miércoles, 1 de septiembre de 2010

Raúl Porras Barrenechea y su búsqueda histórica de la "peruanidad"

El Perú es el único mito realizado de la conquista del América y Atahualpa el auténtico señor del Dorado
Por Ana Elena Costa Neyra


Raúl Porras Barrenechea fue y será uno de los más destacados historiadores peruanos del siglo XX. Su obra significó para el Perú uno de los más valiosos alcances hacia el pasado histórico nacional. Son relevantes sus estudios sobre el mundo andino, colonial y republicano, junto con numerosas investigaciones sobre cronistas españoles, mestizos e indios. Publicó significativos discursos y artículos periodísticos. Fue un auténtico humanista, con una confianza intrínseca en el hombre como algo único e irrepetible. Su obra fue prolífica como historiador, maestro y diplomático.

A manera de introducción

Si entendemos la idea tradicional de nación como el conjunto de raíces culturales, de territorio compartido y de lengua natural en común; entonces, el concepto de pasado histórico se hace imprescindible para un pueblo como el nuestro, con una gran desigualdad económica, con una historia conflictiva, teñida de sangre muchas veces, donde la injusticia florece por donde se mire. El Perú tiene una geografía difícil, conviven diversos grupos étnicos con distintas lenguas, costumbres, modos de entender la existencia. Entonces, se hace imprescindible para todo peruano y peruana, reflexionar e intentar comprender sobre la esencia de la peruanidad. Porras intenta, a través de la historia, tejer la trama de la nación a partir de su pasado histórico. ¿Lo consigue?

Sus principios como historiador

La compilación de sus obras completas se inicia en Indagaciones peruanas, en donde se aprecian numerosos ensayos y artículos que revelan el conflictivo pasado del Perú. Es importante, para un historiador del fuste de Porras, considerar las disímiles épocas que vivimos. Nuestro presente histórico se expresa en cada etapa que hemos atravesado. En ese camino, Raúl Porras sostiene que "el historiador peruano debe tender a no encasillarse dentro de una época o compartimento, concibiendo siempre la historia del Perú como un todo, en el que la continuidad no se interrumpe ni se corta, sino que es siempre transición y fusión constantes”.[1]

Porras nunca entendió al Perú a partir de épocas parciales – imperfectas. El presente histórico es la suma de cada uno de los momentos que hemos vivido, en su mayoría períodos catastróficos, pero que expresan el Perú que somos ahora.

Raúl Porras Barnechea
Porras “quiso tener una visión integral del Perú y recoger el mensaje de la autentica peruanidad”, citando a uno de sus discípulos Félix Álvarez Brun.[2] Y en ese sentido, no se puede entender la peruanidad, si nuestro punto de partida no se inicia con el pasado prehispánico.

El bagaje cultural andino que tomó Porras fue profundo. El escrutinio en la historia prehispánica, más que una actitud conveniente de su profesión, fue una pasión ardorosa e inagotable. Y desde muy joven tuvo la imperiosa necesidad de fomentar el conocimiento del mundo andino, porque lo consideraba el punto de partida más importante y necesario en nuestra identidad nacional.  “En la trayectoria de todo pueblo peruano debe contar como el más fuerte lazo telúrico su vieja raíz indígena”,[3] decía.

Desconfiaba de los historiadores extranjeros. Los consideraba incapaces de reconstruir el contexto nacional. “Conocemos las interpretaciones de nuestra historia y psicología hecha por extranjeros y viajeros eminentes, pero nos falta la interpretación propia de un Perú visto desde adentro y no desde fuera”.[4] 

Trató por todos los medios de ser un historiador imparcial, tanto así que en más de una oportunidad se negó a mirar el pasado andino con demasiada ternura. Todo lo opuesto, fue muy crítico con los Incas y en más de una ocasión desarrolló un sentimiento de “camaradería” con los conquistadores. Como, por ejemplo, con Pizarro, a quien consideró uno de los más grandes forjadores de la peruanidad, llamándolo modelador, visionario, etc., etc. Dicho desliz nacional fue un rasgo que le ocasionó más de una crítica.

Porras, en sus investigaciones, tomaba como inicio las crónicas de primera mano, los cantos quechuas, los mitos, todos ellos recogidos por cronistas. Sus estudios tuvieron como principales herramientas de trabajo, escritos primarios de cronistas indios, mestizos y sobre todo españoles: “Sin documentos no hay historia”, repitió constantemente. Estuvo más vinculado a las ciencias sociales, que a la antropología, como saber interesado en la convivencia comunitaria de la población originaria, como una manera de entender más profundamente el mundo del otro, más allá de lo que se percibe en los documentos.

Pizarro: ¿modelador de la peruanidad?

La Dra. María Luisa Rivara de Tuesta, mencionó en su cátedra de “Pensamiento Peruano y Latinoamericano”, que Raúl Porras tenía raíces humanistas a partir de la gran influencia del filósofo Ortega y Gasset.  Raúl Porras, en el Legado Quechua, señaló que: “El hombre, considerado individual y colectivamente, debe ser el centro de la atención de la historia, porque sus actos son tema auténtico y cardinal de la misma, debiendo ocupar puesto importante los que se refieren a las formas sociales, económicas y culturales”.[5]

Francisco Pizarro
Porras tiene el objetivo de encontrar al “ser fundamental nacional” en el estudio histórico. El hombre como artífice de su devenir, que toma decisiones trascendentales y que, luego, la historia pasará a juzgar. En este camino, la palabra “circunstancia”, en cuanto a lo que rodea al individuo histórico,   propone una dirección y acción que lo define en su ser metafísico.

Este perspectivismo se aprecia en su juicio a Pizarro, quien encajaba perfectamente con el arquetipo del conquistador osado, atrevido, individualista. Que Pizarro haya conquistado todo un Imperio, formaba parte de su devenir histórico. Tenía que forjarlo, porque ahí estaba la oportunidad. En ese sentido, Porras no cuestiona ningún tipo de prerrogativa ética, que defienda a los pueblos indígenas del atropello español.

Los estudios postcoloniales no eran de interés de Porras. América no tenía dueños y sus pobladores originales no poseían derechos naturales. Sobre Pizarro señala: “Hombre de acción... A los 46 años, mirando sólo adelante, emprende la conquista del Perú”. [6] Porras ve a Pizarro como el conquistador que tomó la oportunidad que la historia le presentaba.

Las sociedades que hemos padecido el colonialismo, tenemos el gran dilema de reconstruirnos, de asimilar una identidad fragmentada en sus raíces más íntimas. Al respecto, Porras se defiende con el argumento de que alabar a Pizarro no debe ocasionar sentimientos nacionalistas, que eso es pueril, infantil, que imaginemos a Francia renegando de Julio César, entre otros ejemplos. Pero, lo que Porras no tuvo en cuenta fue que dichos paradigmas obedecieron a conquistadores que asimilaron a lo conquistado como propio. No hubo una destrucción, una desarticulación tan profunda en la psiquis nacional, con secuelas imborrables que legaron un sentimiento de calidad de seres inferiores por un lado y superiores por el otro.

Por lo tanto, Raúl Porras sostiene fácilmente que no se debe negar el pasado hispánico y que se debe ver en Pizarro al forjador de nuestra identidad nacional. Y lo que es más cuestionable aún, lo llama el modelador de la obra civilizadora.[7] Sobre lo último, más allá de los innumerables aciertos de Porras, cabe enfatizar entonces que el renombrado historiador  fue uno de los que legitimó el atropello consecutivo que dejó la conquista.

El nombre del Perú: primera negación del peruanismo

El nombre de Perú, dice Porras, fue impuesto por la conquista, es la rebautización del imperio incaico. Y una muestra de que este nombre no fue asimilado fácilmente se deduce, señala el historiador, a partir de las crónicas de Valera, Acosta y Garcilaso, quienes se negaban a usarlo por no sentirlo propio. Fue la derivación del nombre de un caserío de Panamá. Nuestro nombre nacional no es quechua propiamente. Su hibridez no recoge ninguna parte de nuestra naturaleza autóctona.[8]

El nombre del Perú fue un elemento adicional, que contribuyó a transformar la conciencia del hombre autóctono. Y aún  más a lo dicho por Porras; fue el inicio de una disfunción social en el duro camino de asumir la peruanidad. El nombre del Perú refleja esta transformación de lo conocido en algo distinto.

El nombre de Perú ejemplifica la desposesión del hombre andino conquistado con su idea de realidad, suprime su referente y crea uno que lo desorienta socialmente. El nombre del Perú provocó rechazo, confusión, porque nunca partió del sentir andino conquistado, sino de la confusión e imposición violenta de una estructura devastadora y parasitaria. Así, se instaló un mal enfermizo desde el nombre - algo que no sopesó Porras con sus coqueteos hispanos- como un virus invasor que se alimenta de otro subyugado sin aportarle nada positivo.


Iniciativa peruana de descubrimiento

La iniciativa peruana del descubrimiento del Amazonas, a criterio del historiador, no puede ser casual, sino sería fugaz y anecdótico. El descubrimiento requiere, pues, esfuerzo y posesión.[9] 

La idea de poder hegemónico que adjudica Porras a los descubridores españoles es vista como una cualidad. Es llegar a un territorio ocupado por naturales,  "descubrirlo", pero además, adjudicárselo violentamente. Esa es la raíz de la peruanidad para Porras. Lo peruano, desde sus raíces más hondas, partiría, entonces, de un sentimiento usurpador. Los españoles no fueron descubridores, fueron ladrones, depredadores. Otro punto que tampoco pulsó Porras.

Para finalizar diremos que Raúl Porras no halló la configuración de un colectivo mayor en nuestro pasado histórico. Si  bien rescató el legado quechua en el sentido de conocimiento, por otro lado cuestionó los modos y costumbres, a mi parecer poco entendidos, del mundo andino. Así, Porras ve, por ejemplo, en la lucha entre Huáscar y Atahualpa,  simplemente a dos hermanos disputándose un trono. Como éste, abundan ejemplos que develan un excesivo hispanismo de Porras, lo que nubló su visión totalizadora del Perú. No entendió la realidad andina cabalmente. Impuso modelos occidentales a una realidad andina distinta, con otros valores y formas de entender el mundo. Su visión de la historia es homogenizadora, se mimetiza con lo hispano, e, indudablemente, de aquello no puede brotar la peruanidad.


Ana Elena Costa Neyra
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Notas

[1] PORRAS, Raúl. Indagaciones Peruanas: El legado quechua. San Marcos, Lima, 1999.  Pág. 17.
[2] PORRAS, Raúl. Indagaciones Peruanas… ob. cit.  Pág. 14.
[3] Ibídem.
[4] PORRAS, Raúl. Indagaciones Peruanas… ob. cit.  Pág. 15.
[5] Indagaciones peruanas. El legado quechua. Lima, UNMSM, Fondo Ed. Instituto Raúl Porras Barrenechea, 1999, Obras Completas, Tom I, pág. 17.
[6] PUCCINELLI, Jorge. Antología de Raúl Porras. Fundación Bustamante de la Fuente, Lima, 1999 Pág. 69.
[7] Indagaciones peruanas. El legado quechua. Lima, UNMSM, Fondo Ed. Instituto Raúl Porras Barrenechea, 1999, Obras Completas, Tom I pág. 77.
[8] Indagaciones peruanas. El legado quechua... ob. cit. Págs. 55-56.
[8] PUCCINELLI, Jorge. Antología de Raúl Porras. Fundación Bustamante de la Fuente, Lima, 1999. pág. 81.

Bibliografía

- Indagaciones peruanas. El legado quechua. Lima, UNMSM, Fondo Ed. Instituto Raúl Porras Barrenechea, 1999, Obras Completas, Tom I, 421 pp.
- PUCCINELLI, Jorge. Antología de Raúl Porras. Fundación Bustamante de la Fuente, Lima, 1999.