lunes, 16 de agosto de 2010

El centenario de Alberto Hidalgo

 
Nacida bajo el signo de la inconformidad, el desacuerdo, la rebeldía contra todo y contra todos, la obra de Alberto Hidalgo refleja con fidelidad lo que fue la personalidad compleja y conflictiva de su autor. Pero Hidalgo no era solamente un inconforme sino también un exaltado practicante de la “religión del yo”que canta en un poema (podría pensarse incluso que en la actitud egocéntrica están las raíces de su rebeldía) y un hombre que hacía del culto apasionado a la libertad otra de sus más características señas de identidad. Y todo ello está presente en diversas proporciones en su poesía y en su prosa teórica, en sus fulminantes libelos y en sus piezas teatrales.

Sin embargo, hoy que se cumplen cien años del nacimiento del escritor (Arequipa, 23 de mayo de 1897), queremos reflexionar solamente sobre su poesía, excesiva en cantidad (veinticuatro libros) pero admirable por muchos motivos y que a pesar de los inevitables altibajos propios de un corpus tan grande, constituye no solamente el sector más valioso de su obra sino también momento importante en la historia de la poesía peruana de nuestro siglo.

Entre 1916 en que publica Arenga Lírica al Emperador de Alemania y 1967, cuando aparece Antología Personal, el último libro, se extiende el dilatado ejercicio poético de Alberto Hidalgo Lobato. Un itinerario de más de cincuenta años de trabajo creador en que es posible discernir varias etapas. En la primera conformada por el libro inicial y Panoplia lírica (1917), Las voces de colores (1918), Joyería (1919), Hidalgo se muestra “enamorado sin examen de la arenga futurista y relampagueante de Marinetti”, según apunta con acierto Miguel Ángel Urquieta. Si esto es así, la poesía de Hidalgo inspirada libremente en el Futurismo, constituye sin duda la primera aparición de la vanguardia en la poesía peruana.

En la trayectoria de Hidalgo vendrá luego una etapa de búsqueda sostenida de una expresión más personal, lo que supone apartarse de la lección futurista como paradigma exclusivo y trabajar en cambio en una reelaboración personal de las propuestas de las otras tendencias de la vanguardia. Por este camino el poeta llegará a crear su propia escuela, el Simplismo. Son los años en que Hidalgo instalado ya en Buenos Aires, ciudad a la que “adoptó” y en la que vivió gran parte de su vida, publica obras como Tu libro (1922), Química del espíritu (1923), Simplismo (1925) y Descripción del cielo (1928) que conforman la estación propiamente vanguardista de su historia poética.

El Simplismo postula la supremacía de la metáfora, el poema tiene que consistir en una ininterrumpida serie metafórica. Supone también la eliminación en el texto poético de moralejas, lecciones, argumentos, teorías. Sin embargo, la más original invención de Hidalgo en su etapa vanguardista es el “poema de varios lados”. Cada verso es un lado, “es decir, tiene una personalidad, una individualidad exclusiva y aislada… Un verso en sí es una obra de arte… El verso es el vehículo de la expresión poética”. Hay que reconocer que Hidalgo supo ser fiel a este credo. En su obra a partir de los años veinte y hasta el final, abundan los poemas en que los versos –que son metáforas a menudo brillantes, imaginativas, audaces-, adquieren autonomía y peso estético propio.

Jorge Cornejo Polar
De 1933 con Actitud de los años a 1948 con Poesía de cámara, se extiende un nuevo período al que cabe denominar postvanguardista. Es el inicio de la gran madurez del poeta. El desarrollo cada vez mayor de su capacidad metafórica (la metáfora es prácticamente el único instrumento expresivo que utiliza) se pone al servicio del tema del amor (la temprana muerte de la esposa es el factor desencadenante) y de la reflexión sobre la condición humana: Actitud de los años, en la línea del canto a la mujer amada perdida en la muerte pero inmortal en el sentimiento hecho palabra y Dimensión del hombre (1928) y Poesía de cámara en la línea reflexiva, se cuentan entre los mejores libros del poeta arequipeño.

A partir de los años cincuenta el tema del Perú o más exactamente el Perú visto con los ojos amorosos e imaginativos de un ausente proclive a la exaltación y a la hipérbole toma fuerza en la poesía de Hidalgo a través de libros como Carta al Perú (1953), sin duda el más importante, Patria completa (1960), encendido canto a Machu Picchu, Historia peruana verdadera (1961) y Árbol Genealógico (1963), meditación poética sobre el indio “antepasado y a la vez intransferible coetáneo nuestro”. Con estos libros inspirados por el amor y la nostalgia y basados en la destreza en el manejo de la metáfora, logra Hidalgo construir un correlato verbal, una singular imagen poética del Perú. Simultáneamente van apareciendo otros libros capitales como Anivegral (1952), Espaciotiempo (1956), Biografía de yo mismo (1959), Persona adentro (1965). La poesía como espectáculo protagonizado por las excentricidades vanguardistas ha desaparecido casi por completo. Se mantiene en cambio la actitud “en contra”, de una variada serie de objetivos, la complacida contemplación del propio yo, el individualismo contumaz, el ademán soberbio, el fanatismo metafórico, el brillo verbal, puesto todo ello al servicio de una cada vez más detenida consideración del hombre y su destino y de la reflexión sobre la propia poesía.

En Espaciotiempo por ejemplo, brilla el poema “Semáforo”, una de las más sugestivas artes poéticas de las varias que escribió Hidalgo. Luego de pedir “la cesantía de las buenas costumbres del lenguaje / la defunción de la gramática / el aniquilamiento del sentido doméstico en el canto…” se invoca a versistas y leyentes “para que juntos poememos en perseveración de este prodigio” (explícito reconocimiento de la indispensable participación del lector en el hecho literario). Pero el sentido más profundo del texto se expresa al final: “El poemar repuebla el tiempo / acrecienta el espacio… y en tanto se espacia poemando / se tiempo para siempre quien poema”. Se reinvindica así el carácter fundacional de la poesía y se recuerda la promesa cierta de perennidad que se abre ante quien hace poesía auténtica.

A los cien años del nacimiento y a los treinta de la muerte de Alberto Hidalgo, es de justicia reconocer su precedencia en la introducción de la vanguardia en el Perú, el vuelo deslumbrante de sus metáforas, su terca apuesta por la libertad temática y formal, lo pertinente de algunas de sus luchas, el ejemplo de su entrega total a la literatura. Y en definitiva el haber inscrito en la historia de la poesía peruana al menos unos cinco o seis libros cuya vigencia el tiempo implacable no va a cancelar.


Jorge Cornejo Polar

(Jorge Cornejo Polar: El centenario de Alberto Hidalgo. En el diario El Comercio -1997)