jueves, 7 de octubre de 2010

Borges oral (prejuicios y opiniones controversiales)

Por Álvaro Sarco


No pocos libros más –a los que ya existen- podrían componerse con las discutibles opiniones de Borges. Dispuesto (sobre todo en sus últimos años) a conceder entrevistas y ofrecer conferencias, no malgastó tales oportunidades en halagar las perogrulladas del común, sino, por el contrario, notició con profusión y sin ambages su personal visión del mundo, aquilatando sus respuestas con una ingeniosa ironía que a veces recalaba en la mordacidad.

Borges fue un gran fraseólogo, y, esa capacidad suya, la desplegó sin renuencias. Dicho sea de paso, a las personas menos familiarizadas con los códigos expresivos borgesianos, naturalmente les resultó arduo discriminar cuándo el escritor argentino ejercitaba su faceta lúdica, hablaba en serio, con ignorancia sobre ciertos asuntos, o, por mero afán provocador. Algunos señalaron que las entrevistas y demás declaraciones de Borges representaban un nuevo género literario, de modo que la magistral forma de la enunciación era lo que básicamente debería catarse, ya que los contenidos devenían en simples pretextos.

Teodosio Fernández, Catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Autónoma de Madrid, opinó que el llamado “boom” fue lo que permitió que los escritores latinoamericanos (por primera vez) sean personajes atractivos al gran público. Así las entrevistas habrían llegado a convertirse en un verdadero género literario que, los escritores más populares, practicaron con asiduidad en los medios masivos de comunicación. Frente al asedio de los críticos, pudieron entonces promover sus obras y tratar de esclarecerlas. Paulatinamente, sin embargo, preguntas y respuestas derivaron al terreno político o privado, en donde las opiniones de cada autor se prestaban al chisme o a la polémica. Para Teodosio Fernández, Borges, dotado para la respuesta perspicaz o irritante, fue la más destacada “víctima” de las posibilidades publicitarias: sus discutibles y contradictorias manifestaciones sobre política, literatura y los temas más diversos, prevalecieron sobre su producción literaria la que, con todo, aumentó considerablemente su difusión al beneficiarse del escándalo.
Jorge Luis Borges
Del otro lado, están posiciones como las del escritor peruano Miguel Gutiérrez, quien afirmó que entre las razones que en un principio lo enemistaran con Borges estuvieron: “sus posiciones políticas en contra de todo lo que sonase a socialismo y a luchas de los pueblos. Fueron años lamentables de Borges y su gusto por los sables y las cimitarras y los uniformes lo llevó a adoptar una posición más que condescendiente con las dictaduras militares de Argentina y Chile. Menos mal que después se rectificó y esto creo que le fue beneficioso para acceder a una ancianidad espléndida, casi majestuosa. Hoy en que imperan las ideas derechistas entre la intelectualidad, sobre todo en la forma de apoliticismo absoluto, se ha urdido una coartada en el sentido de que Borges dijo lo que dijo e hizo lo que hizo por broma, por un afán de escandalizar e ir contra la corriente. No lo creo. Su oposición teñida de desprecio de clase al peronismo fue frontal; los calificativos nada misericordiosos que le inspiraba Eva Perón me temo que no pertenecían al otro Borges, sino a los dos Borges”.

Jorge Luis Borges –que ciertamente fue un recalcitrante antiperonista- saludó el golpe militar de 1976 (de Videla contra la viuda de Perón) agregando que los militares argentinos golpistas eran “unos caballeros”. Sin embargo, fue efectivamente alejándose de quienes detentaban el poder por entonces, siendo los detonantes del distanciamiento tanto la Guerra de las Malvinas, como la represión llevada a cabo y a la que criticó públicamente.

Pero si bien, en sus últimos años, el interés de Borges habría girado hacia una especie de anarquismo y pacifismo, todo indica que su antiperonismo lo acompañó hasta el final. En una entrevista que le concedió a Abel Posse expresó: “yo sabía que me jugaba el Premio Nóbel cuando fui a Chile y el presidente ¿cómo se llama? Posse: Pinochet. Borges: Sí, Pinochet, me entregó la condecoración. Yo quiero mucho a Chile y entendí que me condecoraba la Nación chilena, mis lectores chilenos, no los generales. Posse: En Europa, yo leí eso en Italia, algunos lo calificaron de profascista. Borges: Yo siempre fui antifascista; en los tiempos del nazismo, cuando había tantos fascistas y nazis en Buenos Aires, yo condené a Mussolini y a Hitler cuando muchos no hablaban. En aquellos tiempos prologué el libro ‘Mester de Judería’ de Grimberg. Posse: ¿Y con el peronismo? Borges: Yo estuve en contra del peronismo justamente porque era liberticida y de raíz fascista. Fíjese que Perón me persiguió porque yo era ‘democrático’, como se decía entonces. Jamás porque yo hubiese sido antiobrero o cosa parecida. Puso presa a mi madre y a mi hermana. No me pudo perdonar que cuando estaba en Norteamérica y me preguntaron por Perón, yo hubiese contestado: No me interesan los millonarios. Ni que cuando me preguntaron por su mujer yo hubiese respondido: Tampoco me interesan las prostitutas".

El Borges que líneas arriba hace un claro deslinde con ciertos regímenes autoritarios, creía que pasado un buen tiempo el hombre alcanzaría tal grado de “civilización” que prescindiría de los gobiernos, de cualquier tipo, incluso del llamado democrático: “Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político”.

Jorge Luis Borges
En el ámbito literario, Borges no dejó de señalar ciertos lastres contemporáneos, como éste, recogido por Edgard O’Hara: “Hablé con un joven novelista norteamericano y allá la cosa es muy triste. Él me decía que si fuera Faulkner o Hemingway, podría publicar un libro decoroso, pero que ahora no puede. Su libro tiene que ser aprobado por un ‘board of readers’ (una mesa de lectores, ¿no?)... Pero hay un segundo ‘board of readers’...; ellos leen el libro en cuestión e indican, mejor dicho, ordenan que se incluya una escena de alcoba, que un personaje sea homosexual, que se usen malas palabras... Recomiendan...; si uno de los personajes se aviene al acto sexual con un animal, es mejor... El onanismo es también ventajoso, ¿no?, que un personaje se masturbe... Si no, el libro no vende... No, no es que no se venda...: simplemente no se imprime. Todo joven escritor debe empezar así. Además, hay que tener mucho cuidado, según se me explicó, pues si hay un personaje, digamos, un canalla, tiene que ser indeterminado... Si es un negro, ofende a la comunidad negra, si es irlandés, ofende a los irlandeses; si es judío, ofende a los judíos; si es de tal estado particular, por ejemplo Nebraska o Wisconsin, tampoco conviene. De modo que es mejor que sea un poco vago... Y sobre todo hay que tener mucho cuidado con los negros, porque la gente les tiene mucho miedo, ¿no? De modo que si hay alguien malo que sea de raza blanca...”
Se ha tratado mucho sobre los prejuicios que habría arrastrado Borges. Estos se extrajeron de sus declaraciones y de los recuerdos de terceros. La que fuera mucama durante décadas de la familia Borges, Epifanía Uveda de Robledo (Fanny), ha contado: “Siempre recibía gente en la casa. Un día llegaron unas chicas brasileñas; hablaron y se rieron toda la tarde. Cuando ellas se fueron, él vino a la cocina y me preguntó cómo eran físicamente aquellas mujeres. Le dije que eran negras. ‘¡¿Cómo negras?! ¿Por qué no me lo dijo antes? ¡Qué horror, las hubiera echado! Salga usted también de acá. ¡Salga!’. Después se le pasaba”.

Intentado hacer una defensa del racismo imputado a Borges, María Kodama ensayó la siguiente explicación: "No era racista. No podemos juzgar con nuestros parámetros, aquello que pertenece a otros. Borges fue educado por padres que pertenecieron al siglo XIX, en un Buenos Aires que venía de una tradición de tener esclavos, que eran negros y se consideraba como algo normal. Él me contaba, por ejemplo, que los esclavos tomaban los apellidos de las familias a las que servían. Los patrones en el Río de la Plata eran como los más benévolos dentro del tratamiento que se les daba, porque en general hacían tareas domésticas. Quiero decir que no había un régimen cruel. Borges contaba que, después, los esclavos eran mucho más esnobs que los patrones. Recordaba que tenían un diario que circulaba entre ellos y allí figuraban, por ejemplo, como los Alvear y no querían hablar con familias que no estuvieran a su nivel. Lo que Borges podría haber manifestado en determinado momento contra los negros, no era porque él fuera nacionalista o fuera racista. Un día teníamos que viajar a Estados Unidos y el tema, en ese momento era bastante denso. Había revueltas. Era finales del sesenta. Si un negro se sentaba al lado de un blanco, éste se levantaba. Y estaban tratando de eliminar el racismo, algo que lograron maravillosamente bien. En ese momento se daba el punto de cambio y en la universidad que lo había invitado a disertar, estaban desesperados. No era hipócrita. Podía ser brutal pero decía lo que pensaba y esto es algo que he amado y amo en él. Tenían miedo de que fuera a hacer una declaración a la prensa sobre el tema y me pidieron que se lo dijera. Si lo advertía, iba a hablar cuarenta veces más sobre el tema. Era una cuestión de formación, de época. Pensé toda una noche. De pronto, mi cerebro se iluminó. Estábamos comiendo y le dije: En realidad, yo debo tener algo monstruoso dentro de mí (lo decía por querer a alguien que opinara así de los negros). ¡Por qué me dice eso!, exclamó. Bueno, le digo porque, sabe qué pasa, yo lo quiero, lo adoro pero resulta que usted se expresa de los negros de una manera que, la gente me ha dicho, demuestra que es racista. Yo sé que usted no lo es, pero la gente lo toma de ese modo. Yo voy a tener que rever todo esto. Me dijo: Pero qué idea; ¡por qué me dice todo esto!. Y le insistí: voy a tener que rever esto, porque ellos han tenido una gran civilización también, unos sí y otros no, pero... Se quedó callado [...] En Buenos Aires, tiempo después, me dijo: Ahí tiene un libro para usted, fíjese. Era un libro enorme, antiguo, todo un estudio sobre los imperios africanos de León Frobenius. Ese libro es para usted, defensora de la negritud, me indicó. Pero está en alemán y en letra gótica, aduje. Por eso mismo -respondió-; gracias a su amor por los africanos vamos a estudiar la letra gótica y el alemán".


Álvaro Sarco