en Bolivia; entre las que se encuentra su propia familia.
Pero sobre todo, siento pena por el destino de los
miles de niños a quienes en Cuba, todos los días, para transformarlos en
autómatas, hacen repetir, “pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.
Ellos representan el futuro de Cuba, y en ellos debemos pensar y por ellos
debemos actuar. Ellos merecen más atención que la muerte de un individuo que,
haciendo apología del odio, pretendió transformar seres humanos en máquinas de
matar.