Meses
previos a las elecciones del 2016, una rara iniciativa de Steven Levitsky fue
aceptada por Keiko: desalbertizar y caviarizar a Fuerza Popular (FP). En
Harvard, ella mostró su simpatía con la ideología de género; sacó de las listas
congresales a líderes históricos del fujimorismo y aceptó el ingreso de una dotación caviar a FP
poniendo a V. Huaroc en su plancha presidencial; quien, a pocos días de la
elección, negligentemente se hace desembarcar de la segunda presidencia; y, a
continuación, todo al anti fujimorismo estatal y mediático (¿bajo auspicio de
Odebrecht?) arremetió, vilmente, contra J. Chlimper; con cuyo desembarco, caía
la candidatura de Keiko. El 2016, ¿hubo
una infiltración para destruir la candidatura de Keiko por fuera y por dentro?
Actualmente,
la izquierda mediática caviar impulsa una campaña resaltando algunos mensajes
de Kenji en su twitter, sobre discrepancias con algunas iniciativas de su
bancada congresal; casos: Figari-sodalicio e iniciativa legislativa para
prohibir que corruptos dirijan medios. Esta ofensiva, estaría dirigida a
generar condiciones para un proceso divisionista en FP, ¿están infiltrados en
entorno de Kenji? Últimamente, a Keiko, le han acuñado una palabra para
debilitarla: “perdedora” y los halagos soliviantados, a Kenji, están asociados
a burlas.
El
fujimorismo es una fuerza política hace 27 años; tiene 3 fases en su proceso de
existencia: el gobierno, la desgracia o persecución y el resurgimiento (bajo el
liderazgo de Keiko). Es el partido de mayor gravitación en la historia del Perú
porque sentó las bases de nuestro actual desarrollo. Salvo el controversial 5
de abril, siempre apostó y actuó en los marcos de nuestro sistema democrático
(dada la conducta de sus bancadas congresales, desde el 2001) y, desde el Congreso,
es el soporte de nuestra gobernabilidad actual.
Aunque
la labor de Keiko desde hace 7 años en Fuerza Popular es importante; los 27
años de fujimorismo es resultado de la acción y proyección ante la historia del
ex presidente Alberto Fujimori (AF); así lo reconoce la clase política y su
interacción y, especialmente, los votantes naranjas. A diferencia de Keiko; Kenji, resalta mejor
esta realidad y pretende consolidarla; siendo la proyección de su liderazgo, no
una amenaza de divisionismo; sino, de larga vigencia política partidaria del
fujimorismo.
Antes
de descubrirse la mega corrupción de Odebrecht, en nuestro país y América
Latina; los cuatro últimos gobiernos y los caviares (que repletaron el Estado y
los medios), nos hicieron creer que, a diferencia del fujimorismo de los 90s,
construían institucionalidad y transparencia. Ahora ya todos sabemos que la destruyeron bajo las órdenes de la mafia
político- empresarial de Odebrecht; cuyo control a la clase política anti
fujimorista en base a coimas y financiamiento de sus campañas electorales
impidió el triunfo de Keiko el 2011 y, especialmente, el 2016. Keiko no es
perdedora, sino, víctima de maniobras fraudulentas del poderoso y corrupto
bloque político- económico anti fujimorista que Odebrecht dirigía en el Perú para no perder el gobierno y sus fuentes de saqueo, ¿era Luis Favre, el implementador
de éstas órdenes?
Gracias
a Odebrecht, en el Perú solo había fujimorismo y anti fujimorismo (hoy muertos,
pero insepultos). Ahora sólo tenemos al fujimorismo; por lo que los zombis,
aterrados del inminente retorno del fujimorismo al gobierno (porque la mafia
que reunía y financiaba al anti fujimorismo para cuidar sus corruptos
intereses está herida de muerte), se han puesto a trabajar e impulsar la estrategia
de dividirlos. Creen tener en Kenji, a su instrumento. AF, quién indudablemente
influencia en sus hijos, difícil que aliente la división o no advierta la
ofensiva divisionista; aunque ya se hace necesario que Keiko y Kenji, evitando
una crisis de crecimiento, compartan la dirección política del fujimorismo; sin
caer en el juego destructivo de nuestra democracia, que pretenden sus enemigos.
Sin el fujimorismo unido, nuestro modelo económico se pone en peligro y nuestra
democracia profundizaría su crisis.