martes, 12 de julio de 2011

Cuando una enfermedad es secreto de Estado

Por Héctor López Martínez


La reciente declaración televisiva del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, anunciando que ha sido operado de un tumor con células cancerígenas, despertó gran inquietud en su patria y en el ámbito internacional, sobre todo en la región. En ningún momento hubo un parte médico, pese a que fue sometido a dos intervenciones quirúrgicas en La Habana. Tampoco se conoce la ubicación exacta del tumor. Algunos especialistas, con la parca información dada por Chávez, especulan que el presidente venezolano tendría un cáncer colorrectal. Por su aspecto físico, donde se aprecia que ha perdido peso, podría aventurarse también que no ha recibido quimioterapia y su tratamiento es hormonal. Obviamente, el ritmo de vida de Chávez sufrirá cambios notorios. ¿Un hombre que ha hecho gala de tanta vitalidad podrá soportarlo? Solo el tiempo nos dará una respuesta.

El presidente de Francia, Georges Pompidou, que reemplazó a Charles de Gaulle desde el 15 de junio de 1969, comenzó a sentirse débil y sin energías en agosto de 1972. Con el mayor sigilo le hicieron un exhaustivo chequeo y el diagnóstico fue cáncer avanzado que afectaba la médula ósea. Sus médicos mantuvieron en total secreto la enfermedad del mandatario y lo trataron con elevadas dosis de esteroides que le hinchaban la cara. A principios de 1974, los dolores, sobre todo al caminar, exigieron calmantes cada vez más poderosos. Pompidou murió de mielomatosis (enfermedad maligna a la médula ósea) el 2 de abril de ese mismo año. Solo después de su deceso se reveló la naturaleza de la enfermedad que puso fin a su vida, cuando aún no concluía su mandato presidencial.

El 21 de mayo de 1981 François Mitterrand asumió la presidencia de Francia. Seis meses más tarde comenzó a sufrir dolores en la espalda, en el brazo derecho y en las piernas. Su médico personal, Claude Gubler, con el mayor secreto, lo sometió a diversas pruebas en el hospital militar de Valde-Grace. El 16 de noviembre de 1981 ya se tenía el diagnóstico: cáncer de próstata en fase avanzada. Mitterrand ordenó que se guardara el más absoluto secreto y fue sometido a una terapia hormonal, menos debilitante que la quimioterapia. Lo asombroso fue que durante su primer mandato, que duro hasta 1988, desarrolló una actividad agotadora. Su único temor fue perder la voz, uno de los efectos secundarios de su tratamiento.

Mitterrand fue reelegido para un segundo período. Era, sin duda, ejemplo de una voluntad de hierro y de temerario coraje. Pero el 11 de setiembre de 1992 no se pudo evitar una operación de emergencia para aliviar la presión de la próstata sobre la uretra. En ese momento el secretismo terminó. El presidente fue sometido a diversos tratamientos e incluso a ciertas modalidades de medicina alternativa, pero el cáncer le produjo sucesivas crisis. Mitterrand falleció el 8 de enero de 1996, ocho meses después de dejar el cargo presidencial. Tenía 79 años de edad. Cuestionado como político, no se puede negar que como hombre demostró dignidad y valentía.

El médico y político británico David Owen ha escrito: “Mitterrand es una prueba de que un jefe de Estado o de Gobierno puede estar enfermo, su estado ser grave y su tratamiento exigente y, con todo, puede seguir gobernando de forma eficaz… La lucha contra el cáncer ha hecho grandes progresos y los pacientes toleran ahora muy bien muchos tratamientos duros”.