miércoles, 21 de marzo de 2012

Macedonio: “Elena Bellamuerte” y “Otra vez” [1]


Por Carlos García (Hamburg)
[carlos.garcia-hh@t-online.de]



No discutiré aquí la difundida opinión según la cual el poema “Elena Bellamuerte” es uno de los más logrados de Macedonio, o uno de los más intensos de la lengua castellana, sobre todo porque no me ocuparé aquí del poe­ma devenido famoso bajo ese título, sino de otro, aparecido en 1926, que fue, hasta donde alcanzo a ver, el pri­mero que ostentó ese título en letras de molde.[2]
Según quiere la leyenda, Macedonio escribió la primera versión del poema, la famosa, poco después del fallecimiento de su esposa Elena de Obieta, que tuvo lugar en mayo de 1920. Esa primera versión se habría perdido poco des­pués, para reapa­recer en 1940, en el es­tudio jurídico de Palacios Hardy, en el cual Ma­cedo­nio había traba­jado decenios atrás.
En el intervalo, Macedonio habría intentado reconstruir de memoria el viejo poema, sin lograrlo del todo. Ese texto, o uno de ellos, sería el que figura en las Obras Completas (VII 110-111) bajo el título “Otra vez”. (El texto aparece fechado allí como procedente del año “1920”, pero, co­mo mostraré más adelante, ello no es del todo co­rrecto.)
Puesto que hacia 1998 accedí, gracias a la gentileza de Adolfo de Obieta, a mate­rial inédito re­­lacio­nado con al­gu­nos textos de Mace­donio, creo útil decir unas palabras acer­ca de la génesis de dos versiones de otro poema, porque mues­tran pa­ra­­­dig­máti­camente los riesgos que conlleva una edición no profe­sio­nal de manuscritos para quien aspire a una lectura ge­né­tica de la obra de Ma­ce­do­nio en el estado en que ésta es accesible hoy.
En algún momento hoy ya imprecisable, Adolfo de Obieta pa­só a má­qui­na el texto del poema “Versos confesionales” tal co­mo había apa­­­­re­cido en la revista Proa 3 (julio de 1923), firmado allí por un “San­tiago Juá­rez”, seudónimo adoptado por Macedonio.[3]
Al final de esa copia mecanografiada, Obieta agre­gó, ba­sándose quizás en recuerdos de Macedonio, la fecha “(1920)”, lo cual su­giere que el poema fue es­crito po­co después de la muer­te de Elena de Obieta, ocurrida en mayo de 1920.
No considero plausible ese aserto, sin embargo, porque el texto tra­sunta el paso de algún perío­do de tiempo entre el falle­ci­miento y la escri­tu­ra (“volvió a enfriar el pulsar de mi vida”, “el latir de su lloro del llorar del recuerdo”, “Y hoy desterrarlo de nuevo ya no quiero”).
En otra oca­sión, también de fe­cha imprecisable, Obieta agregó, a mano y con bolígrafo, los da­tos com­pletos de la fuen­­­te im­presa (es decir, la revista Proa).
Ma­ce­donio, a su vez, releyó esa co­pia mecanografiada y la corri­gió con lá­piz, in­tro­du­­ciendo va­riantes ya desde el título. Esa versión corre­gida de “Ver­sos confesionales” fue publi­cada en 1953 y luego recogida en las Obras Completas (VII 104) bajo el nuevo título “Cuan­do nuestro dolor fíngese ajeno”, fechada en “1920”.
Pero según se desprende de lo dicho hasta aquí, “Cuan­do nues­tro dolor fíngese ajeno” no es, en sentido estricto, de “1920”.
El poema es, por el contrario, una va­rian­te tardía, de fecha in­­cier­ta, pro­bable­mente de la segunda mitad de la dé­ca­da del 30 o in­cluso pos­te­rior, del poema “Ver­sos con­­fesionales”, aparecido en 1923 en Proa, basado a su vez en un texto que puede haber sido de 1920 o no, según se confíe en la me­moria de Macedonio y/o en la de Adol­fo de Obieta. De u modo u otro, ese texto re­pre­­senta el último esta­dio del poe­­ma tal como Ma­ce­do­nio lo corri­giera por postrera vez, y no el es­tadio pri­migenio, como su­giere su data­ción en Obras Com­ple­tas.
Traigo a colación este caso, que podría parecer marginal, porque algo similar puede aplicarse a gran parte de los textos de Mace­do­nio pu­bli­cados pós­­­tuma­men­­te.
La sensación de atempo­ra­lidad que sobreviene a quien lee a Mace­do­nio surge, en parte, gracias a esa práctica en co­­mún con su hijo Adolfo: en rachas se­­pa­ra­das entre sí por varios años, Ma­ce­donio revisó (a menudo, a ins­tan­cias y con la colaboración de Adolfo) sus an­ti­guos papeles y compuso nuevas ver­sio­nes, que no siem­pre apa­re­cen fechadas correcta­men­te al ser publicadas.
Por cierto, hay argu­men­­tos rela­cio­nados con la poética de Ma­ce­do­nio que sugieren intenciona­lidad en esa confusión de fe­chas (sobre todo en los textos novelísticos), pero a mi manera de ver hay en todo ello, tam­bién, un mo­mento invo­lun­tario, pro­ce­den­te de la práctica la­boral con su hijo y colaborador, y de la prác­tica edi­torial que de aquella deri­va.
El asun­to no po­­drá ser estudiado en pro­fun­didad, te­mo, mien­tras no se dis­pon­ga de una edición com­pleta y fehaciente de todos los tes­­ti­mo­nios.
Recién a partir de allí se podrá intentar reconstruir el stemma, el árbol genealógico de ca­da texto y las vicisitudes por las cuales atra­vesó. Esa ta­rea no será ni para lectores comunes ni para críticos literarios, sino para filó­logos, si es que para ese entonces queda al­gu­­no en nuestras “des­manteladas repúblicas”...
El excurso ha sido necesario, para que se comprenda mejor lo que sigue.
Reconstruyo así, tentativamente, lo ocurrido con el texto “Elena Bella­muerte”:
Macedonio escribió “Elena de Obieta Bella­muerte” (tal el título ori­ginal) en 1920 o más probablemente en 1921, per­dien­do luego de vista ese ma­nus­crito de cinco páginas, recuperado en 1940 o antes y con­servado hoy en su archivo pós­tu­mo.
Su contenido es el que se reproduce, con ligeras va­riantes tipo­grá­ficas, pri­mero en una plaquette aparecida en La Plata en 1940, luego en Sur (nú­meros 76, enero de 1941, 14-20 y 332-333, 1973, 39-43) y fi­nal­men­te, tras ornar algunas an­to­­logías de trabajos de Ma­cedonio, en las Obras Completas (VII 99-102).[4]
Cambio de escena.
En la sección “Noticias de nuestro mundo lite­ra­rio” de la revista por­teña El Hogar del 30 de abril de 1926, un autor anónimo anota que los ta­lle­res gráficos El Inca están “ultimando la impresión de un libro anto­lógico acerca de la nueva poesía de América. Se titu­lará Ín­dice de la [nueva] poesía americana y estará prologado por Alberto Hi­dalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges.”
A pesar de lo que usual­men­­te se asegura, ni Borges ni el chileno Vi­cente Huidobro tuvieron parte alguna en la selec­ción del material, que fue obra exclusiva de Hidalgo, según mostré en otra ocasión.[5]
En mayo de 1926, Mace­donio escribe en carta a Hidalgo (OC II 82):[6]
Desearía aprovechar algo nuevo mío para apro­­vechar su amable invita­ción. Es un poema grave. ¿Conviene a su plan? Si fracaso, pues no me sobra inspira­ción, me parece que lo de Recienvenido que apareció en el N° 4 de Proa es lo más so­por­table de lo mío.[7] Pero usted haga la elección libremente. El poe­ma sería de tres cuartillas a lo sumo.[8]
En su contexto histórico, leo ese pasaje como una alusión al in­mi­nente libro recopilado por Hidalgo, para el cual Ma­ce­donio remite ese “poema grave”, que debe haber sido “Elena Bellamuerte”, pero que no es una versión que pretenda reconstruir de memoria algún poema anterior (según postula la tradición), sino que es una obra autónoma y nueva en ese año 1926.
Poco después de remitir a Hidalgo el trabajo aludido, Macedonio vuel­ve a escribirle una carta (sin fecha, pero de hacia junio de 1926; OC II 86):
Ya sabe, amigo amable, que cualquier supresión que quiera usted hacer en mi figuración en su Antología por falta de espacio, por va­­rie­dad para la obra o por disonancia con la escuela de la Colec­ción, hágala libremente y sin aviso.[9] Es un obsequio inesperado para mí verme colaborador de la Co­lección que su nombre va a pres­ti­giar, y sería imperdonable que por cortesía hacia un último llegado sacri­fi­cara lugar para discípulos y amigos antiguos suyos. Con una cosa mía cualquiera que figure es suficiente. Esto quería decirle el otro día y se me pasó.
En el Índice de la nueva poesía americana, cuyo colofón es del 30 de julio de 1926, aparecieron finalmente tres textos de Macedonio: “El Recién Venido”, “Elena Bella­muerte” y “Deunamor el No-Exis­tente Caba­llero (Novela de nuestra total Es­pe­ranza)”. 
El texto allí titulado “Elena Bellamuerte” no es, sin em­bar­go, idéntico al que bajo el mismo título se pu­bli­cará de la dé­cada del 40 en adelante: se trata no de un poema, sino de una prosa poética.
El texto es, por el contrario, casi idén­tico al que fi­gu­ra en las Obras Com­pletas bajo el título “Otra vez”, que sólo se diferencia de su pre­de­ce­sor por algunas ex­pan­siones y cambios menores.
Reproduzco a continuación el texto aparecido en el Índice de Hi­dalgo (1926, 84-86). Recojo en notas al pie de página las va­riantes de la ver­sión titulada “Otra vez” en OC VII 110-111, que es la más difundida:[10]
ELENA BELLAMUERTE[11]
No eres tú, Muerte,[12] quien por nombre de misterio[13] logre hacer pálida mi mente cual a los cuerpos haces. Nada eres y no la Nada. Amor no te conoce poder y pensamiento no te conoce incógnita. No es poder tuyo azorar la luz de mi pensar: aunque de mejillas y rosas caiga el tinte, tributo antiguo a[14] la hacendo­sa, ingenua Siega, que es el sencillo engaño donde tu simplicidad se complace. Mortal te veíamos Muerte, y en todo día veíamos más allá de tí.

Y aunque una vez la dije:[15]

“Por que no mueras”

Con[16] rosas apartaré de tí a la Simple[17]
mordiendo de sus hojas mortales un día y otro día
creerá Muerte de tus mejillas gustar.
Verás de rosas llenos sus finos, pálidos labios.
La hórrida, apiadante visión, en boca de Muerte rosas![18]
Las de tu faz convulsará quizá
mas ¡pronto![19] de ver dolor enojará
la llama de tu rostro
y ostentarás[20] más cierta la inviolable vivencia de tu ser.[21]

Muerte es Beldad. Sólo de amor es Muerte y es la Beldad de Amor. Cual me lo hizo aprendido la Amorosa, la sabia niña por haber más amor ida, por inquietar de muerte mi amor probándolo de ausencia y de espera.

Fue de amor Persona[22] la que partió sin muerte, en quien fue último el sonreír, sí en nosotros el llanto; certeza en ella de amor y perennidad las lágrimas a su fuente volvió, mientras lloramos todo, perdidos en cortesía y miedo de certidumbre tanta en pecho de niña que instante a instante se alejanaba, y se hizo oculta por haber más amor; y, en hora última de mujer, envolvió en luz de su primer día terreno su frente la Engañosa,[23] –la fingidora de muerte por hacerme más suyo– para mostrarme a mí –cual todo amor lo anhela– en el llegar y en el partir. Pues fue tardío en la “vida” nuestro encuentro, y, cual todos amantes, sufriéramos de que[24] de nuestra infancias mutuos testigos no fuimos.

Y así,[25] con sonrisa y rubor, cual doncella que primera cercanía de amor pre­siente, recogióse a sonreída muerte la mente por arriba de Dios fingidora, en engaño ternísimo,[26] invento no sabido de pasión que me confunde y dobla de dolor mi ser[27] cuando mi memoria se da más a lo que vi que a lo que veré.
Aquietóse, tras batalla crudísima de su fuerte y cálido ser,[28] cual se aquieta onda que de la ribera al macizo del mar volvió.
Un final de ola vino a adormirse, enfrescándola, en esa frente inventora que ardía aún del fingimiento cuando ya la mirada había sido guardada para mí, para colmar ficción.
“Hay un morir”, nos cantábamos antes, para inquietar nuestro amor. [29]
“en[30] cada olvido toda la muerte, la única muerte hay”.
Es cierto: Ella está todo oculta, pero todo real vive[31]
Y ya, ahora, Hoy nos tendríamos Presencia.
Más:[32] la Espera es de amor amiga: fue de Ella convidarme a la espera: de ella espero no esperar.[33]
.....
Por todo lo dicho hasta aquí, parece legítimo suponer que el texto de 1926 se pu­blicó en base a un manuscrito de Macedonio, del cual éste conservó copia, que a su vez fue corregida para las reedi­cio­nes de “Otra vez” hechas de 1940 en adelante.
Poco cuesta reconocer que este texto no es una reconstrucción del poema “Elena Bellamuerte” de comienzos de la década del veinte, aunque cita o parafrasea, aparte del título, algunos giros del antiguo poema (“No eres, Muerte, quien por nombre de misterio logre hacer pálida mi mente”, “muerte es beldad”, “niña por haber más amor ida”), sino un nuevo intento de ocuparse del mismo tema, pero de ma­nera dife­rente, que retoma y varía motivos del texto pri­mi­ge­nio.
Mi objetivo no es, empero, hacer crítica lite­ra­ria, sino mostrar los pro­blemas que surgen de un análisis deta­llado del enjambre de textos relacionados con el motif “Elena Bella­muerte”, de las evolu­ciones de los manuscritos y de su posible da­tación.
No creo haber aclarado nada de manera definitiva, pero mi fin no era ese, sino problematizar las opiniones recibidas.

Carlos García 
(Hamburg, 25-X-2005 / 25-II-2012)

BIBLIOGRAFÍA
Fernández, Macedonio (1940): Elena Bellamuerte. Cuadernos del Nadir, Hipo­cam­po, La Plata 1940.
Fernández, Macedonio (1942a): Muerte es beldad. Poemas. Talleres gráficos El Sol, La Plata, 1942, sin paginar (83 ejem­plares). Con­tiene: Nota de Mar­cos Fin­­gerit y poemas de MF: [“Ya es el día...”], “Creía yo”. “Hay un mo­rir (1912)”. “Pa­la­bras ter­mi­nan, 1922”. “Otra vez”).
Fernández, Macedonio (1942b): Los poemas de Macedonio Fernández. Con­tiene: Nota. “A mi Dios visto, mi ma­dre Rosa del Mazo de Fernández”. “Muerta mi­mo­sa tu­ya quiero ser Ele­na Bella­muerte”. “Elena Be­lla­muerte”. “Ya es el día”. “Creía yo”. “Hay un mo­­­rir (1912)”. “Palabras termi­nan”. “Otra vez”. “Por­que no mue­ras”: Gua­ra­nia 2, agosto de 1942, 141-152.
Obieta, Adolfo de (1939): Destino de llorarte. Consagración de mi soledad. Buenos Aires, 1939 (Imprenta López; colofón 15-VII-39). Contiene dos poe­mas de MF, luego reproducidos en 1942b: “A mi Dios visto, mi ma­dre Rosa del Mazo de Fernández”. “Muerta mi­mo­sa tu­ya quiero ser Ele­na Bella­muerta [sic]”.

NOTAS

[1] La primera versión de este trabajo apareció publicada en la entretanto fenecida website www.macedonio.net con fecha 11-XI-2005. La presente versión, actua­lizada y au­men­ta­da considerablemente, es de febrero de 2012.

[2] Digo “en letras de molde” porque es altamente probable que hubiera manuscritos previos. En un libro de Adolfo de Obieta titulado Desti­no de llo­rarte. Consa­gración de mi sole­dad. Buenos Aires: s/n, 1939 (Imprenta López; colofón del 15-VII-39), aparecen dos poemas de Macedonio; uno de ellos, que guarda relación con nuestro tema, se ti­tula “Muerta mimo­sa tuya quiero ser / Elena Bella­muerta” (“Bellamuerta” aparece en el ín­di­ce del libro y como título del poema, información que agradezco a Cecilia Salmerón Te­llechea, México). En el libro, esos versos llevan la fecha “1922”. El poema con­tiene al final cuatro líneas que figuran en la ver­sión pu­bli­cada en las Obras Completas del poe­­ma “Elena Bellamuerte”: “Muerte es Beldad/ Mas muerte en­tusiasta/ partir sin muerte en luz de un pri­mer día/ es Divinidad” (OC VII 102; el detalle es im­portante, por­­que esos versos se publican antes del postulado descu­bri­miento del ma­nuscrito ori­gi­nal de “Elena Bellamuerte” en 1940). Si 1922 es o no la fecha de escritura co­­rrecta de “Muerta mimo­sa tuya quiero ser...”, debe ser con­si­de­rado a la luz de lo que el pre­sente tra­bajo tema­tiza.

[3] Revelé la identidad entre Mace­donio y “Santiago Juárez” en mis notas a Jorge Luis Borges: Cartas del fervor. Correspondencia con Mau­rice Abra­mo­wicz y Jacobo Sureda (1919-1928). Bar­ce­lona: Galaxia Gu­ten­berg / Cír­culo de Lec­tores / Emecé, 1999, 332 y en mi libro Co­rres­pon­dencia Ma­ce­do­nio-Borges, 1922-1939. Crónica de una amistad. Buenos Aires: Corregidor, 2000, 76-77.

[4] El editor de algunos textos de Macedonio en 1940 y 1942 fue el poeta Marcos Fin­ge­rit, quien fundó varias editoriales en La Plata, Provincia de Buenos Aires. Véase, aun­que posterior a esas publicaciones, su correspondencia con Macedonio en OC II.

[5] Véase mi trabajo “El Índice de Hidalgo”: Álvaro Sarco, ed.: Genio y figura de Alberto Hidalgo. Materiales para su estudio. Lima: Talleres tipográ­ficos, 2006, 219-255; re­producido con variantes y agregados en mi edición de Alberto Hidalgo: España no existe. Ma­drid / Frankfurt am Main: Iberoamericana / Vervuert, 2007, 151-183.

[6] Preparo una edición comentada del epistolario entre Hidalgo y Macedonio.

[7] “El ‘Capítulo siguiente’ de la auto­bio­­grafía de Re­cienvenido (De autor ig­no­rado y que no se sa­be si es bue­no)”: Proa 4, no­viem­bre de 1924; Papeles de Recienvenido 1929, 57-64 (aquí bajo el título “...no se sa­be si escribe bien”). El texto finalmente recogido por Hidalgo en su antología sería otro de la serie Recienvenido, el primero en la versión publicada: “El Recien venido (Fragmento)”.

[8] No cabe duda que Hidalgo optó por el poema, ya que valoraba trabajos inéditos. Así lo dice en carta inédita al uruguayo Silva Valdés, del 1 de junio de 1926, al solicitarle colaboración: “Que eso sea riguro­sa­mente inédito –se puede publicar al día si­­guiente, eso ya no nos importa”.

[9] La Colección a la que alude Macedonio debía aparecer en la misma editorial El Inca, bajo la sigla CANAAN (Colección Artística Numerada de Autores Ameri­canos Novísi­mos), aunque finalmente el volumen no apareció como formando parte de ella. Me ocu­po de la relación entre la editorial e Hidalgo en “Hidalgo y Roberto A. Ortelli: amis­tad y negocios (1925-1929)”: Álvaro Sarco, editor: Alberto Hidalgo. El genio del des­pre­cio. Materiales para su estudio. Lima: Talleres tipo­grá­ficos, 2006, 283-292.

[10] OC agrega al final la fecha “(1920)”, indicación que considero errónea, como expli­qué más arriba.

[11] Otra vez

[12] No eres, Muerte

[13] Misterio

[14] tributo a

[15] En OC no hay renglones en blanco entre los siguientes versos. Adviértase el “laís­mo”, inusual en Argentina, pero difundido en España. (Ramón Gómez de la Serna, por ejemplo, lo utilizaba a conciencia, aun sabiendo que era gramaticalmente erróneo.)

[16] con

[17] OC agrega un verso: –a la que llamo Simple porque cree matar–

[18] rosas.

[19] pronto

[20] ostentará

[21] OC agrega los siguientes versos: viendo en Dolor a hojas de las Rosas./ Porque no mueras/ con rosas apartaré de tu camino/ la hora pálida. A Muerte/ daréle a morder de sus pétalos mortales, un día y otro./ Quizá logre que así/ ella olvide tener hambre de tus mejillas./ Dura visión: en boca de Muerte mordidas rosas/ pero será así que su mirada/ lejos de tí pondrá.

[22] persona

[23] más amor; y envolvió en luz de su primer día terreno su frente la Engañosa

[24] sufriéramos que

[25] así

[26] sonreída muerte la fingidora a altura y genio igualando a Dios,

[27] dobla ante la frágil forma tan fuerte irguiéndose

[28] crudísima de su cálido ser

[29] “Hay un morir” es un poema de Macedonio recogido en OC VII 106, allí fe­chado en “1912”.

[30] Y “En.

[31] En OC esta línea y la siguiente conforman una oración.

[32] mas:

[33] a la espera al dar ella, y no yo, el paso de Ausencia.