Por Álvaro Sarco
Salgo a caminar y tropiezo con una amiga. Hablamos resueltamente, indiferentes a los años transcurridos sin vemos. Ninguno propone ir hacia algún lado y permanecemos ahí, a mitad de la calle. Recordamos con insólita minuciosidad hechos hace tiempo enterrados. La calle se va despoblando mientras seguimos hablando. Al anochecer, nos despedimos con la firme promesa de volvernos a ver. Desaparece tras una esquina cualquiera. Camino sin rumbo fijo. Regreso a mi casa y me dejo caer en el sillón. Me quedo dormido. Al cabo me veo por una calle familiar. Ya es de noche. Altas luces iluminan débilmente la calzada. Estoy por doblar una esquina cuando reaparece mi amiga. Nada en ella delata su triste irrealidad. Me dice que andaba buscándome y yo le digo mismo. Al parecer, habíamos olvidado decimos algo.