sábado, 7 de junio de 2014

Reseña de: Ivonne Bordelois: Un triángulo crucial. Borges, Güiraldes y Lugones. Buenos Aires: Eudeba, 1999.[ 1 ]

Por Carlos García (Hamburg)


La Dra. Ivonne Bordelois, cuya gama de intereses incluye autores tan dis­pa­­res como Ricardo Güiraldes y Alejandra Pizarnik, propone con el volumen aquí comentado un interesante es­tu­dio de las complejas rela­ciones entre Borges, Güiraldes y Lu­­gones. 

An­ti­ci­pos de las tesis básicas refrendadas en el libro aparecieron en Cua­­­dernos His­­­pa­no­­ame­­ri­canos 585 (Madrid, 1999) y en La Na­­ción (Buenos Aires, 25 de abril de 1999).[2]
 
El tema del libro está bien elegido, ya que se cifra en ese triángulo una tras­cendente época de la lite­ra­tura argentina. Se notaba ya, por lo de­más, la falta de un estudio meduloso acerca de las cam­biantes rela­cio­nes entre Borges y Güiraldes, y la con­tra­dic­to­ria ac­ti­tud de Bor­ges ante Lu­go­nes no había llamado menos la aten­ción.

El trabajo, cuya materia fuese objeto de un Se­mi­na­rio de Doctorado en la Universidad de Buenos Aires, pre­senta una plausible y amena reconstrucción de épo­ca, escan­di­da en tres partes: la primera estu­dia la relación entre Güi­raldes y Borges; la segunda, la consa­gra­ción de Güiraldes y el silen­cia­­miento de Borges por parte de Lugo­nes; la úl­tima, la “cano­ni­za­ción” póstuma de Lu­­go­nes por Borges y el giro que éste daría en des­­me­­dro de Güi­raldes. 

Simplifico aquí el es­que­ma con que Bordelois reconstruye la com­pli­cada rela­ción entre los tres au­to­res:

Borges, quien apreciaba a la per­­so­na Güi­­raldes, se alía con éste a fin de introducir sus res­pec­ti­vas obras en el campo li­te­rario de la épo­ca, desplazando a Lu­go­nes. 

Los ataques de Bor­ges a Lu­go­nes, a su vez, habrían pre­­­dis­puesto a éste contra Bor­ges. 

Al apa­re­cer, casi si­mul­tá­nea­men­­­te, en julio de 1926, Don Se­gun­do Som­bra y El tamaño de mi es­­­pe­ran­za, Lu­go­nes ha­bría en­contrado la manera de poner a Bor­ges en su lugar: mediante una reseña elo­giosa y en sitio preponderante, Lugones da a Güi­­ral­des el es­pal­da­razo, y anonada con su silencio el libro de en­sa­yos pu­bli­ca­do por el jo­ven ad­versario. 

Bordelois presenta sus resultados en un estilo ameno y accesible. El estudio con­tiene varios acier­tos, pero también algunos errores de hecho o de in­ter­­pre­ta­ción. Ninguno de ellos es grave por se­parado, pero la suma da una imagen di­fe­rente del asunto en cues­tión, y sus­cita graves dudas acerca de la documentación manejada. 

El error me­nos tras­­­cen­dente: según Bor­de­lois (p. 35), “el 15 de julio [de 1924] se co­nocen Güi­raldes y Bor­ges en la inau­gu­ra­ción de Amigos del Arte, cuyo pre­sidente es Ma­nuel Güiraldes” (pa­dre del escritor). 

Sin em­bar­go, Bor­ges arri­bó re­cién cuatro días más tarde a Buenos Aires, procedente de Europa (El Diario porteño del 19-VII-24 men­cio­na a “J. Bor­ges y familia” entre los pa­sa­je­ros del “Ora­­nia”; cf. A. Vac­ca­ro: Georgie. Bue­nos Aires, 1996, 241). 

Tam­bién una no­ta de Güiral­des en su Dia­rio iné­di­to, de co­mien­­zos de agos­to de 1924, afir­ma que éste había cono­ci­do a Bor­ges pocos días an­tes, es de­cir, hacia fi­nes de julio.

Por cierto, Güi­ral­des y los padres de Bor­ges estaban ya en con­tacto, cuando me­nos, desde hacía tres años, lo cual Bordelois pa­re­ce ig­no­rar. 

Ello ex­plica, por un la­do, que sub­sista en­tre el material pós­tumo de Borges una edición del Cen­ce­rro de cris­tal (1915) con de­di­ca­to­ria del autor, fechada en 1921, así co­mo la exis­­tencia de ejem­­plares de ambos nú­me­ros de la revista mural Pris­ma (1921-1922) con sendas de­­dica­to­rias de Borges a Güi­­ral­des. 

La re­la­ción entre los pa­dres de Borges y Güiraldes debe ha­ber influído, además, para que aquél pla­nea­ra in­cluir poe­­mas de Güi­ral­des en “La lírica ar­gen­tina con­tem­poránea” (1921; TR 132-141),[3] plan que surge de su correspondencia inédita y que no se con­­cre­tó, imagino, por ra­zo­nes ajenas a Borges. 

Otros errores, más graves, proceden de una práctica difundida, que ha des­ba­rra­do ya otros trabajos sobre la poesía de Bor­ges: me refiero a la mala costumbre de citar obras su­yas por ediciones tar­días, sin conside­rar que éstas adu­cen nu­me­­rosas variantes en rela­ción con las pri­meras. 

En el caso de Luna de en­frente, que interesa a Bor­delois en rela­ción con el criollismo de Borges, la edición original hu­bie­ra sido más favo­ra­ble a su tesis que la elegida. 

Pero su afán por rela­cionar el criollismo de Borges con Güi­ral­des, aunado al desconoci­miento de las ediciones prin­ceps, hace decir a Bordelois (p. 46): “[en Lu­na de en­frente] es la pri­me­ra vez que Bor­ges ha­­bla de guitarras en su poe­­sía”. 

El aserto es erróneo: ya en Fer­vor de Bue­nos Aires (1923), el tér­mino “gui­ta­rra(s)” apa­re­ce cinco ve­­ces, y un poe­ma, su­pri­mi­do re­cién a partir de 1966, lle­va­ba por tí­tulo “La gui­ta­rra”.[4]

La relación entre Borges y Lugones fue realmente complicada y has­­­­­­­ta contra­dic­toria; ello es comprensible si se tiene en cuen­­­­ta el enorme peso de la figura pública de Lugones y la an­sie­dad del jo­ven Borges por alcanzar reconocimiento. 

Como re­pre­sen­tante de una escuela anterior, Lugones era un con­trincante de Borges y sus amigos; por otro lado, era un punto de re­fe­rencia, un faro inelu­di­ble en el mun­dillo literario y en el inci­piente campo in­te­lectual. Al­gunas citas lo certifican: 

En una carta de 1922, Borges llama a Lugones “el mayor taita li­te­rario de aquí”. 

En su contestación a “Nuestra encuesta sobre la nueva gene­ra­ción li­te­raria”, Borges dice (Nosotros 44, 168, mayo 1923; TR 390):
Mis entusiasmos son ortodoxos. Entre los santos de mi de­­voción cuento a Capdevila, a Banchs y señala­da­mente a nuestro Que­vedo, Lu­gones.
En carta inédita del 10-VIII-23, Borges anota: “una página de Cansi­nos Assens o de Lu­gones equivale a la obra to­tal de [Pedro] Garfias...”.[5]
 
En una versión de “Examen de metá­fo­ras”, compuesta entre fines de 1923 y comienzos de 1924 en Eu­ro­pa, y no entregada por él a la im­prenta, Bor­ges anota:
Góngora, escan­daloso profesor de fala­cias, co­men­zó el aprove­cha­miento de las coincidencias for­ma­les [...] al afir­mar: ‘Los arados pei­nan los agros.’ Artimaña que al­can­zó lue­go su más plena­ria reduc­ción al absurdo en versos nu­merosos del axio­mático Lunario senti­mental de nuestro Que­vedo, Lu­go­nes.
Y en carta inédita de enero de 1924, Borges relata: “En la maleta trai­go los Sueños de Villarroel y el Libro de los Pai­sajes de Lu­go­nes”, y agrega que “entrando a sa­co en ellos”, hallará tantas metáforas co­mo para hacer “dos poe­ma­rios crea­cio­nistas” – ahora una pulla contra Huidobro y sus seguidores. 

Puede afirmarse que en todos los testimonios del joven Bor­ges, cuan­do menos hasta 1925, resuena su admi­ra­ción por Lu­go­nes. Es difícil precisar cuándo comenzó ese período, pero puede consta­tarse lo siguiente: cuando la familia Borges marcha a Europa en 1914, lleva consigo un ejemplar del Lunario sentimental (1909). Contiene numerosas notas de Borges y, entre ellas, es­bozos de sonetos a la manera lugoniana, que podrían ser de 19181-1919.

En vista de esa devoción, no ex­traña que, a pesar de ya no com­par­tir su poé­tica, el joven Bor­ges lo visitara a menudo para mos­trarle sus obras: aparte del tes­­­timonio tardío del mismo Borges, hay dos coe­táneos, de una visita en conjunto con Eduardo González La­nu­za, que tuvo lugar el 27-III-22. En esa ocasión, ambos ofre­cie­ron a Lugones ejemplares de la flamante revista Pris­ma 1 y 2, y se en­re­daron con él en una discu­sión acerca de la ri­ma. 

El último trabajo de la década del veinte sobre Lugones será la des­pectiva re­seña del Ro­man­cero (Inicial 9, enero 1926; Tamaño 1926: 102-106). 

Borges no vol­ve­rá a dedicarle un ensayo a Lugones hasta su muer­te en 1938 (aunque alude cifradamente a él, como cordobés, al final de su respuesta a la en­cuesta de Crí­tica so­bre el gaucho).[6]

Si bien es cierto que El tamaño de mi esperanza no recibió co­men­tarios de pe­­so, el silenciamiento de Borges por parte de Lu­go­nes no era nue­vo; de hecho, éste nunca escribió expresamente sobre aquél.

Lo nuevo, si acaso, es el comentario positivo y en lugar prominente que Lugones de­di­ca a Güi­­­­ral­­des, ayudando así, como bien ve Bor­de­lois, al éxito de Don Se­­­­gun­­do Sombra

Debe considerarse, sin em­­bargo, que la edi­torial re­gen­teada por Evar Méndez había pre­pa­ra­do la aparición de la no­ve­la con un magno despliegue publicitario, que incluyó an­ti­ci­pos en Martín Fie­rro y una ingente tirada. Lugones era accionista de Martín Fierro y veía con simpatía los pro­yectos de Méndez, quien era fer­viente admirador suyo.[7]

Por lo demás, y esto es decisivo: 

El Borges que se repartiera con Güiraldes la pampa y el arrabal no es el prosista de Tamaño, sino el poeta que pu­blica a fines de 1925 Luna de enfrente y que planeaba ya, desde di­ciem­bre del mismo año, Cuaderno San Martín (que vería la luz re­­cién en 1929).

El terreno que Borges disputaba a Lugones, y sobre el cual ver­saba su desacuerdo, no era la prosa, sino la poesía – fácil cons­ta­tación que refuta el esquema pro­puesto por Borde­lois. 

Por mi parte, ubicaría el cisma entre Borges y Lugones hacia abril de 1925. En una carta de lec­tor (“De la dirección de Proa”: No­sotros 49, 191, abril 1925; TR 207), Borges refuta impu­taciones hechas a la revista que él co-diri­gía con Güiraldes, Bran­dán y Rojas Paz:
Lo que sí juz­go inex­pli­cable en el arran­que de Villoldo es su cuá­dru­ple afir­­ma­ción de que Proa ‘sus­cribe con pe­re­grina compla­cen­cia las te­­me­ra­rias di­va­ga­ciones políticas’ que ges­ticula don Leo­pol­­do Lu­go­nes. ¿Basta el solo he­cho de que Proa, revista pura­men­te lite­raria, no ha­ya ata­ca­do hasta hoy la bra­vuco­nería del cor­do­bés, pa­ra que la de­claren cómplice suya? ¿No es esto una injus­ti­cia? [...] Yo quiero agra­de­cer­­le a Lugones el ha­­bi­tual de­leite que El Solterón y la Qui­mera Lu­nar y alguna estrofa suelta (El jardín con sus ín­ti­mos retiros - dará a tu alado sueño fácil jaula) siempre me re­ga­la­ron; pero ni sufro sus ri­mas ni me acuerdo del tétrico en­lu­ta­do ni pre­­tendo que sus imá­ge­nes, diva­gadoras siem­pre y nunca ayu­da­do­­ras del pen­sar, puedan equipararse a las fi­guras orgánicas que mues­tran Gó­mez de la Ser­na y Rafael Cansi­nos Asséns.
La dirección de Proa, a su vez, se distanciará del reproche de ser un “ejército fascista ca­pi­­ta­neado por Lugones”, en una carta publi­cada poco después en sus propias páginas (TR 205). 

Es éste, sugiero, el trasfondo ante el cual debe leerse el feroz ata­que de Borges a Lugones en Inicial, con ocasión del Romancero: la necesidad de apartarse de la nociva sombra del politizado Lu­­gones. De ahí, también, la mención desdeñosa en una entrevista de mayo de 1926 (TR 390-391): “En ese anteayer, no había atar­de­ce­res, ha­bía crepús­culos; [...] no había poetas, había Díaz Ro­mero y Lu­go­nes.” 

Tras el alucinado encuentro de 1960, en el que Bor­ges cifra su re­con­ci­liación con la fi­gu­ra imponente del admirado con­­­trin­can­te, y tras sus despistes políticos, puede sorprender que adjudique a Bor­ges motivos de esa índole para distanciarse de Lugones a me­dia­dos del 20. Recuérdese, sin embargo, que es la etapa más po­li­ti­zada de Borges, que lo lle­va­rá a apoyar activamente la candidatura de Yri­go­yen en 1928 – ac­tividad paralela a la tarea compartida con Lugones en la funda­ción y dirección de la Sociedad Argentina de Escritores. 

Por lo demás, aduzco esa última hipótesis menos por convicción que para mostrar que los docu­men­tos pueden ser leídos de manera diferente a la pro­puesta por Bor­delois. Pero es aquí donde veo el mayor mé­ri­to de su libro: pone de nue­vo sobre el tapete, con buenos ma­te­ria­les y una hipótesis in­ge­niosa, una cuestión que me­rece ser dis­cu­tida.
(Hamburg, 1999 / mayo de 2014)


[1] La versión original de este trabajo apareció bajo el título “Ivonne Bordelois: Un trián­gulo crucial: Borges, Güiraldes, Lu­­gones. Eudeba, 1999” en Variaciones Borges 9, Aarhus, ene­­­­ro de 2000, 255-258. La pre­­­­sente versión, ligeramente corregida y aumen­ta­da, es de mayo de 2014.

[2] Otros trabajos de la autora: Ge­nio y fi­­gu­ra de Ri­­cardo Güi­­ral­­des (1966, 21998), El Alegre Apocalipsis (1995), Co­rres­pondencia Pi­zarnik (1998).

[3] TR: Jorge Luis Borges. Textos recobrados, 1919-1929. Buenos Aires: Emecé, 1997.

[4] Discutible es también la versión que Bordelois da de la relación entre Borges y Va­lery Lar­baud, que la autora sobreestima. Es cier­to que Lar­baud felicitó a Borges, a quien con­si­de­raba un epígono de Güi­ral­des, por in­ter­me­dio de éste, pe­ro la cita de su carta (p. 47) ob­via los atina­dos co­mentarios del receptor: la apre­­cia­ción de Lar­baud era erró­nea, y Güiraldes lo su­po. En carta no en­viada a Gui­ller­­mo de Torre, del 27-VI-25, Güi­ral­des ano­tó: “esas ideas no se de­­bían en modo al­gu­­no a in­fluencia ejer­ci­da por mí (como lo sos­pe­chaba Lar­baud en cuanto a Bor­­ges, tan dis­tin­­to), sino que ha­bían fruc­­ti­ficado solas, como una ne­ce­si­dad del mo­­men­to.” Por lo de­más, Borges no apreció la obra de Lar­baud, a quien lla­­mará des­pec­tivamente “mi­nor poet” en la dé­cada del 30; su opi­nión de me­­diados del 20 era aún peor; en alguna car­ta iné­dita se mofa de los “con­sejos hispa­nó­filos” de Larbaud.

[5] En el marco de la misma encuesta (p. 282), Gui­ller­mo Juan [Bor­ges] llama “Nulario sentimental” al Lunario de Lugones, bu­fo­nería atri­buida en ge­ne­ral a Borges, quien la utilizaría recién en 1926 en forma escrita (TR 207). Pedro Garfias era un poeta español, compañero de Borges en la gesta ultraísta; se conocieron en marzo de 1920 en Madrid.

[6] Cf. Carlos García: “Borges y el 'endiosamiento de Hernández'”: Variaciones Bor­ges 8, Aarhus, 1999, 186.

[7] Cf. Carlos García: “Evar Méndez y el final de Martín Fierro: leyendas y verdades”: Espe­rando a Godot 6, Buenos Aires, agosto de 2005. Martín Greco: “Entre el moder­nismo y la vanguardia: Evar Méndez (1885-1955)”: Bade­bec. Revista del Centro de Es­tudios de Teoría y Crítica Literaria 2, 4, Rosario, marzo de 2013, 1-37. En 2015 sal­drá el siguiente volumen: Carlos García / Martín Greco: La ardiente aventura. Cartas y do­cu­mentos inéditos (1907-1955) de Evar Méndez, director del periódico ‘Martín Fierro’.