Por Carlos García (Hamburg)
Los
Sureda eran una familia acomodada y de excelente reputación en la isla. El
padre de Jacobo, don Juan Sureda Bimet (1873-1947), despilfarró ya antes de
1917 una gran fortuna haciendo de mecenas a escritores y artistas. Acogió en
su Palacio del Rey Sancho (Valldemosa, contiguo a la Cartuja que albergara
a Chopin y George Sand en el siglo XIX) a políticos, escritores, pintores y
músicos –entre ellos a Lord Chamberlain, Thibaud, Wanda Landowska, Sargent,
Anglada-Camarassa, Santiago Rusiñol, Joaquim Sorolla, Maurice Barrès,
Joaquim Mir, Antonio Maura, Azorín, Rubén Darío (dos veces), Unamuno (en
1916; Pilar Montaner hizode él un retrato al óleo), Eugenio d'Ors (“Xenius”),
Jorge Guillén (1921) y a muchos otros “grandes” locales o extranjeros, no
siempre para beneplácito de la familia. Se ocupó, como casi todo mallorquino
culto, de la obra del místico Ramón Lull, héroe local que también interesaría,
más tarde, a Borges. Escribió una Noticia
histórica sobre la obra y la vida de Rubén Darío y llevó un Diario (inédito, hasta donde alcanzo a
ver), con noticias interesantes sobre las sonadas estadías de Rubén Darío en
su casa.
Rubén,
a su vez, retrató favorablemente a Sureda padre bajo el nombre “Luis Arosa”
en El Oro de Mallorca (novela
inconclusa publicada por entregas en La
Nación de Buenos Aires, entre 1913-1914), a quien consideró un "gentil homme y profundo lulista".[2]
Unamuno
lo menciona repetidas veces en Andanzas y
visiones españolas; Azorín, en Verano
en Mallorca; Mario Verdaguer, en La
ciudad desvanecida (la traducción catalana, La ciutat esvaïda, incluye foto de los padres de Jacobo); Jorge
Guillén, que lo había visitado con suesposa, lo recuerda brevemente en su
correspondencia con Pedro Salinas. La biografía de don Sureda, sin embargo,
está por hacer.
La
madre de Jacobo, Pilar Montaner Maturana (1876-1961) fue a su vez una notable
pintora de paisajes, de estilo modernista. El poeta Adriano del Valle
(1895-1957), colaborador de Grecia y
amigo de Borges, la cita en su “Epístola al poeta Rogelio Buendía” (Gran Guignol 1, Sevilla, 10-II-20, 4 –
Borges colaboró también en esa revista). Conjeturo que del Valle había peregrinado
a Valldemosa, siguiendo las huellas de Rubén Darío, como tantos otros poetas
españoles e hispanoamericanos antes que él. Darío había mencionado a Pilar
Montaner en su poema “Los olivos” (dedicado a su esposo), y en el citado
texto de la Autobiografía confirma:
“pinta admirablemente y le ha arrancado a los olivos su ademán de muertos
deseosos de clamar al cielo sus misterios y enigmas”. Aparece en El Oro de Mallorca bajo la figura de “María”,
“artista gentil y madre infatigable”.
Esta
última clase de epítetos se convertirían en lugar común al hablar de ella.
Borges mismo recurre al tópico, en carta inédita de junio de 1920: “charlo con
un pintor sueco [Sven Westman] y un muchacho tuberculoso Sureda (hijo de la
pintora de quien José Francés[3]
dijo: ‘fecunda como madre y como artista’ = tiene una docena de vástagos y
una enormidad de paisajes de Valldemosa)”.
En
efecto, aparte de Jacobo, los Sureda tuvieron 10 hijos, entre ellos Pazzis
(1907-1938, escultora y dibujante, que también escribió algunos poemas),[4]
Pedro (1909-1983, paisajista y caricaturista, miembro del "Grupo de
los Siete") y Elvira (1903-1922), que parece haber sido de una gran sensibilidad.
El
hogar de los Sureda endulzó las opresiones de la tradición y de un ceñido catolicismo,
y más tarde las de la casi pobreza, con una muelle vena artística, que permitió
a los niños crecer en compañía de escritores y pintores famosos en esa época,
que no siempre dieron buen ejemplo (Darío, que tenía graves problemas con el
alcohol, es la mejor muestra de ello).
Al
joven Jacobo lo emocionaba, según se desprende de apuntes guardados en el
archivo familiar conservado por su hija, Pilar Sureda Sackett, pensar en las
celebridades que habían pasado por su casa. Esa actitud dejaría paso, al correr
del tiempo, a cierta amargura, según se desprende de su correspondencia con
los padres. El precio pagado por el mecenazgo fue una necesidad no siempre balanceada
por el agradecimiento. Tal el caso, por ejemplo, del pintor sueco Sven Westman,
quien asisitió por años regularmente a comidas en la casa de los Sureda, y
desapareció de Mallorca, sin despedirse, hacia 1929.
A
fines del siglo XIX, aproximadamente, renace entre los catalanes el nacionalismo,
que también alcanzó a los mallorquines. El uso del idioma nativo se convirtió
en uno de los símbolos preponderantes de ese resurgimiento (“Renaixença”),
que se extendió a la arquitectura y a las demás artes. Los Sureda no se
adhirieron a ese movimiento, y permanecieron hispanoparlantes. Emilia, una de
las tías de Jacobo, sin embargo, compuso al filo del siglo y, según se cuenta,
a instancias de una amiga, poemas en catalán, que serían publicados póstumamente
en forma de libro, para “vergüenza” de la familia. Algunos de ellos aparecieron
en la moderada revista Baleares, la
misma en que haría su debut palmesano Jorge Luis Borges en 1920, precedido por
su hermana Norah en 1919. Jacobo, por su parte, llegó a dominar el catalán,
según demuestran algunas cartas de mediados de los años 20, entre otros a
Lorenzo Villalonga (uno de los pocos autores mallorquines que alcanzaron
cierta difusión en el mercado hispanoparlante), pero no lo utilizó en sus trabajos
literarios.
Nacido
en 1901, Jacobo Sureda había emprendido estudios de ingeniería naval en Madrid,
que debió abandonar hacia 1917 debido a la enfermedad pulmonar que terminaría
matándolo. De una carta que Borges le enviara en julio de 1921 (Cartas del fervor, N° 28) se desprende
que Jacobo lamentaba no haber tenido una formación más amplia, de tendencia
humanística.
Debido a su dolencia, y por consejo de
médicos que no necesariamente sabían cómo aliviarla, Jacobo pasó varias
temporadas fuera de la casa familiar. Varias en el extranjero (Sankt Blasien,
Selva Negra, Alemania), alguna en la sierra de Guadarrama, otra en la isla
Cabrera, cercana a Mallorca, y al menos una vez, en el verano de 1920, en una
casucha que el clan poseía en el Teix, monte cercano a Valldemosa.
Por allí había pasado años antes el adusto
Unamuno, quien, según cuenta la leyenda, ante la seguramente bulliciosa prole
de los Sureda, abrió su ánimo y divirtió a los niños haciendo pajaritas de
papel. También Eugenio d'Ors pasaría más tarde por el Teix, para verse anonadado
por poemas ultraístas que le recitara Jacobo. En el archivo familiar hay misivas
de ambos.[5]
![]() |
Jacobo Sureda |
Quien
gozaba de la mayor confianza de Jacobo dentro del núcleo familiar parece haber
sido su hermana Elvira, enferma del corazón y los pulmones, que compartió los
intereses literarios y artísticos de su hermano, sin descollar en alguno de
esos campos. Tan estrecho era su vínculo, que la familia no se atrevió a
comunicarle a Jacobo su temprana muerte (ocurrida el 11-X-22), que éste debió
adivinar de a poco.[6] Con
los demás miembros de la familia, la relación de Jacobo parece haber sido más
tensa o menos entrañable. Subsisten algunas notas manuscritas, que lo
muestran cáustico y punzante, quizás como efecto de los dolores que
padeciera. Alguna carta a su madre, fechable hacia 1922, trasluce su propósito
de colaborar en la prensa palmesana, intención que no encontró la aprobación
inmediata de doña Pilar, pero que fue de todos modos puesta en práctica.
Antes
de ello, a comienzos de la década, el introvertido autodidacta pasó una época
sin mayores sobresaltos literarios, hasta que conoció a Borges. A instancias
de éste, por entonces un inquieto y aguerrido temperamento, Sureda escribió a
la redacción de la revista Grecia,
donde ya habían aparecido algunos textos de Borges. El director, Isaac del
Vando-Villar, le respondió con carta del 18-VII-20, conservada en el archivo
familiar. De ella se desprende que Sureda envió algunos versos e hizo valer
la intimidad que su familia había tenido con Rubén Darío, héroe de toda una
generación de poetas, tanto en España como en América.
En alguna carta, Borges alude con
orgullo a Jacobo Sureda, como a un prosélito que ha ganado en Mallorca para la
causa del “Ultra”. Ese proselitismo se repetirá con “Maurice Claude” (seudónimo
de Maurice Abramowicz, su amigo ginebrino),[7]
y con Clotilde Luisi, una poeta uruguaya que Borges conocerá en 1921, en el
vapor que lo transportara a Buenos Aires.
Juntos,
y apoyados por Juan Alomar (hijo del influyente pensador y político mallorquín
Gabriel Alomar) y el cantante de ópera y crítico José Luis Moll (que usaba el
seudónimo “Fortunio Bonanova”), así como por otros menos descollantes, los
jóvenes poetas ultraístas despabilarían la amodorrada vida cultural de la
isla.
La
Palma de aquella época era una ciudad recoleta y conservadora. Primaba, pues,
la incomprensión para esta clase de “excesos”, pero eso no hacía más que
confirmar y acicatear a los exaltados muchachos, que sólo buscaban tener
motivos para publicar revolucionarios poemas y duras diatribas en los
periódicos que se atrevían a publicarlas. Al comienzo, las relaciones entre
los popes culturales de Palma y el ultraísmo habían sido relativamente
corteses; hubo incluso reseñas más o menos amistosas (si bien poco comprensivas)
de trabajos de Norah Borges, la musa y la principal artista plástica del primer
movimiento Ultraísta. Pero esa calma no podía prosperar, ya que el nuevo
arte precisaba, cuando menos en opinión de Borges, contrincantes para alcanzar
difusión.
Poco
después de la publicación de dos manifiestos, de algunas diatribas públicas
con críticos literarios o artísticos, de algunos poemas y de ensayos, Borges
debe marchar con su familia a Buenos Aires, vía Barcelona. El último día en Valldemosa,
a fines de febrero de 1921, lo pasaron Jacobo y él declamando poesías, tanto
propias como de Adriano del Valle, el ya citado ultraísta sevillano.
Ya
en Argentina, Borges aludirá a esa despedida de Jacobo con mal cifrada emoción,
en su artículo “La nadería de la personalidad”: Proa 1, Buenos Aires, agosto de 1922 (reproducido, con variantes,
en Inquisiciones, 1925). En el
mismo año 1921, Borges comenzó a publicar textos de Sureda en sus revistas
porteñas, a partir de Prisma; la
correspondencia entre ambos versa a menudo sobre ello.
Sureda
fue también uno de los amigos españoles a quienes Borges remitiera su primer
poemario, Fervor de Buenos Aires
(1923), con una dedicatoria sorprendentemente sobria: “Fraternalmente, a Jacobo
Sureda. Jorge Luis.” (Antonio Fernández Molina: “Borges, en Mallorca”: Arbor 328, Madrid, abril de 1973, 110).[8]
A
Sureda parece no haberle gustado mucho Fervor.
De una carta que Borges le enviara desde Ginebra hacia septiembre-octubre de
1923 (Cartas del fervor, N° 40), se
desprende que Jacobo lo había criticado en misiva a Abramowicz. Sureda, de los
dos el más escéptico o el menos propenso al entusiasmo, había comenzado a
separarse ya en 1921 de los supuestos del ultraísmo, y terminaría por abjurar
de la poesía en general, para dedicarse a la pintura. Borges no había sido ni
era ortodoxo (el contenido de Fervor
lo confirma), y por eso coincidieron, por esta época, en algunos aspectos de
la crítica, aunque no en las conclusiones a sacar de ella. Por desgracia, no podemos
seguir ese debate seguramente apasionante e instructivo, ya que faltan todas
las misivas de Sureda a Borges y a Abramowicz, y varias de las que Borges
remitiera a ambos. Por lo que se puede apreciar a través de las cartas de Sureda
a otros corresponsales que han sobrevivido, Jacobo escribía más largo que
Borges, y sin temor de decir sus opiniones francamente. Es de lamentar que
sus misivas no sean accesibles.
Por
lo demás, también Sureda se vio obligado a abandonar la isla, por cuestiones de
salud. Hacia 1921 se trasladó a un sanatorio en Leysin, cerca del Lago Leman
(Suiza). Desde allí, así como a partir de febrero o marzo de 1922 desde St.
Blasien (Selva Negra, Alemania), envió varias colaboraciones a periódicos
palmesanos. A partir de 1924, remitió al periódico El Día (Palma) una veintena de crónicas desde Alemania e Italia
(entre ellas, en 1925, la temprana y poco difundida reseña de Inquisiciones, de Borges).
En
febrero de 1926 organizó, en la Asociación para la Cultura de Mallorca (Palma),
una lectura de sus poemas. En ella habló de Borges, a quien calificó de
“buhonero de imágenes”. Los poemas que leyó fueron plausiblemente algunos de
los que aparecerían en octubre de 1926 en su único libro: El prestidigitador de los cinco sentidos,
en 300 ejemplares compuestos por él mismo en los talleres de Joseph
Weissenberger (St. Blasien; fue reeditado por Carlos Meneses en 1985).
Notablemente,
Sureda no incluyó en el libro los poemas aparecidos en Grecia; por lo demás, la suma de versos era bastante dispar, y no
respondía del todo al ideario ultraísta ni a algún otro específico. Ignoro por
qué el libro no se puso a la venta inmediatamente, sino recién dos años más
tarde (1928), en la librería Tous de Palma.
La
impresión del libro parece haber marcado un límite: a partir de 1926, Sureda ya
no publicará poesía. Llama la atención, por eso, el que al presentarse a la
galerista Johanna Ey en Düsseldorf (Alemania) a fines de 1926, le presente una
orgullosa tarjeta que rezaba: “Jacobo Sureda – poeta”.
Paralelamente
a su trabajo como columnista, se dedicó con especial ahínco a las artes
plásticas, que venía practicando desde años atrás (15 de sus xilografías
inéditas hasta ese momento, fueron publicadas en 1971 por su hija Pilar; en el
2011 se hizo uan exposición con sus obras en Madrid, Centro de Arte Moderno;
Catálogo aparecido en Del Centro, Editores).
En
cuanto a la vida posterior de Sureda, dispongo apenas de algunos datos muy superficiales,
que registro a continuación:
En
1927, se casa, en París, con la pintora norteamericana Eleanor Sackett. El
par se radica en Mallorca. Jacobo recibe la visita de la galerista alemana
Johanna Ey (1864-1947), con quien recorre la isla (cf. el diario de ésta, publicado
en Am Anfang: Das Junge Rheinland. Zur
Kunst und Zeitgeschichte einer Region, 1918-1945. Düsseldorf: Claasen,
1985, que contiene también, en p. 340, una breve semblanza de Jacobo escrita
por su hija Pilar. Allí aparecen algunas fotos de Jacobo –entre ellas una de
los años 20 en Schwarzwald (Selva Negra)– y varios dibujos o postales, así
como, en p. 88, un retrato de Ey y Sureda aparecido en Der Querschnitt 12, Berlin, diciembre de 1928. Otras cartas de
Sureda a “Mutter Ey” han sido publicadas por Anette Baumeister).
En
1928, su cuadro “La verdadera luz” es seleccionado, con los de otros artistas,
para la Misión de Arte en Argentina, muestra colectiva de pintores
mallorquines o residentes en la isla, organizada por Juan Alomar y Miguel
Angel Colomar, que habían pertenecido, a comienzos de la década, al círculo de
amigos mallorquines de Borges. La obra fue adquirida en mil pesetas el primer
día de la exposición por Ramiro de Maeztu, en esa época flamante embajador
español en Buenos Aires, simpatizante de la dictadura que asolaba a su
país. (La “Exposición de pintura de Mallorca” tuvo lugar en los salones del
Retiro de Buenos Aires; cf. la crítica reseña de Roberto Cugini, sin mención
de Sureda: Nosotros 230, Buenos
Aires, julio de 1928, 124).
En
1931 Sureda sufre una nueva intensificación de la enfermedad. Debe interrumpir
sus actividades artísticas, y reposar en el sanatorio del Montseny. En octubre
de 1931 pasa a Locarno. A comienzos de 1932 se organiza una exposición de su
obra gráfica en las Galerías Costa (Palma, fundada en 1928). Ese mismo año
viaja a los Estados Unidos con su esposa, donde la galería de Marie Sterner
(New York) expone su obra. (De esa época será su prosa “Lo que me pasó en
Nueva York”: El prestidigitador...,
²1985, 97-103, aunque la leyenda familiar cuenta que el texto fue escrito
antes del viaje).
El
7-VI-1935, Jacobo, apodado Pitín por su familia y sus amigos (sobrenombre
que no debió agradarle), murió de tuberculosis pulmonar. Uno de sus amigos
mallorquines diría años más tarde:
Lo curioseó todo; dejó más orientaciones que obras realizadas. Se anticipó a su época, amoldó su vida a las premuras del tiempo. Era ante todo un pintor lleno de poesía, un grande, un interesantísimo pintor, cotizado en Alemania y en Norteamérica. Nos ha dejado versos llenos de ingenio, que él no valoraba. Su agilidad era sorprendente. (Lorenzo Villalonga, en un catálogo de exposición, Galería Costa, Palma de Mallorca, 1970)Una carta de Borges al poeta Adriano del Valle (sin fecha, pero plausiblemente del 21 de febero de 1921; el manuscrito se conserva en Madrid), sugiere que la última vez que se vieron Jacobo y él, ambos estaban embriagados de poesía, que recitaron a voz en cuello por las sierras de Valldemosa:
Te escribo a vísperas de abandonar Mallorca. Como presintiendo mi fuga, todo se vuelve desdibujado y lejano = las calles son recuerdos borrosos de las calles, las chicas en los paseos son como antiguas novias olvidadas y hasta el sol parece un garabato tatuado en el azul. Ayer estuve en Valldemosa = ante tus olivares y tus montes y el estandarte de tu Mediterráneo allá lejos, leímos Sureda y yo el “Novilunio de Amor”[9] y “El Salomón Magnífico”[10] y lo de la “Piel de Tigre clavada en las Estrellas”[11] y nos alcoholizamos de imágenes y de sonoridad...En una versión pública de esa despedida de 1921, Borges es algo más circunspecto (“La nadería de la personalidad”: Proa 1, Buenos Aires, agosto de 1922, 1-2; difiere del texto publicado 1925 en Inquisiciones):
El yo no existe.[12] Allende toda posibilidad de sentenciosa tahurería, he tocado con mi emoción ese desengaño en[13] trance de separarme de un compañero. Retornaba yo a Buenos Aires y dejábale a él en Mallorca. Entrambos comprendimos que salvo en esa cercanía mentirosa o distinta que hay en las cartas, no nos encontraríamos más. Aconteció lo que acontece en tales momentos: Sabíamos que aquel adiós iba a sobresalir en la memoria, y hasta hubo etapa en que intentamos adobarlo, con vehemente despliego de opiniones para las añoranzas venideras. Lo actual iba alcanzando así todo el prestigio y toda la indeterminación del pasado...
Pero encima de cualquier alarde egoísta, voceaba en mi pecho la voluntad de mostrar por entero mi alma al amigo. Hubiera querido desnudarme de ella y dejarla allí palpitante. Seguimos conversando y discutiendo, al borde del adiós, hasta que de golpe, con una insospechada firmeza de incertidumbre, entendí ser nada esa personalidad que solemos tasar con tan incompatible exorbitancia. Ocurrióseme que nunca justificaría mi vida un instante pleno, absoluto, contenedor de todos los demás, que todos ellos serían etapas provisorias, aniquiladoras del pasado y encaradas al porvernir, y que fuera de lo episódico, de lo presente, de lo circunstancial, no éramos nadie. Y abominé de todo misteriosismo.
Aunque
tuve acceso, en su momento, al archivo póstumo de Jacobo Sureda, no hallé en él
ningún documento que me permitiera desentrañar una alusión de Borges, contenida
en “La metáfora” (Cosmópolis 35,
Madrid, noviembre de 1921; Textos
recobrados, 1997, 117). Borges cita allí dos versos de Sureda (“Era la
rebelión de una mañana / y cantaba la luz como un clarín”), que no figuran en
ninguno de sus trabajos publicados, ni constan en el archivo póstumo del
malogrado poeta.
Si
bien la correspondencia entre ambos duró, al menos, hasta fines de 1926, los
amigos no parecen haberse visto luego de la separación a fines de febrero
1921, a pesar de que Borges volvió a Europa de julio de 1923 a julio de 1924.
Quizás
sea “marginalidad” la palabra que mejor defina la vida y la obra de Jacobo
Sureda. Enfermo entre “sanos”, mallorquín entre españoles o catalanes,
español entre alemanes y franceses, pintor entre poetas, poeta entre
pintores...
(Hamburg, 1999-2012)
Bibliografía
Borges, Jorge Luis: Cartas del fervor. Correspondencia con Maurice Abramowicz y Jacobo
Sureda (1919-1928). Prólogo: Joaquín Marco. Notas: Carlos García. Barcelona:
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores / Emecé, 1999.
García, Carlos (1998): “Borges y Maurice
Claude / Abramowicz. Dos traducciones desconocidas”: Variaciones Borges 6, Aarhus, julio de 1998, 221-226.
García, Carlos (1999): “Borges en
España: Bibliografía 1919-1926”: Revista
Interamericana de Bibliografía / Inter-American Review of Bibliography
XLIX, 1-2, Washington, 1999, 3-11.
García, Carlos (2000a): El joven Borges, poeta (1919-1930).
Buenos Aires: Corregidor, 2000.
García, Carlos (2000b): Macedonio-Borges. Correspondencia 1922-1939.
Crónica de una amistad. Macedonio Fernández / Jorge Luis Borges. Correspondencia 1922-1939. Crónica de una
amistad. Edición y notas: Carlos García. Buenos Aires: Corregidor, 2000.
Notas
[1]
Esta semblanza del amigo juvenil de Jorge Luis Borges no hubiese sido posible
sin los trabajos de algunos predecesores: La mayor parte de los datos sobre la
familia Sureda proceden de publicaciones de Francisco J. Díaz Castro / Damiá
Pons i Pons y de María del Carmen Bosch Juan, estudiosos baleares, así como de
Carlos Meneses, escritor y periodista peruano radicado en Palma de Mallorca.
También las charlas con algunos de ellos fueron amenas e interesantes. Por
fin, agradezco a Pilar Sureda Sackett el haberme permitido ver y estudiar el
importante archivo de su padre.
[2] Autobiografía, LXV, "Posdata, en España" [1915]. Madrid:
Mondadori, 1990, 129.
[3] José Francés
(1883-1964): Periodista, crítico de arte, conferenciante, cuentista, autor
de teatro y traductor madrileño. Seudónimo: "Silvio Lago". Escribió
novelas de crudo naturalismo, mezclado con rasgos decadentistas o elementos
fantásticos, que pueden haber influido en el joven Borges.
[4] Dos aparecieron en la
revista Brisas, Palma de Mallorca,
noviembre de 1935.
[5] Véase mi breve
trabajo “Sureda y Xenius (1920-1926)”: Carlos Meneses, ed.: Jacobo Sureda, cien años. Palma de
Mallorca: Calima / Ajuntament de Palma, 2001, 63-68.
[6] Casi año y medio
antes, Borges había dedicado a Elvira un poema: “Distancia (A Elvira Sureda
Montaner)”: Ultra 9, 30-IV-21. Quizás
haya estado enamorado de ella; cf. su prosa poética“Mallorca”: El Día, Palma, 21-XI-26; Textos recobrados, 1919-1929. Buenos
Aires: Emecé, 1997, 272. (El texto es seguramente muy anterior a su publicación.)
[7] Véase mi trabajo
“Borges y Maurice Claude / Abramowicz. Dos traducciones desconocidas”: Variaciones Borges 6, Aarhus, julio de
1998, 221-226.
[8] Más elaborada es la dedicatoria
que inaugura Luna de Enfrente: “al
gran amigo e igual poeta Pitín Sureda mando esta luna / que, como la otra que
está en los cielos, irá desde la / pampa a las montañas, de mi patio criollo a
sus olivares – Jorge Luis” (la he visto gracias a Pilar Sureda Sackett). Se
sabe, igualmente, que Borges le remitió Inquisiciones;
el ejemplar fue prestado por Sureda a un amigo de nombre Aguiló, que no
parece haberlo devuelto (ello se desprende de unas notas inéditas de Sureda,
del año 1926.)
[9] “Novilunio de amor (A
Norah Borges, dominadora Vésper divina que imprime la huella de su sandalia
sobre el Mediterráneo que hay en mi corazón...) [Alba lluviosa. Cantos del
Hiperionida. Atardecer de lluvia. Lluvia y sol. Angustia. Reloj de cuco. Interrogación
a los pinos]”: Grecia 37, Sevilla,
31-XII-19, 7-8.
[10] “El Salomón magnífico”
(parte de “Tarde en el litoral (A Jorge Luis Borges...)”: Grecia 38, Sevilla, 20-I-20; véase qué poesía entusiasmaba a Borges
por estas fechas: “La Sulamita tiene el sexo dormido / junto a los pebeteros /
y el Salomón magnífico / encierra en una estancia seis luceros. / Se derrama
la miel de las estrellas... // Se enciende el candelabro del Cantar. / Y el
Salomón magnífico / duerme sobre las sedas de Bagdad...”.
[11] “Trofeo sideral”
(parte de “Tarde en el litoral (A Jorge Luis Borges...”): Grecia 38, Sevilla, 20-I-20: “Hay una piel de tigre / clavada en
las estrellas // ¡Sirio, Proción, Antares, Aldebarán, Capella! / Hay una piel
de tigre / clavada en las estrellas!”
[12] El yo no existe. 1ª;
No hay tal yo de conjunto. 2ª
[13] 1ª trae aquí, por
errata, una línea que corresponde unos renglones más abajo, donde vuelve a
aparecer (“mente despliego de opiniones para las”). Completo la frase que presumo
original según Inquisiciones, desde
aquí hasta “compañero”.