Por Carlos García (Hamburg)
[carlos.garcia-hh@t-online.de]
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No discutiré aquí la difundida opinión según la cual el poema “Elena Bellamuerte” es uno de los más logrados de Macedonio, o uno de los más intensos de la lengua castellana, sobre todo porque no me ocuparé aquí del poema devenido famoso bajo ese título, sino de otro, aparecido en 1926, que fue, hasta donde alcanzo a ver, el primero que ostentó ese título en letras de molde.[2]
Según quiere la leyenda, Macedonio escribió la primera
versión del poema, la famosa, poco después del fallecimiento de su esposa Elena
de Obieta, que tuvo lugar en mayo de 1920. Esa primera versión se habría
perdido poco después, para reaparecer en 1940, en el estudio jurídico de
Palacios Hardy, en el cual Macedonio había trabajado decenios atrás.
En el intervalo, Macedonio habría intentado reconstruir
de memoria el viejo poema, sin lograrlo del todo. Ese texto, o uno de ellos,
sería el que figura en las Obras
Completas (VII 110-111) bajo el título “Otra vez”. (El texto aparece
fechado allí como procedente del año “1920”, pero, como mostraré más adelante,
ello no es del todo correcto.)
Puesto que hacia 1998 accedí, gracias a la gentileza de Adolfo
de Obieta, a material inédito relacionado con algunos textos de Macedonio,
creo útil decir unas palabras acerca de la génesis de dos versiones de otro poema, porque muestran paradigmáticamente
los riesgos que conlleva una edición no profesional de manuscritos para quien
aspire a una lectura genética de la obra de Macedonio en el estado en que
ésta es accesible hoy.
En algún momento hoy ya imprecisable, Adolfo de Obieta pasó
a máquina el texto del poema “Versos confesionales” tal como había aparecido
en la revista Proa 3 (julio de 1923),
firmado allí por un “Santiago Juárez”, seudónimo adoptado por Macedonio.[3]
Al final de esa copia mecanografiada, Obieta agregó, basándose
quizás en recuerdos de Macedonio, la fecha “(1920)”, lo cual sugiere que el poema
fue escrito poco después de la muerte de Elena de Obieta, ocurrida en mayo
de 1920.
No considero plausible ese aserto, sin embargo, porque el
texto trasunta el paso de algún período de tiempo entre el fallecimiento y
la escritura (“volvió a enfriar el pulsar de mi vida”, “el latir de su lloro
del llorar del recuerdo”, “Y hoy desterrarlo de nuevo ya no quiero”).
En otra ocasión, también de fecha imprecisable, Obieta
agregó, a mano y con bolígrafo, los datos completos de la fuente impresa
(es decir, la revista Proa).
Macedonio, a su vez, releyó esa copia mecanografiada y
la corrigió con lápiz, introduciendo variantes ya desde el título. Esa
versión corregida de “Versos confesionales” fue publicada en 1953 y luego
recogida en las Obras Completas (VII 104)
bajo el nuevo título “Cuando nuestro dolor fíngese ajeno”, fechada en “1920”.
Pero según se desprende de lo dicho hasta aquí, “Cuando
nuestro dolor fíngese ajeno” no es, en sentido estricto, de “1920”.
El poema es, por el contrario, una variante tardía, de
fecha incierta, probablemente de la segunda mitad de la década del 30 o
incluso posterior, del poema “Versos confesionales”, aparecido en 1923 en
Proa, basado a su vez en un texto que
puede haber sido de 1920 o no, según se confíe en la memoria de Macedonio y/o
en la de Adolfo de Obieta. De u modo u otro, ese texto representa el último estadio del poema tal como Macedonio
lo corrigiera por postrera vez, y no el estadio primigenio, como sugiere su datación en Obras Completas.
Traigo a colación este caso, que podría parecer marginal,
porque algo similar puede aplicarse a gran parte de los textos de Macedonio
publicados póstumamente.
La sensación de atemporalidad que sobreviene a quien
lee a Macedonio surge, en parte, gracias a esa práctica en común con su
hijo Adolfo: en rachas separadas entre sí por varios años, Macedonio
revisó (a menudo, a instancias y con la colaboración de Adolfo) sus antiguos
papeles y compuso nuevas versiones, que no siempre aparecen fechadas
correctamente al ser publicadas.
Por cierto, hay argumentos relacionados con la
poética de Macedonio que sugieren intencionalidad en esa confusión de
fechas (sobre todo en los textos novelísticos), pero a mi manera de ver hay en
todo ello, también, un momento involuntario, procedente de la práctica
laboral con su hijo y colaborador, y de la práctica editorial que de aquella
deriva.
El asunto no podrá ser estudiado en profundidad, temo,
mientras no se disponga de una edición completa y fehaciente de todos los
testimonios.
Recién a partir de allí se podrá intentar reconstruir el stemma, el árbol genealógico de cada
texto y las vicisitudes por las cuales atravesó. Esa tarea no será ni para
lectores comunes ni para críticos literarios, sino para filólogos, si es que
para ese entonces queda alguno en nuestras “desmanteladas repúblicas”...
El excurso ha sido necesario, para que se comprenda mejor
lo que sigue.
Reconstruyo así, tentativamente, lo ocurrido con el texto
“Elena Bellamuerte”:
Macedonio escribió “Elena de Obieta Bellamuerte” (tal el
título original) en 1920 o más probablemente en 1921, perdiendo luego de
vista ese manuscrito de cinco páginas, recuperado en 1940 o antes y conservado
hoy en su archivo póstumo.
Su contenido es el que se reproduce, con ligeras variantes
tipográficas, primero en una plaquette
aparecida en La Plata en 1940, luego en Sur
(números 76, enero de 1941, 14-20 y 332-333, 1973, 39-43) y finalmente,
tras ornar algunas antologías de trabajos de Macedonio, en las Obras Completas (VII 99-102).[4]
Cambio de escena.
En la sección “Noticias de nuestro
mundo literario” de la revista porteña El
Hogar del 30 de abril de 1926, un autor anónimo anota que los talleres
gráficos El Inca están “ultimando la impresión de un libro antológico acerca
de la nueva poesía de América. Se titulará Índice
de la [nueva] poesía americana y estará prologado por Alberto Hidalgo,
Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges.”
A pesar de lo que usualmente se
asegura, ni Borges ni el chileno Vicente Huidobro tuvieron parte alguna en la
selección del material, que fue obra exclusiva de Hidalgo, según mostré en
otra ocasión.[5]
En mayo de 1926, Macedonio escribe en carta a Hidalgo (OC II 82):[6]
Desearía aprovechar algo nuevo mío para aprovechar su amable invitación. Es un poema grave. ¿Conviene a su plan? Si fracaso, pues no me sobra inspiración, me parece que lo de Recienvenido que apareció en el N° 4 de Proa es lo más soportable de lo mío.[7] Pero usted haga la elección libremente. El poema sería de tres cuartillas a lo sumo.[8]
En su contexto histórico, leo ese pasaje como una alusión
al inminente libro recopilado por Hidalgo, para el cual Macedonio remite
ese “poema grave”, que debe haber
sido “Elena Bellamuerte”, pero que no es una versión que pretenda reconstruir
de memoria algún poema anterior (según postula la tradición), sino que es una
obra autónoma y nueva en ese año 1926.
Poco después de remitir a Hidalgo el trabajo aludido,
Macedonio vuelve a escribirle una carta (sin fecha, pero de hacia junio de
1926; OC II 86):
Ya sabe, amigo amable, que cualquier supresión que quiera usted hacer en mi figuración en su Antología por falta de espacio, por variedad para la obra o por disonancia con la escuela de la Colección, hágala libremente y sin aviso.[9] Es un obsequio inesperado para mí verme colaborador de la Colección que su nombre va a prestigiar, y sería imperdonable que por cortesía hacia un último llegado sacrificara lugar para discípulos y amigos antiguos suyos. Con una cosa mía cualquiera que figure es suficiente. Esto quería decirle el otro día y se me pasó.
En el Índice de la
nueva poesía americana, cuyo colofón es del 30 de julio de 1926, aparecieron
finalmente tres textos de Macedonio: “El Recién Venido”, “Elena Bellamuerte” y
“Deunamor el No-Existente Caballero (Novela de nuestra total Esperanza)”.
El texto allí titulado “Elena Bellamuerte” no es, sin embargo,
idéntico al que bajo el mismo título se publicará de la década del 40 en
adelante: se trata no de un poema, sino de una prosa poética.
El texto es, por el contrario, casi idéntico al que figura
en las Obras Completas bajo el
título “Otra vez”, que sólo se diferencia de su predecesor por algunas expansiones
y cambios menores.
Reproduzco a continuación el texto aparecido en el Índice de Hidalgo (1926, 84-86). Recojo
en notas al pie de página las variantes de la versión titulada “Otra vez” en OC VII 110-111, que es la más difundida:[10]
ELENA BELLAMUERTE[11]
No eres tú, Muerte,[12] quien por nombre de misterio[13] logre hacer pálida mi mente cual a los cuerpos haces. Nada eres y no la Nada. Amor no te conoce poder y pensamiento no te conoce incógnita. No es poder tuyo azorar la luz de mi pensar: aunque de mejillas y rosas caiga el tinte, tributo antiguo a[14] la hacendosa, ingenua Siega, que es el sencillo engaño donde tu simplicidad se complace. Mortal te veíamos Muerte, y en todo día veíamos más allá de tí.Y aunque una vez la dije:[15]“Por que no mueras”Con[16] rosas apartaré de tí a la Simple[17]mordiendo de sus hojas mortales un día y otro díacreerá Muerte de tus mejillas gustar.Verás de rosas llenos sus finos, pálidos labios.La hórrida, apiadante visión, en boca de Muerte rosas![18]Las de tu faz convulsará quizámas ¡pronto![19] de ver dolor enojarála llama de tu rostroy ostentarás[20] más cierta la inviolable vivencia de tu ser.[21]Muerte es Beldad. Sólo de amor es Muerte y es la Beldad de Amor. Cual me lo hizo aprendido la Amorosa, la sabia niña por haber más amor ida, por inquietar de muerte mi amor probándolo de ausencia y de espera.Fue de amor Persona[22] la que partió sin muerte, en quien fue último el sonreír, sí en nosotros el llanto; certeza en ella de amor y perennidad las lágrimas a su fuente volvió, mientras lloramos todo, perdidos en cortesía y miedo de certidumbre tanta en pecho de niña que instante a instante se alejanaba, y se hizo oculta por haber más amor; y, en hora última de mujer, envolvió en luz de su primer día terreno su frente la Engañosa,[23] –la fingidora de muerte por hacerme más suyo– para mostrarme a mí –cual todo amor lo anhela– en el llegar y en el partir. Pues fue tardío en la “vida” nuestro encuentro, y, cual todos amantes, sufriéramos de que[24] de nuestra infancias mutuos testigos no fuimos.Y así,[25] con sonrisa y rubor, cual doncella que primera cercanía de amor presiente, recogióse a sonreída muerte la mente por arriba de Dios fingidora, en engaño ternísimo,[26] invento no sabido de pasión que me confunde y dobla de dolor mi ser[27] cuando mi memoria se da más a lo que vi que a lo que veré.Aquietóse, tras batalla crudísima de su fuerte y cálido ser,[28] cual se aquieta onda que de la ribera al macizo del mar volvió.Un final de ola vino a adormirse, enfrescándola, en esa frente inventora que ardía aún del fingimiento cuando ya la mirada había sido guardada para mí, para colmar ficción.
“Hay un morir”, nos cantábamos antes, para inquietar nuestro amor. [29]“en[30] cada olvido toda la muerte, la única muerte hay”.Es cierto: Ella está todo oculta, pero todo real vive[31]Y ya, ahora, Hoy nos tendríamos Presencia.Más:[32] la Espera es de amor amiga: fue de Ella convidarme a la espera: de ella espero no esperar.[33]
.....
Por todo lo dicho hasta aquí, parece legítimo suponer que
el texto de 1926 se publicó en base a un manuscrito de Macedonio, del cual
éste conservó copia, que a su vez fue corregida para las reediciones de “Otra
vez” hechas de 1940 en adelante.
Poco cuesta reconocer que este texto no es una
reconstrucción del poema “Elena Bellamuerte” de comienzos de la década del
veinte, aunque cita o parafrasea, aparte del título, algunos giros del antiguo
poema (“No eres, Muerte, quien por nombre de misterio logre hacer pálida mi
mente”, “muerte es beldad”, “niña por haber más amor ida”), sino un nuevo
intento de ocuparse del mismo tema, pero de manera diferente, que retoma y
varía motivos del texto primigenio.
Mi objetivo no es, empero, hacer crítica literaria,
sino mostrar los problemas que surgen de un análisis detallado del enjambre
de textos relacionados con el motif
“Elena Bellamuerte”, de las evoluciones de los manuscritos y de su posible datación.
No creo haber aclarado nada de manera definitiva, pero mi
fin no era ese, sino problematizar las opiniones recibidas.
Carlos García
(Hamburg, 25-X-2005 / 25-II-2012)
BIBLIOGRAFÍA
Fernández,
Macedonio (1940): Elena Bellamuerte. Cuadernos del Nadir, Hipocampo,
La Plata 1940.
Fernández,
Macedonio (1942a): Muerte es beldad. Poemas. Talleres gráficos El Sol,
La Plata, 1942, sin paginar (83 ejemplares). Contiene: Nota de Marcos Fingerit
y poemas de MF: [“Ya es el día...”], “Creía yo”. “Hay un morir (1912)”. “Palabras
terminan, 1922”. “Otra vez”).
Fernández,
Macedonio (1942b): Los poemas de Macedonio Fernández. Contiene: Nota. “A mi Dios visto,
mi madre Rosa del Mazo de Fernández”. “Muerta mimosa tuya quiero ser Elena
Bellamuerte”. “Elena Bellamuerte”. “Ya es el día”. “Creía yo”. “Hay un morir
(1912)”. “Palabras terminan”. “Otra vez”. “Porque no mueras”: Guarania 2, agosto de 1942, 141-152.
Obieta, Adolfo de (1939): Destino de llorarte. Consagración de mi soledad. Buenos Aires, 1939
(Imprenta López; colofón 15-VII-39). Contiene dos poemas de MF, luego
reproducidos en 1942b: “A mi Dios visto, mi madre Rosa del Mazo de Fernández”.
“Muerta mimosa tuya quiero ser Elena Bellamuerta [sic]”.
NOTAS
[1] La primera versión de este
trabajo apareció publicada en la entretanto fenecida website www.macedonio.net con fecha 11-XI-2005. La presente versión, actualizada
y aumentada considerablemente, es de febrero de 2012.
[2] Digo “en letras de molde” porque
es altamente probable que hubiera manuscritos previos. En un libro de Adolfo
de Obieta titulado Destino de llorarte.
Consagración de mi soledad. Buenos Aires: s/n, 1939 (Imprenta López; colofón del
15-VII-39), aparecen
dos poemas de Macedonio; uno de ellos, que guarda relación con nuestro tema, se
titula “Muerta mimosa tuya quiero ser / Elena Bellamuerta” (“Bellamuerta” aparece en el índice
del libro y como título del poema, información que agradezco a Cecilia Salmerón
Tellechea, México). En el libro, esos versos llevan la fecha “1922”. El poema
contiene al final cuatro líneas que figuran en la versión publicada en las Obras Completas del poema “Elena
Bellamuerte”: “Muerte es Beldad/ Mas muerte entusiasta/ partir sin muerte en
luz de un primer día/ es Divinidad” (OC
VII 102; el detalle es importante, porque esos versos se publican antes del postulado descubrimiento del
manuscrito original de “Elena Bellamuerte” en 1940). Si 1922 es o no la
fecha de escritura correcta de “Muerta mimosa tuya quiero ser...”, debe ser considerado a la
luz de lo que el presente trabajo tematiza.
[3] Revelé la identidad entre Macedonio y “Santiago Juárez” en mis notas a Jorge Luis Borges:
Cartas del fervor. Correspondencia con Maurice Abramowicz y
Jacobo Sureda (1919-1928). Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
/ Emecé, 1999, 332 y en mi libro Correspondencia
Macedonio-Borges, 1922-1939. Crónica de una amistad. Buenos Aires:
Corregidor, 2000, 76-77.
[4] El
editor de algunos textos de Macedonio en 1940 y 1942 fue el poeta Marcos Fingerit,
quien fundó varias editoriales en La Plata, Provincia de Buenos Aires. Véase,
aunque posterior a esas publicaciones, su correspondencia con Macedonio en OC II.
[5] Véase mi trabajo “El Índice de
Hidalgo”: Álvaro Sarco, ed.: Genio y
figura de Alberto Hidalgo. Materiales para su estudio. Lima: Talleres
tipográficos, 2006, 219-255; reproducido con variantes y agregados en mi
edición de Alberto Hidalgo: España no
existe. Madrid / Frankfurt am Main: Iberoamericana / Vervuert, 2007,
151-183.
[6]
Preparo una edición comentada del epistolario entre Hidalgo y Macedonio.
[7] “El ‘Capítulo siguiente’ de la autobiografía de Recienvenido (De autor
ignorado y que no se sabe si es bueno)”: Proa 4, noviembre de 1924; Papeles
de Recienvenido 1929, 57-64 (aquí bajo el título “...no se sabe si escribe
bien”). El texto finalmente recogido por Hidalgo en su antología sería otro de
la serie Recienvenido, el primero en la versión publicada: “El Recien venido
(Fragmento)”.
[8] No
cabe duda que Hidalgo optó por el poema, ya que valoraba trabajos inéditos. Así
lo dice en carta inédita al uruguayo Silva Valdés, del 1 de junio de 1926, al
solicitarle colaboración: “Que eso sea rigurosamente inédito –se puede
publicar al día siguiente, eso ya no nos importa”.
[9] La Colección a la que alude Macedonio debía
aparecer en la misma editorial El Inca, bajo la sigla CANAAN (Colección
Artística Numerada de Autores Americanos Novísimos), aunque finalmente el
volumen no apareció como formando parte de ella. Me ocupo de la relación entre
la editorial e
Hidalgo en “Hidalgo y Roberto A. Ortelli: amistad y negocios (1925-1929)”: Álvaro
Sarco, editor: Alberto Hidalgo. El genio
del desprecio. Materiales para su estudio. Lima: Talleres tipográficos,
2006, 283-292.
[10] OC agrega al final la fecha “(1920)”, indicación que
considero errónea, como expliqué más arriba.
[11] Otra
vez
[12] No
eres, Muerte
[13]
Misterio
[14]
tributo a
[15] En OC no hay renglones en
blanco entre los siguientes versos. Adviértase el “laísmo”, inusual
en Argentina, pero difundido en España. (Ramón Gómez de la Serna, por ejemplo,
lo utilizaba a conciencia, aun sabiendo que era gramaticalmente erróneo.)
[16] con
[17] OC agrega un verso: –a la
que llamo Simple porque cree matar–
[18] rosas.
[19] pronto
[20]
ostentará
[21] OC agrega los siguientes
versos: viendo en Dolor a hojas de las Rosas./ Porque no mueras/
con rosas apartaré de tu camino/ la hora pálida. A Muerte/ daréle a morder de
sus pétalos mortales, un día y otro./ Quizá logre que así/ ella olvide tener
hambre de tus mejillas./ Dura visión: en boca de Muerte mordidas rosas/ pero
será así que su mirada/ lejos de tí pondrá.
[22]
persona
[23] más
amor; y envolvió en luz de su primer día terreno su frente la Engañosa
[24]
sufriéramos que
[25] así
[26]
sonreída muerte la fingidora a altura y genio igualando a Dios,
[27] dobla
ante la frágil forma tan fuerte irguiéndose
[28]
crudísima de su cálido ser
[29] “Hay un morir” es un poema de
Macedonio recogido en OC VII 106, allí fechado en “1912”.
[30] Y “En.
[31] En OC esta línea y la siguiente
conforman una oración.
[32] mas:
[33] a la
espera al dar ella, y no yo, el paso de Ausencia.