domingo, 26 de septiembre de 2010

Mario Chabes y Macedonio Fernández


Por Carlos García (Hamburg) / carlos.garcia-hh@t-online.de

A Álvaro Sarco[1]

Una de las peculiaridades de la actitud de Macedonio Fernández (1874-1952), cumbre de la vanguardia histórica argentina, fue su cordial y curioso interés en mantener trato no sólo con autores argentinos, sino también con escritores latinoamericanos (desde México a Chile, pasando por Brasil), casi hasta el final de su vida.
Asumió así, más concretamente que otros, un perfil pasajero del vanguardismo porteño, agotado hacia 1926, tras la disolución del “Frente Único”, al que habían pertenecido el poeta Oliverio Girondo, el pintor uruguayo Pedro Figari, los escritores Ricardo Güiraldes, Evar Méndez, Jorge Luis Borges y algún otro, y cuyo fin había sido el establecimiento de contactos con literatos e intelectuales de otros países del continente.
Entre esas relaciones de Macedonio sobresalen las que mantuvo con algunos escritores peruanos –tema no estudiado hasta hoy como lo merecería. La más descollante y productiva entre ellas fue la amistad que lo unió a Alberto Hidalgo por decenios, pero esa relación será objeto de otro trabajo, de mayor envergadura que el presente.[2] 
Aquí me interesa estudiar la que mantuvo con el poeta Mario Chabes, como parte de un diccionario de relaciones de Macedonio que estoy componiendo.

En carta a Hidalgo de mayo de 1926, Macedonio dice (Obras Completas II, 82):
Hubiera deseado también que Mario Chabes me citara cuando quisiera: puede ser que reuniéndonos a menudo con temperamentos vigorosos y de afectividad, ganemos en eficiencia mental. Yo quiero llevar todo mi aporte a la conversación; no pienso escribir, pero gano mucho con estos acercamientos. Ustedes escribirán y crecerán. Suyo affmo.
Macedonio Fernández
El poeta peruano Mario Chabes (que firmaba antes también como J. Mario Chávez y luego Mario Chávez, antes de pasar a la firma definitiva), desconocido en Argentina y entretanto olvidado en Perú, había nacido en 1900 o, según algunas fuentes, en 1901 o en 1903.
Carlos Milla Batres, por ejemplo, relata (Enciclopedia Biográfica e Histórica del Perú. Siglos XIX-XX. Lima: Editorial Milla Batres, 1994, IV, 10):
Chávez, Mario J.: Poeta nacido en Arequipa en 1901. Su principal libro es Ccoca (1926). Se inicia como posmodernista, evoluciona hacia la vanguardia, a cuyos recursos añade en el libro citado una temática indigenista.
Como se advertirá, Milla Batres no sabe dar razón acerca de la fecha de fallecimento de Chabes, ignorada por todos cuantos han escrito sobre él. Yo mismo, que la desconocía hasta hace poco, la presumí temprana, debido a que su obra alude una y otra vez a enfermedades. Sin embargo, en el intervalo entre la primera publicación de este trabajo (mayo de 2005) y la presente versión (septiembre de 2010) trabé conocimiento con un familar de Chabes, quien me informa que éste murió en la década de los 70, debido a problemas renales.
En Perú, Chabes colaboró en su juventud en las revistas de avanzada Amauta, Flechas y Jarana.
También en su país, y antes de pasar a Buenos Aires, publicó dos poemarios: Alma... (Arequipa: Ed. del autor, 1922) y El silbar del payaso (Prólogo: Miguel Ángel Urquieta. Arequipa: Editorial Urquieta, 1923).[3]
El segundo libro suscitó una breve y malhumorada crítica de Pablo Neruda, aparecida bajo el seudónimo “Sachka” en la sección “Los libros” de la revista Claridad 95, Santiago de Chile, 7-VII-1923; cf. David Shidlovsky: Pablo Neruda y su tiempo. Las furias y las penas. Tomo I, 1904-1949. Santiago de Chile: RIL Editores, 2008, 88):
verso ansioso de nuevas formas, pero atrozmente descolorido y sin tormento. No me gusta.
La primera publicación de Chabes en Argentina también data de 1923. Apareció en el marco de un número especial de la revista Nuestra América publicado en “Homenaje al Perú / 1821 -28 de julio- 1923”: “Vigilia Nº 18”: Nuestra América. Revista mensual de difusión cultural americana, año V, tomo VII, Nº 42-43, Buenos Aires, julio-agosto de 193, 285-286.
Tras el poema de Chabes, aparecen en la revista las siguientes palabras, sin firma, pero de Magda Portal:
Mario Chávez es un muchacho de 20 años apenas, y sin embargo, tiene ya dos libros, Alma y El silbar del payaso, de modernísima estructura, los que nos afirman un alto temperamento de poeta, cuya cima de triunfo no puede preverse.[4]
Radicado por un tiempo en la capital argentina (conjeturo que entre fines de 1925 y fines de 1926), Chabes participó más tarde en alguna sesión de la Revista Oral y en la tertulia de Hidalgo, y publicó cuatro poemas en una revista fundada por Borges y otros (Proa 15, enero de 1926, 49-50).[5] 
Hidalgo, quien también procedía de Arequipa, incluyó los siguientes poemas de Chabes en su antología Índice de la nueva poesía americana (Buenos Aires: El Inca, 1926): “Sala hospitalaria”, “Tarde”, “Bajorrelieve”, “Muelle roto”, “Nocturno de los sapos” y “Los gauchos”.[6] 
También en Buenos Aires, Chabes publicó su libro Ccoca (1926), según sugieren algunos indicios, a propuesta de Hidalgo,[7]  quien había sido encargado por la editorial El Inca de configurar un programa de ediciones (aunque es igualmente probable que el libro apareciera en la imprenta/editorial “El Inca” a costa del autor, como ocurrió con muchas otras publicaciones en esos talleres).[8] 
Se conserva un ejemplar de ese libro dedicado por Chabes a Macedonio en el archivo póstumo de éste:
                                                     A ése gran corazón
                                                     argentino que se lla-
                                                     ma Macedonio Fer-
                                                     nández
                                                     [rúbrica]
                                                     B Aires – 926.
El colofón del poemario es, por lo demás, interesante:
Estos poemas, escritos por costumbre, unos como verso, otros como prosa –con lo cual el autor pudo fundar un nuevo “ismo”– han sido impresos en los Talleres Gráficos “El Inca” de J. E. Smith y R. A. Ortelli, Méjico 1416, Buenos Aires, septiembre 23, 1926. / Bocetó Pantigoso.[9]
En página 5, tras anotar que “Por ignorancia se confunde ccoca [sic] con cocaína”, Chabes inquiere retóricamente: “Yo, indio, del Perú, qué para ofrecerte, padre, sino estas hojas de ccoca?”. Enlaza así su obra con la poética del indigenismo de avanzada, propugnado ya por su compañero de generación Alejandro Peralta (nacido en Puno, en 1899), con su libro Ande (también de 1926) y popularizada a través del puneño Boletín. Editorial Titikaka y otros órganos.[10]
Dos reseñas conozco de ese poemario; las reproduzco a continuación:
Armando Bazán 
[Amauta 3, Lima, noviembre de 1926, 3, sección “Libros y Revistas”]:[11]
Cuando leí el segundo libro de Chabes: El silbido del payaso, encontré muchos aciertos y creí percibir en él la agitación de un espíritu.
El libro daba una fuerte esperanza. Debíamos esperar de Mario Chabes una nueva definición en la poesía, de nuestra poesía.
Han pasado algunos años. Él ha hecho un viaje a la Argentina y en Buenos Aires edita ahora su libro Ccoca.
Y el fenómeno se repite en mí. Leído el libro, en muchos aspectos desigual, he quedado siempre ante él en posición de espera.
Una viva imaginación flamea en casi todos los poemas. Pero muy pocos están bien logrados. Caminamos en firme, de repente el vacío. Y la emoción desvanecida.
Y es que Chabes, de cuyo temperamenteo no dudo, aún se encuentra vacilante entre las corrientes nuevas de la poesía. La influencia de Vallejo en este libro, más que en el anterior, se complica con la de los nuevos poetas argentinos hasta casi no dejar percibir su personalidad.
Decía al principio que no dudo del temperamento de Chabes. Esta certeza es consecuencia de haber encontrado en su último libro poemas que se elevan a gran altura de la vulgaridad. En “Un pueblo del Ande”, la destreza de la imaginación se compenetra con el espíritu y la novedad con una clara espontaneidad en la manera.
.....
A. M.
[Andarivel. Revista bimestral de arte y crítica 1, Santiago de Chile, mayo de 1927, 6]
CCOCA, poemas de izquierda, dibujados en Buenos Aires por el poeta Mario Chabes, es un libro novedoso en imájenes y él un entusiasta arquero mayor.
.....
De regreso en Perú, Chabes no deja de seguir de cerca los acontecimientos literarios que tenían lugar en Buenos Aires.
La revista limeña Jarana. Cuaderno de Arte Actual, trajo en su primer número, de octubre de 1927, varios artículos sobre el asunto del Meridiano – polémica desatada por un artículo de Guillermo de Torre en La Gaceta Literaria (Madrid), que originó varias críticas en periódicos sudamericanos, especialmente en los últimos números del porteño Martín Fierro. Entre esos artículos aparecidos en Jarana, sobresale una “Carta a Jorge Luis Borges”, firmada por Chabes en Lima.
Reproduzco a continuación esa carta, por diversos motivos: porque no está muy difundida; porque Chabes tuvo relación, durante su estancia en Buenos Aires, tanto con Macedonio como con Borges, a quien alude en correspondencia con aquél; y porque permite una melancólica lectura de la importancia cultural que se asignaba en aquellas fechas a Buenos Aires en el contexto sudamericano.[12] 
Carta a Jorge Luis Borges 
Querido amigo: 
Hace tiempo que le escribo pero realmente recién hoy lo hago. Desde que salí de Buenos Aires ya no sé dónde he estado.
Aquí me encontré con la nueva de que era usted más popular que allí. Usted ya figura en el diccionario de citas del revisterismo limeño. Desgraciadamente, no se conoce bien la obra de usted. Yo intenté prestar sus libros pero casi me quedo sin ellos.
Y la peña?[13]  Aquí la cuestión del meridiano ha prendido, como que atañe a todos los suramericanos, preferentemente a los intelectuales suramericanos de avanzada.
Antes de que llegase el número ése de La Gaceta Literaria, con mi paisano el gran poeta Atahualpa Rodríguez,[14]  en Arequipa, hablé del centro intelectual de América, de Buenos Aires. Ahora, los gacetilleros de Madrid me dan el término apropiado: "meridiano".
Hablábamos, Atahualpa y yo, de que hoy los suramericanos no tenemos que hacer nada con España. Si España, dicen, que un tiempo colonizó a América a fuerza de lanzas y barbas, hoy América ha colonizado a España, y no precisamente a fuerza de lanzas y etc., sino espiritualmente. Si España se sacude algo en su espíritu, es por reflejo de nuestro movimiento cultural que si tiene que ver algo con álguien este álguien podría ser Bulgaria, por ejemplo, y no con la madre patria; y es que las madres patrias –Oh poder de Grullo– cuando cansinas necesitan de los hijos, de mozada para vivir y mirar adelante. Los gacetilleros les han dicho a ustedes los americanos de la Argentina, campesinos.[15]  A los peruanos nos dirán mineros, de las mismas minas que éllos despojaron al indio del Perú para despilfarrarlo en la abyección y la inquisición.
Quien no conoce Buenos Aires, es un ignorante. París, París es un mundo tan lejano y distinto para, especialmente, los suramericanos del Pacífico! Buenos Aires, pues, es nuestro meridiano, y si nó que lo digan MARTIN FIERRO, Hidalgo y otros. "Si Darío no hubiese publicado en Buenos Aires, quién sabe si viviría Darío!". Esto me lo dijo en Avenida [de] Mayo, Hidalgo.
Exacto. El escritor suramericano que publica, lo hace [en] Buenos Aires. Y, entiendo que publicar no es solo editar sino difundir: conocimiento, consagración.
A las andaluzadas de La Gaceta Literaria, mejor dicho de algunos gacetilleros de La Gaceta, respondemos los suramericanos sólo con estas palabras: Buenos Aires, Buenos Aires, BUENOS AIRES.
Palabra que cae allá por España, como lluvia de mundos o como desplome del mundo. Sí, Buenos Aires. Y nada más. Buenos Aires con su muchachada viril, con su cultura.
Si hasta por razones de comodidad, (locomoción, etc.) prescindimos de Madrid. Verdad que los españoles de La Gaceta tienen editoriales para el Quijote, para la Invernizzio, para Benavente y otros Benaventes, pero Buenos Aires, capital de Sur América, tiene una escuadra de imprentas que editan a Suramérica, con aliento propio y nuevo, de época, y al pensamiento del mundo.
Yo hice coro a la risa de [Ernesto] Giménez Caballero, al reirse de los meridianos. Le corée porque Giménez Caballero es un español que conoce su país y por lo tanto ya es un hombre mundial.
Ni por razón idiomática tenemos que hacer nada con los meridianos hispanos, como ellos lo suponen, pues América, sin ahondar filologías, hasta habla distintamente a España... Teniendo en cuenta el acento, no más, al respecto todo está dicho.
Yo jamás encontré un español que hablase bien. Verdad que tienen un idioma, pero lo usan tan mal!
Estas y otras razones, por si hay alguien que me replique, las estiraré un poco. Mientras tanto, consulto mi reloj, quédese Madrid en su sitio: meridiano de gallegos y pontevedrinos, para la puerta del sol, para sierra nevada o para Belmonte. (Gómez de la Serna y otros, no son españoles; son americanos. Alguna vez probaré ésta tésis.)[16] 
No voy a incurrir en citar a nuestros héroes americanos para despedirme de usted y para dar importancia a la presente.
Pero si hay algún erudito que haga encuesta sobre el coso del meridiano, ahí va mi respuesta por anticipado:
BUENOS AIRES
Ojalá que haya más farra sobre el asunto. Asistiré con mi guitarra y “pisco”.
Abrace a Buenos Aires 
Mario Chabes
Lima, octubre, 1927.

P.D.- Mi pésame por la muerte de Güiraldes,[17]  pero también mi congratulación pues así está vivo para siempre. 
Chabes
El 15 de octubre de 1928, pocos días después de que el gobierno de Hipólito Yrigoyen asumiera el poder en Argentina, Chabes remite saludos a Borges y a otros poetas jóvenes al final de una carta enviada a Macedonio desde Arequipa, llena de amargas alusiones a la situación política de su propio país (Obras Completas II. Buenos Aires: Corregidor, 1976, 325-327):
Arequipa, octubre 15 de 1928 
Querido amigo Macedonio Fernández: 
Siempre lo recuerdo. No lo olvido. Su amistad es gran parte del inapreciable recuerdo que tengo de Buenos Aires. Por esta amistad, pues, le ruego no tomar mal mi silencio con usted, y por este recuerdo, le ruego también creerme siempre suyo.
Desde que salí de Buenos Aires he estado en diferentes partes. Bolivia, aquí en Arequipa, Cuzco, Lima, nuevamente Arequipa, parte de costa, parte de montaña, en mí mismo, fuera de mí, en el recuerdo, etc. La otra vez pensé y quise escribir a los nobles amigos de Buenos Aires, enviándoles un abrazo, pero el recorrido anterior y una serie de problemas vitales a resolver me privaron de ello, y no sólo de ello... Muchas y variadas, así, han sido mis pre y ocupaciones, de tal suerte que en ellas no han faltado las grandes enfermedades. Precisamente la otra vez, hace tres meses, regresé a Lima y tuve la suerte de encontrarme allí con una carta suya que guardo apreciada y cuidadosamente, ni más ni menos como es: un recuerdo de Macedonio Fernández.[18]  Yo soy quien está agradecido por el reportaje imaginado que le hice, pues él me ha proporcionado /326/ el placer de reanudar relaciones verdaderas con el más grande pensador de América: usted. No contesté su carta por no saber darle cuál de mis direcciones (¡Yo que no tengo ninguna!). Ahora, ha tenido usted la gentileza de volver a escribirme pidiéndome dirección para enviarme su libro No toda es vigilia la de los ojos abiertos que verdaderamente ansío conocer, estudiar y sentir.[19] Le doy, así, mi dirección momentánea: La Paz, República de Bolivia, donde, por lo pronto, iré a vivir. Mi país está porquerizado. El hombre con inteligencia y decencia no puede vivir en el Perú de hoy. Una tiranía estomacal y por ende una ignorancia bestial manda en todo.[20]  De aquí que para ser algo se necesite ser: o sirviente de sirvientes o nada. Pero esto no es todo: para quienes como yo luchan desde atrás por la verdadera independencia del Perú –que es: libertad ideológica, cultura amplia y civilización– viendo injusticias cotidianas, inmoralidad cotidiana pública, analfabetismo espiritual y la criminalidad de ser gran hombre o poeta, subleva, alienta a la subversión inmediata; mas como esto sólo es posible realizar con preparación previa y estando la vanguardia del país fuera,[21] y conminado a salir del Perú, debo, pues, viajar de aquí a una semana. Por esto es que me tiene usted en Arequipa, nuevamente, de paso. Mis energías han sido puestas todo este tiempo en el programa de arriba.[22] Pero en ambiente tan desfavorable, supondrá usted que su rendimiento ha resultado en 1 x 99. Pero es algo. Poesía he hecho siempre, pero como en el Perú no hay publicación a excepción de una mala revista Amauta que es un lugar común de los gacetilleros peruanos y refugio de los pobres diablos extranjeros, no he publicado nada.[23] Todo, es mi deseo, hacerlo en Buenos Aires; porque, gran Macedonio, valiendo o por valer en América hay que vivir en Buenos Aires. Es mi convicción. Casualmente, en una revista argentina leí un capítulo admirable de la Pasión, de usted.[24] Creo que ese capítulo basta para la consagración de una gran cabeza. Yo soy parquísimo en elogios, por eso se lo digo. Quiero conocer los otros capítulos de su libro No toda es vigilia etc. para continuar mi estudio sobre usted, de mi libro de ensayos americanos.[25]  Sin referirme a lo que conozco de usted desde antes y que figura en la Antología de Hidalgo, el capítulo de la Pasión es estupendo. Nadie ha /327/ hablado así de la Pasión. Y es que, ante todo, no es un escritor usted sino un pensador, pasando por esos montes que llaman Filosofía y Literatura. Metafísica. Sí. Siempre ví en usted un metafísico –vulgo pensador–. Desde la paradoja terrible hasta la imagen dulce de “se murió como una ola”. Quiero, pues, leer su libro. Vehemente lo aguardo. El título de él me pone en suspenso con maravilla y encanto. Es un título para leerlo siempre, y de suyo es todo un libro.
Ahora estoy finalizando mi sanatorio en Yermina que es un rincón del mundo, campesino, lleno de sol y silencio. Este es un lugar propicio a la meditación y al recuerdo de los grandes hombres: entre ellos usted figura izquierdamente.
Tengo mucho que contarle, pero temo se alarme el correo al observar el volumen de esta carta. Supla usted esto, Maestro, con un abrazo de su amigo que lo quiere. Le envío aquí un poema que ojalá logre expresar mi recuerdo de Buenos Aires. De La Paz le escribiré y allí espero recibir sus cordiales y ejemplares letras. Le diré que sus cartas son verdaderas cartas pues uno tiene que leerlas con cuidado por la escritura; no como ocurre generalmente con las cartas que en un segundo ya no sirven para nada. Las suyas no; son para leerse siempre, y me remontan al origen de su pensamiento.
Le agradezco por todo, de corazón: sus cartas, sus recuerdos, sus alientos nobles.
Sírvase usted saludar a [Alberto] Hidalgo. ¿Vive siempre en Buenos Aires? Recuerdos a [Leopoldo] Marechal, a [Alfredo] Brandán [Caraffa], a Borges, a [Emilio] Pettoruti, a todos; a [José] Soler Darás mi agradecimiento por su artículo sobre mi libro Coca.[26]  Pronto con todos ellos renovaré relaciones. Hoy la convalecencia me lo impide. 
Suyo, admirándolo, 
Mario Chabes
Hacia el 9 de abril de 1931, Macedonio escribe sobre Chabes (“Prólogo a mi persona de autor”: Museo de la Novela de la Eterna. Edición crítica de Ana Camblong, 1995, 35), resaltando la clarividencia de Chabes, con una anécdota que debe haber tenido lugar en 1926:
Yo creo parecerme mucho a Poe [...]: Y es extraordinario que como autor y como figura un poeta peruano, Mario Chabes, hallara el parecido. [...] En el poema “Elena Bellamuerte” me sentía Poe en sentimiento y sin embargo el texto creo que no muestra semejanza literaria.[27] 
Macedonio menciona amigablemente a Chabes aún en carta a Luis Alberto Ríos, del 11 de octubre de 1941 (Obras Completas II, 1976, 119), al hacer un recuento de sus amistades peruanas:
También conocí al encantador Mario Chabes, que escribió un precioso poema a Buenos Aires.[28]  Nunca más pude saber de él.
Un lustro después de esa última mención de parte de Macedonio, Chabes publica aún un libro ensayístico: La Revolución Francesa en Bolivia. Prólogo: César A. Rodríguez. Arequipa: Editorial Portugal, 1946. El volumen fue distribuido a algunas bibliotecas con el siguiente sello:
                                               BOLIVIA
                                               CORTESÍA DEL MINISTERIO DE
                                               EDUCACIÓN, BELLAS ARTES Y
                                               ASUNTOS INDÍGENAS
                                               (FOMENTO DEL LIBRO)
César A. Rodríguez relata en su prólogo, no sin cometer alguna imprecisión:
MARIO CHABES, siendo todavía adolescente, publicó tres libros de versos muy buenos; sobre todo Ccoca, que mereció grandes elogios de la crítica seria del país y del extranjero.
Después, ansioso de más amplios horizontes, se embarcó para Buenos Aires donde fué acogido por los mejores círculos literarios que constitutían entonces la joven vanguardia argentina, revolucionaria de las formas y de espíritu mismo de la poesía.
En esos círculos fraternizó con la figura enigmática y cargada de erudición de Macedonio Fernández y con la cultura humanística de Jorge Luis Borges. Allí también se reencontró con el arequipeño Alberto Hidalgo, que había impuesto su arrogancia de creador de magníficos poemas, no obstante la arbitrariedad de su temperamento siempre disidente.
Por desgracia el poeta que no tiene dinero, y que tampoco puede vivir de la poesía, se ve obligado a hacerse periodista, para no desconectarse de las actividades mentales, Y aunque periodismo y poesía no se excluyen, son cuando menos dos campos de especulaciones completamente distintas.
Es así como Mario Chabes en Buenos Aires se hace periodista. Trabajó en el gran diario Crítica bajo la docencia inigualada del uruguayo Botana, que fué catedrático excepcional de la prensa de la América del Sur en el momento en que ésta recibía el aliento técnico del diarismo norteamericano, terriblemente espectacular si se quiere, pero muy de acuerdo con la dinámica de nuestro tiempo.
Allí aprendió Mario Chabes desde la armadura del diario hasta la ciencia del reportaje, acostumbrándose de paso a tratar con el cinemático e intrincado laberinto de los sucesos cotidianos de una urbe gigantesca; lo que implica un habituarse al trabajo disciplinado y a un mejor empleo de la voluntad. En Crítica, pues, Mario Chabes se hizo fuerte. Templó su espíritu y se vió obligado a afrontar la vida cara a cara, abriendo un paréntesis entre el soñador y el hombre de acción, con perjuicio quizá de su obra poética.
Después de un tiempo, Mario Chabes retornó a la tierra nativa. Lo obligaron al regreso motivos sentimentales: su madre y Arequipa; los sempiternos motivos por los que el arequipeño se desgarra cuando está lejos. [...]
Una vez en nuestra ciudad, Mario Chabes se incorporó de hecho a las actividades periodísticas. Trabajó en casi todos los diarios arequipeños, desempeñando puestos diversos con inteligencia e iniciativa propia. En cierta ocasión tuvo un proceso por defender los fueros inalienables de la prensa y las libertades públicas. Pero, sin darse cuenta, se había traído de la Argentina un impulso nómada que lo incita a cambiar de tiempo en tiempo de paraje.
Desde entonces ha recorrido Perú, ejerciendo siempre de periodista. También ha viajado por Chile y Bolivia. En ninguna parte se estaciona. Cambia de panorama con mucha más frecuencia que cambia de vestido. Y no obstante de que Arequipa es su cuartel general, permanece en ella muy pocos meses. Su espíritu independiente no le permite tomar un empleo a largo plazo; prefiere ganarse la vida con mayor libertad, pero siempre en negocios periodísticos. Realiza por su cuenta ediciones extraordinarias; sirve de corresponsal de guías internacionales; contrata propaganda, y, reincidente sienta plaza otra vez de redactor de algún diario peruano, boliviano o chileno, hasta cuando le dura la paciencia.
En esta clase de actividades ha visitado Bolivia muchas veces. La última, hace poco, fue testigo presencial de la revolución de los estudiantes y del pueblo de aquel país que derrocó en La Paz al gobierno tiránico del Comandante Villarroel.[29]
El volumen citado es el último signo que hallo de la vida literaria de Mario Chabes.
Acerca de su vida privada, apenas he logrado averiguar que se casó en Arequipa con una pianista procedente de una familia de clase media de esa ciudad, Zoila Aurora Suárez, con quien tuvo dos hijos: Álvaro (nacido en 1930) y Alonso Chabes Suárez.
Se dedicó luego no sólo al periodismo, sino también a la música.  Fue ya no como escritor, sino como guitarrista que falleció en su casa, ubicada “arriba del río Chili” de Arequipa. Para esas fechas había contraído matrimonio por segunda vez y padecido una larga dolencia renal.
En un trabajo publicado en este blog paralelamente, ofrezco la más profusa bibliografía sobre Chabes accesible hasta el momento. Hay indicios de que se conservan en archivos familiares algunos textos suyos; en caso de acceder a ellos, daré aquí las informaciones pertinentes.

Carlos García
(Hamburg, 25-IX-2010)

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Notas
[1] En agradecimiento a algunas ayudas prestadas en relación con este trabajo. También lo merecen Valentino Gianuzzi y Carlos Fernández.
[2] Preparo la edición comentada del epistolario entre ambos, así como la de la correspondencia entre Hidalgo y el mexicano Alfonso Reyes. Véase un anticipo de esta última en el número 7 de El Hablador (Perú), de marzo de 2005 [www.elhablador.com]. En cuanto a la relación entre Macedonio y Reyes, véase en [www.macedonio.net] mi trabajo al respecto. Entretanto, la correspondencia entre ambos figura en mi libro: Discreta efusión. Alfonso Reyes / Jorge Luis Borges. Epistolario (1923-1959) y crónica de una amistad. Madrid / Frankfurt am Main: Iberoamericana / Vervuert, 2010.
[3]  Miguel Ángel Urquieta (1893-1947): escritor y editor peruano. Prologó el primer libro de Hidalgo, Arenga lírica al Emperador de Alemania (1916); con éste, prologó el libro de Alberto Guillén, Prometeo. Arequipa: Quiroz Perea, 1918. Hidalgo le dedicó uno de los pocos capítulos elogiosos de su libro Muertos, heridos y contusos. Buenos Aires: Imprenta Mercatali, 1920, 80-85.
[4] Nuestra América. Revista mensual de difusión cultural americana apareció en Buenos Aires dirigida por Enrique Stefanini. Salieron 59 números entre octubre de 1918 y diciembre de 1926. En ella publicaron autores argentinos que no pueden considerarse de vanguardia, sino representantes de la generación anterior: Ricardo Rojas, Fernán Félix de Amador, José Ingenieros, Evar Méndez y otros.
[5] Este fue el último número de la revista, que contiene el “Abur” (la despedida) de Borges al “Frente Único”: véase su “Carta a Güiraldes y a Brandán, en una muerte (ya resucitada) de Proa (julio del novecientos veinticinco)”: Proa 15, enero de 1926, pp. 26-27, reproducida bajo el título “Carta en la defunción de Proa” en El tamaño de mi esperanza, 1926, 85-87. El texto fue escrito a mediados de 1925, cuando Güiraldes decidió abandonar la dirección de la revista. Ésta continuó por tres números, con una nueva dirección, pero fue clausurada siete meses después. Macedonio elogia este texto de Borges en carta sin fecha, de hacia el 12-VII-1926 (cf. Carlos García: Correspondencia Macedonio-Borges, 1922-1939. Crónica de una amistad. Buenos Aires: Corregidor, 2000, p. 8 y nota en p. 125).
[6] Es errónea la usual atribución de la co-selección del material a los otros dos prologuistas, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges. Véase Carlos García: “El Índice de Hidalgo”: Álvaro Sarco, ed.: Genio y figura de Alberto Hidalgo. Materiales para su estudio. Lima: Talleres tipográficos, 2006, 219-261. La versión ampliada y actualizada de ese trabajo figura ahora en mi edición de Alberto Hidalgo: España no existe. Madrid / Frankfurt am Main: Iberoamericana / Vervuert, 2007, 151-183.
[7]  Quizás fue a través de Hidalgo, quien publicaba en Buenos Aires desde 1917 y se radicó allí en 1919, que varios autores peruanos decidieron pasar por esa ciudad hacia 1926-1927, donde publicaron algunos libros: aparte de Chabes, César Atahualpa Rodríguez, abajo mencionado en detalle; Enrique Bustamante y Ballivián (Antipoemas. Buenos Aires: El Inca, 1927; reseñaría el volumen Los sapos y otras personas [1927], de Hidalgo, en La Cruz del Sur III.18, Montevideo, julio-agosto de 1927, 25, información que agradezco a Pablo Rocca, Montevideo), César Alfredo Miró Quesada (Cantos del arado y de las hélices. Buenos Aires: El Inca, 1929; publicaría decenios después Nuevas voces para el viento. Lima: Editorial Andrés Avelino Aramburu, 1948, bajo la firma César Miró). Hidalgo incluyó a Chabes y a Bustamante y Ballivián en su Índice de la nueva poesía americana (1926). Los textos de éste y de Miró Quesada están reproducidos en 9 libros vanguardistas. Prólogo: Mirko Lauer. Contiene: Alberto Hidalgo: Química del espíritu. Juan Luis Velázquez: El perfil de frente. Juan Parra del Riego: Himno del cielo y de los ferrocarriles. Juan José Lora: Diánidas. Alejandro Peralta: Ande. Enrique Bustamante y Ballivián: Antipoemas. Magda Portal: Varios poemas a la misma distancia. César Alfredo Miró Quesada: Cantos del arado y de las hélices. Nicanor A. de la Fuente: Las barajas y los dados del alba. Lima: El Virrey, 2001. 
[8] Preparo una lista comentada de las publicaciones de El Inca, tanto de la Editorial como de los Talleres. 
[9] Manuel Domingo Pantigoso (1901-1991): pintor peruano, miembro de la vanguardia andina, creador, con Gamaliel Churata (i.e. Arturo P. Peralta Miranda, factotum del Boletín. Editorial Titikaka, y poeta), del Ultraorbicismo. Fundador del grupo Los Independientes (1937).
[10] Debe recordarse que en varios países iberoamericanos lo vanguardístico aparece en la década del veinte a menudo amalgamado con formas propias, según la procedencia de los autores. Surgen así movimientos de avanzada sui generis, con elementos indigenistas, criollistas, negristas –todo ello impensable en Europa, hogar de las vanguardias comme il faut.
[11]  En el mismo número, en pág. 1 de la misma sección, se recoge el poema “Mi Montaña”, de Ccoca.
[12] Chabes, Mario: “Carta a Jorge Luis Borges (Lima, octubre, 1927)”: Jarana. Cuaderno de Arte Actual 1, Lima 31-X-27, pp. 9-10; reproduzco la heterodoxa grafía original. (Gracias a Carlos Meneses, escritor peruano radicado en Palma de Mallorca.) La publiqué por primera vez en mi libro: Correspondencia Macedonio-Borges,  1922-1939. Crónica de una amistad. Buenos Aires: Corregidor, 2000, 157-160.
[13]  Alusión a la tertulia dirigida en Buenos Aires por Hidalgo.
[14]  César Atahualpa Rodríguez (seudónimo de César Augusto Rodríguez Olcay, 1889-1972), poeta peruano, también de Arequipa, colaborador de Flechas, autor de La torre de las paradojas (Buenos Aires: Nuestra América, 1926). Escribió uno de los prólogos al primer libro de Hidalgo, Arenga lírica al Emperador de Alemania (1916). En 1928, fue miembro del grupo Los zurdos, formado alrededor de la revista Chirapu. Véase su Obra poética. Lima: Universidad Nacional de San Agustín, 1993.
[15]  Chabes alude a que Ernesto Giménez Caballero, fundador y director de La Gaceta Literaria, reprochara a Martín Fierro (en el número 17 de su revista, del 1-IX-27), haber dado “una interpretación de campesinos” al texto de Guillermo de Torre que desatara la protesta (cf. Carmen Alemany Bay: La polémica del Meridiano intelectual de Hispanoamérica, 1927. Estudio y textos. Alicante: Universidad de Alicante, 1997, 82).
[16]  También Macedonio cuenta en alguno de sus textos a Ramón Gómez de la Serna entre los “buenos criollos”.
[17]  Ricardo Güiraldes (1886-1927): Escritor argentino, autor de Don Segundo Sombra (1926); uno de los precursores, con Macedonio Fernández, de la vanguardia argentina. Había fallecido poco antes en París; sus restos fueron repatriados y enterrados el 15 de noviembre en San Antonio de Areco (provincia de Buenos Aires). Sobre él, véase en la misma revista la nota de “F. B.” (Federico Bolaños): “Ricardo Güiraldes, ausente” (p. 12). También el breve pero intenso artículo de Gamaliel Churata en Boletín. Editorial Titikaka 15, Puno, octubre de 1927 (pág. 64 de la edición facsimilar, dirigida por Dante Callo Cuno. Arequipa: Universidad Nacional de San Agustín, 2004). Llama positivamente la atención ver el interés que los redactores de Puno, con Churata a la cabeza, sentían por lo literario hispanoamericano, desde México a Argentina –un amor no del todo correspondido, ya que desde Buenos Aires apenas se hizo eco a la fecunda camada de poetas que por estas fechas trabajaba en Perú.
[18] Ignoro el paradero de esta y las otras cartas de Macedonio, mencionadas más abajo. Mucho agradeceré la información al respecto que se envíe a mi dirección electrónica: carlos.garcia-hh@t-online.de.
[19] Para todo lo relacionado con la aparición y la primera recepción de este libro, cf. Carlos García: “Vigilia: Realia. La edición princeps de No toda es vigilia la de los ojos abiertos (1928)”: Daniel Attala, editor: Impensador mucho. Ensayos sobre Macedonio Fernández. Buenos Aires: Corregidor, 2007, 31-79.
[20] Desde 1919 gobernaba el país Augusto B. Leguía, tras un golpe de estado; permaneció en el puesto hasta 1930, después de reformar la Constitución, de modo que la reelección fuese posible y los períodos de cinco en vez de cuatro años. Durante su gobierno aumentó la dependencia peruana del capital extranjero, especialmente norteamericano, ya que Leguía basó su política económica en empréstitos que endeudaron al país. En agosto de 1930 Leguía fue a su vez derrocado por Luis Miguel Sánchez Cerro, comandante que se sublevó en Arequipa, con apoyo popular. Alberto Hidalgo dedicó al último uno de sus más contundentes libelos (cf. “Sánchez Cerro o el excremento”, recogido en De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo. Edición de David Ballardo, Walter Sanseviero y Álvaro Sarco. Lima: Sur Librería Ediciones, 2004, 99-108). Para la historia política de Perú por estas fechas, cf. Historia General de los Peruanos. El Perú Republicano (y la epopeya de su emancipación). Tomo III. Lima: Sociedad Académica de Estudios Americanos, 1968.
[21] Alusión, quizás, a Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), político aprista en el exilio entre 1923 y 1931, que transcurre entre México, Argentina, Chile, Nicaragua, Cuba y otros países latinoamericanos, y Hamburgo (Alemania).
[22] Es decir: arriba mencionado.
[23]  Extraña la calificación de Amauta, revista dirigida por José Carlos Mariátegui, ya que pertenecía a lo más avanzado políticamente que podía leerse en Perú por estas fechas. Entre los autores extranjeros que publicaban allí se encontraban Luis Aragón, Henri Barbusse, André Bretón, Waldo Frank, Máximo Gorki, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Alfredo Palacios, Diego Rivera, Romain Rolland, Silva Herzog, Sanin Cano, Miguel de Unamuno... De Chabes se publicaron en Amauta 3, Lima, noviembre de 1926, dos poemas: “Nevada” y “Mi montaña”.
[24]  Chabes alude al texto de Macedonio “Palabras descreídas. Palabras de pasión” (La Gaceta del Sur 4-5, Rosario [Provincia de Santa Fe], junio-julio de 1928; no deja de sorprender que este órgano minoritario llegara a Bolivia o a Perú). El texto está extraído de Vigilia (OC VIII, 231-232).). Véase, por lo demás, la breve reseña que se hizo del trabajo de Macedonio en el comentario sobre La Gaceta del Sur aparecido sin firma en Boletín Titikaka 26, Puno, enero de 1929, última página: “Macedonio Fernández figura con unas Palabras descreídas llenas del escepticismo fernandino o macedonesco, que no se sabe si es cansancio o cierta alegría infantil: Macedonio Fernández hace en América papel de templete y de raidista estupendo. Aparece inmoble y luego se pierde en direcciones planetarias.” El pasaje interesa, sobre todo, en relación con los contactos peruanos de Macedonio (Hidalgo, Chabes, Luis Alberto Sánchez y otros), que facilitaron su recepción fuera del país.
[25]  El libro no parece haber salido. El últimó suyo que encuentro, es el arriba mencionado Ccoca.
[26] Ignoro dónde apareció esta reseña. Acerca de Soler Darás, cf. León Benarós: “José Soler Darás, un olvidado poeta martinfierrista”: Todo es Historia 424, Buenos Aires, noviembre de 2002. Todos los autores y artistas nombrados pertenecieron, en mayor o menor medida, al movimiento vanguardista, y participaron en alguna sesión de la Revista Oral (1926), de Hidalgo.
[27] Macedonio alude a la versión (reducida) del poema que apareció en el Índice de la nueva poesía americana (1926), de Hidalgo, y figura ahora, con ligeras variantes, bajo el título “Otra vez” en las Obras Completas. Véase mi trabajo “Macedonio, Elena Bellamuerte y Otra vez”: www.macedonio.net: 11 de noviembre de 2005.
[28] Macedonio alude, probablemente, al poema que Chabes le remitiera con su carta arriba reproducida.
[29] Rodríguez alude a un hecho que había tenido lugar poco antes: el 21 de julio de 1946 una muchedumbre asaltó el Palacio de Gobierno boliviano, mató al presidente Gualberto Villarroel y exhibió su cadáver desde la casa de gobierno.