Por Alberto Hidalgo.
Siempre está entre nosotros lo rememorativo de su sombra.
Por eso quiero recordarlo desde el deseo anterior.
Nos es el pretexto de las ternuras conseguidas.
Todo entregado de las hojas al disimulo de los besos.
Ocasión de lo próximo o inseguro, causa de amor siguiente.
¿Cómo no contemplar su amistad en poema?
Farol del día, llenando de verde los ojos y su curso.
Alerta vigía del insomnio de la noche.
Tanta actitud de ser, pone lejos la muerte.
Cuando suena pájaros como las campanas, la vida empieza.
Se sospecha sus ramas remando para arriba, iguales a las ansias.
Pero el enraizamiento es su perseverancia de la tierra.
Está comunicado con la solvencia del calor central.
Y su ignorado fuego es la frescura que reparte.
No lo han pintado ni a la palabra ni al óleo los hombres.
Pero en este cariño, ahora queda el indicio de sus señas.
Del poemario Actitud de los Años (1933)