jueves, 29 de noviembre de 2012

Alberto Hidalgo y Proa (1925) [1]


Por Carlos García (Hamburg)

La revista Proa (Buenos Aires, 1924-1926), de la que acaba de salir una edición facsmiliar, había sido fundada Brandán Caraffa, Borges, Ricardo Güiraldes y Pablo Rojas Paz.
En el número 13 de la revista, aparecido en noviembre de 1925, figura una carta de adhesión de Al­berto Hidalgo, sin fecha.
Hidalgo se dirige allí a tres de los directores primigenios, porque ignora los dramáticos cambios por los que atravesaba la publicación, que por estas época ya era dirigida por un nuevo triunvirato, conformado por Borges, Brandán Caraffa y Francisco Luis Bernár­dez: 
Señores
          Jorge Luis Borges, Brandán Caraffa y Ricardo Güiraldes,
Presente
Queridos compañeros:
Recibí vuestra carta, vale decir mi nombramiento de oficial de ese barco. No la he contestado ni contesto todavía, porque estoy de mu­dan­za y seguramente he guardado mi inteligencia en el fondo de algún /60/ baúl, pues no me sale una línea digna de la respuesta que bal­bu­cea mi corazón. Si la encuentro pronto, les mandaré por correo unas palabras. Sólo que no sé si cabrán muchas estrellas dentro del sobre.
Como anticipo de ese cielo, quiero decirles que estoy todo yo al ser­vi­cio de esa obra de abrir rutas en el mar pobre de ellas. Y aquí quedo esperando el momento de oír el timbre de la llamada para ir a cua­drar­me ante ustedes, la mano frente a la sien, a la voz de: "¡Presente, mi Capitán!"
Alberto Hidalgo

En lo que sigue, intentaré ubicar esa carta en su contexto histórico.
Luego de diversas peripecias y penurias económicas que amenazaran con obligar al cierre de la revista, la redacción de Proa de­cide, a instancias de Ricardo Güi­ral­des (quien ya había esbo­zado un plan en 1924), ha­cer un in­tento de re­no­vación. A ese fin, la Direc­ción remitió hacia marzo de 1925 la si­guiente cir­cular a va­rias personalidades (la carta meca­nografiada, cu­yo bo­rrador fue escrito por Ro­jas Paz si­guiendo indi­ca­cio­nes de Güiraldes, carece de fe­cha, pero ella se de­­duce de la de las res­puestas recibidas, ma­yor­mente en abril de 1925. La segunda página de esa circular no fue impresa en la revista, pero se conserva en Madrid el ejemplar enviado a Rafael Cansinos Assens, que permite repro­ducir aquí el escrito completo): 
Buenos Aires, ... de ........................de 1925.
Compañero y amigo: Hemos querido, desde el prin­ci­pio, que PROA, ha­­ciendo justicia a su nom­bre, fuera una con­cen­tración de lucha, más por la obra que por la po­lémica. Traba­jamos en el sitio más libre y más duro del barco, mien­tras en los cama­rotes duermen los bur­gue­ses de la lite­ra­tu­ra. Por la po­sición que he­mos ele­gido, ellos for­zosamen­te han de pasar de­trás nuestro en el ho­nor del camino. Dejemos que nos lla­men locos o ex­tra­­vagan­tes. En el fondo son mansos y todo lo harán me­nos dis­putar­nos el privi­le­gio del tra­bajo y la aven­tura. Sea­mos unidos sobre el trozo in­se­guro que marca rum­bo. La proa es más pequeña que el vien­tre del barco, porque es el punto de con­vergen­cia para las ener­gías. Riamos de los que rabien sa­biéndose hechos para se­guir. Sus ataques no llegan por­que te­men. PROA vive en con­tacto directo con la vida. Ha dado ya sus pri­­meros tumbos en la ola y se refresca de opti­mis­mo por su voluntad de vencer dis­tancias. Hoy quiere crecer un día más. Por eso le es­cribe a Ud. De­nos la mano de más cerca para ayu­dar este crecimien­to.
Pronto la respuesta.
          Jorge Luis Borges   Brandán Ca­raffa
          Ricardo Güiraldes   Pablo Rojas Paz
/2/ Este es nuestro proyecto:
Cuerpo de escritores que constituyen PROA:
BERNARDEZ (Francisco Luis), BORGES (Jorge Luis), BRAN­DAN CA­RAFFA, CANSINOS AS­SENS, CARO (Andrés L.), FER­NAN­DEZ (Ma­ce­do­­nio), GI­RONDO (Oliverio), GOMEZ de la SER­NA (Ra­món), GÜI­RAL­DES (Ricardo), IPU­CHE (Pe­­dro Lean­­dro), KEL­LER-SAR­MIENTO, LAR­BAUD (Vale­rio), MON­TES (Eu­ge­nio), NE­RUDA (Pablo), QUE­SADA (Alon­so), REYES (Al­fonso), REYES (Sal­vador), ROJAS PAZ, SILVA VAL­DES, TORRE (Gui­llermo de).[1] 
Comité directivo a efectos de publicación y or­dena­ción del ma­­terial, co­rrección de pruebas, admi­nis­tra­ción pecuniaria, subs­cripciones, avi­sos, etc.:
Brandán Caraffa, Jorge Luis Borges, Ri­cardo Güi­­ral­des, y Pa­blo Rojas Paz.
Dirección artística, impresión, disposi­ción tipo­grá­­fica, admi­sión y publi­ca­ción de dibujos, etc.:
Sandro Piantanida,[2] Eduardo Bullrich,[3] Norah Bor­­­ges.[4]
El tiempo que Vd. ponga en contestar, ade­lan­tará o atra­­sará este se­gun­do y más fuerte naci­miento de PROA.  
Conviene hacer algunas acotaciones, ya que ese “cuer­po de escritores que constituyen PROA” aduce algunos nombres hoy menos cono­cidos que en­tonces. Para em­pezar, debe recal­carse que ese “cuerpo de escritores” no llegó a exis­tir, al menos, no en esa forma. La lista surgió a pro­puesta del “comité di­rectivo” antes de saber si los alu­di­dos estarían de acuer­do o no.
Entre los aportes de Bor­ges de­ben notarse, aparte de su maestro y amigo Ma­ce­­do­nio Fernán­dez, el chileno Sal­vador Reyes (colabo­ra­dor de la pri­mera Proa y temprano reseñador de Fervor de Buenos Aires) los españoles Rafael Cansi­nos Assens, Guillermo de To­rre, Eugenio Mon­tes, y el poeta de las Islas Canarias que fir­ma­ba “Alon­so Que­­sada”. Sin em­bargo, des­con­tan­do a Ramón Gó­mez de la Serna y a To­rre, los demás espa­ñoles men­cionados no co­la­bo­­ra­rían en Proa.
Guillermo de Torre había solicitado a Cansinos cola­bo­ración para Proa, y éste la había prometido en carta del 23-X-24,[5] pero nada suyo apareció en la revista, a pesar de que Borges volviera a ins­tar­lo a ello mediante carta sin fecha, de hacia marzo de 1925.[6] Imagino que Cansinos, cuyo vago y con­tra­dic­torio papel van­guar­dis­ta se ha­bía obnu­bi­lado en los últi­mos años, se abs­tu­vo de publi­car allí por­­que des­­con­fiaba de órga­nos que no estu­viesen ba­jo su in­­fluen­­cia di­recta; había padecido en Es­paña, por esta época, al­gu­nos des­­­falcos literarios que lo ofusca­ran.
El poeta español Eugenio Mon­tes, uno de los primeros conocidos ma­dri­le­ños de Bor­ges en 1920, no colaboraría, porque por esa época estaba pre­pa­­­rándose a dar cier­tos exá­­menes. Muy amigo de Guillermo de To­rre, y “Vir­gilio” de Gerardo Die­go ha­cia 1919 (según éste afir­mara en la de­dicatoria del poema “Crea­ción” de su li­bro Ima­gen), Montes fir­mó, con Borges y otros, hacia marzo de 1920, un texto en­via­do a Tristan Tza­ra, que no llegó a publicarse. También hi­zo co­no­cer a Bor­ges, con quien man­­tuvo co­rres­­pon­­­­dencia, per­dida o no re­cu­pe­rada aún, la obra de Oswald Spen­g­ler (La de­­ca­­dencia de Occi­dente, Madrid, 1924). Una dé­cada más tar­de, ya con­ver­­tido en fas­cista, sería con­se­jero de Fa­­­­lange Espa­ñola. Vi­­sitó Bue­nos Ai­res en 1935, cuando co­noció a Leopoldo Lu­go­nes y a Manuel Mu­jica Lái­­­nez.
“Alonso Quesada” (seudónimo de Rafael Romero, 1886-1925), fue un poe­ta post­­modernista de las Islas Ca­narias. Repre­sen­tó allí a la revista porteña No­sotros, don­de pu­blicó a me­nudo, y don­de “E.S.C.” (Emi­lio Suárez Calí­mano) re­señó su La Umbría (Ma­­drid, 1922), texto tam­bién recogido por Ca­lí­mano en sus 21 En­sa­yos. Ed. No­sotros, 1927 (el mis­mo redactaría su ne­cro­lógica: Nosotros 52, 200-201, enero-febrero 1926, 158-159; en el mis­mo libro, un artículo sobre Hidalgo). Que­sada fue colabo­ra­dor, en la Pe­­­­­­­nín­sula, de Pro­meteo (revista de Ramón Gó­mez de la Serna), Es­paña (de Ortega y Gasset), Re­vista de Casa Amé­rica-Gali­cia / Alfar (del uruguayo Julio Casal), La Pluma (de Rivas Cheriff), etc. Escribió tam­bién cuen­tos y cró­nicas pa­ra La Pu­bli­cidad (Barcelona). Mantuvo corres­pon­­dencia con Can­sinos y con el poeta Pe­dro Sa­linas, en­tre otros. Bor­ges debe haber co­nocido a Quesada per­so­nal­­­mente du­­rante su cor­­­­­ta esta­­día en Las Pal­mas de Gran Ca­na­­ria, en 1923, en viaje a Europa. Que­­­sada es­­taba em­pleado en una agencia co­lo­nial in­glesa, lo que pue­­de ha­ber favorecido el encuen­tro. Es­cri­bió al res­pec­to en su poe­mario Los ingle­ses en la co­lonia, con pró­logo de Unamuno. Pós­tumamen­te apa­re­ció Los ca­minos dis­persos (1944). Otro es­labón entre él y Bor­­ges es que Que­sada fue amigo del poeta cana­rio Saulo To­rón, uno de los colaboradores de Gran Guignol, re­vista se­vi­lla­na donde también Bor­­ges y su padre pu­blica­ran en 1920 (qui­zás fuera Torón quien rela­cio­na­ra a Que­sada y Bor­ges, ¿en Se­villa?). La co­la­­bo­ra­ción de Que­sada en Proa, pro­­puesta por Bor­ges, no llegó a con­cre­tarse, ya que aquél falleció en 1925. Es muy facti­ble, sin em­bargo, que exis­tiera inter­cam­bio episto­lar entre am­bos, cuyo even­tual pa­ra­­dero ignoro.
Valery Larbaud, quien probablemente propuso al mexicano Alfon­so Reyes, fue un aporte de Güiraldes, que lo contaba entre sus ami­gos desde que se co­no­cieran en París (Re­yes y Güi­raldes, por su parte, no llegaron a cono­cerse per­so­­nal­men­te, aunque mantu­vieron una breve correspondencia). Lo mismo debe ha­ber ocurrido con los urugua­yos Ipu­che y Silva Valdés, cuyas obras Güiraldes co­nocía y gus­ta­ba (Ipuche fue, además, uno de los pri­me­ros rese­ña­do­res de Bor­ges en Uru­guay, en el diario El País, de 1924. Ya la primera Proa había re­pro­du­cido al­gún po­e­­ma suyo).
También Gómez de la Serna y Larbaud se conocían per­so­nal­mente; el se­gundo traduciría (con la ayuda de Ma­thilde Pomès) greguerías del pri­me­ro, bajo el título Échan­tillons (Paris, 1923). La colaboración de Ramón en Proa 4, noviembre 1924, surgió a pe­dido de Guillermo de Torre, quien se hizo eco, a su vez, de un en­­­cargo de Borges.
Neruda, por su parte, de breve e infructuoso acercamiento a Proa y Martín Fierro (y miembro del plantel seleccionado por Hidalgo en su Índice de 1926), se con­vertiría en la década del 30 en cuñado póstumo de Güiraldes al ca­­sarse con Delia del Carril, hermana de su viuda Ade­lina.[7] Por esta época, el con­­tacto de­be haber surgi­do a través del chileno Salvador Reyes (en este ca­­so, gracias a Borges) o bien por intermedio de Girondo, quien habrá en­ta­bla­do re­lación con Neruda en alguno de los viajes que hiciera por países del Pacífico y hasta México en el marco del in­ter­­na­ciona­lis­ta “frente único”.
En cuanto a Keller Sarmiento, Borges había reparado en su obra ya a co­mien­zos de 1923; lo consideraba cercano al ex­pre­sio­nis­mo ale­mán, que aún goza­ba de cierto pres­ti­gio ante él. Pero tam­bién Güi­raldes había pre­visto la con­tri­bu­­ción de Keller en carta del 5 de julio de 1924 a Larbaud, y había remitido antes co­labo­ración a la revista Crisol, que Keller Sar­miento edi­tara con Er­nesto Morales entre 1920-1922 (diferente, a pesar del mismo título, del diario en el cual Hidalgo colaborará en la década del 30), por lo cual no puede decidirse quién pro­puso su par­ti­ci­pación en Proa.
Torre fue, seguramente, pro­puesta de Bor­ges, aunque Güi­ral­des había sim­patizado de inmediato con la constructiva ac­titud crí­tica del joven español.[8]
Como se ve, la nómina de personas que debían inte­grar el “cuer­po de escri­to­res” de Proa se basa casi exclu­siva­men­te en aportes de Güi­raldes y de Bor­ges.
Proa daría cuenta, en el número de abril de 1925, de las car­tas re­cibidas:  
Ya hemos recibido respuestas de Francisco Luis Ber­­nár­dez, de Mace­do­nio Fernández, de Pedro Lean­­dro Ipuche, de Salvador Reyes y de Fernán Sil­va Valdés, los cuales quedan incluidos en el cuer­po de es­cri­­tores de PROA.  
La Dirección publicaría otras res­pues­tas recibi­das en el número 13, de no­viembre de 1925: la de Va­lery Lar­baud, la de Hidalgo reproducida al co­mien­zo de este trabajo, y la del mexicano Xavier Vi­llaurru­tia. Los últi­mos dos nombres, que faltan en la car­ta-proyecto dis­tribuida por la dirección, sugieren que la misiva fue enviada a mu­chas otras per­­so­nali­da­des del mun­do literario hispanoparlante, y no sólo a quie­­­nes de­bían perte­ne­cer al “cuer­po de escri­tores”. Un ejemplar se encuentra también, por ejemplo, en el archivo pós­tumo del español Benjamín Jarnés (Madrid, Residencia de Estu­diantes).
La propuesta de invitar a Hidalgo puede haber surgido tanto a través de Bor­ges como de Güiraldes, ya que, por estas fechas, ambos tenían de él un buen concepto. Güiraldes había escrito en una carta abierta a Valery Lar­baud, la lla­ma­da “Carta americana”, de agosto de 1925 (Obras Com­pletas. Buenos Aires: Emecé, 1962, 771):
¿Peruanos? Entre nosotros está Hidalgo, de quien Ramón trazó en Pombo un jugoso retrato. Personaje movedizo y atacador que no ha re­pa­­rado en términos y acusaciones virulentas en sus diatribas y pan­fletos, que no conozco [personalmente], pero de los cuales to­dos aquí ha­­blan. Es un simpático personaje, sectario y agresivo. En su libro Sim­­­­­plismo hay mucho que me gusta y algunas cosas que me parecen admirables. ¿Por qué el largo prólogo explicativo?[9] Pero Hidalgo es un peruano muy porteño.
Sólo resta mencionar que ningún otro texto de Hidalgo apareció en Proa, ya que la revista cerró sus puertas a comienzos de 1926, con el número 15, no sin antes perder a Güiraldes, que decidió retirarse de la dirección a partir del número 12, con el fin de concluir su no­vela Don Segundo Sombra, y a Rojas Paz, que siguió otros rumbos hemero­gráficos, no sin causar con ello disgustos en la redacción original. El cuarteto fue reemplazado por un triun­virato, con­formado por Borges, Brandán y Francisco Luis Bernárdez, quienes dirigie­ron en con­jun­to los últimos tres números de la revista.
Pero de esa época en que Hidalgo dió a entender que colaboraría en Proa podría ser el acuerdo entre él y Borges, cuyo resultado es el prólogo que Bor­ges aportará al Índice de la Nueva Poesía Americana de Hidalgo en 1926.[10]
A pesar de que Hidalgo no colaborará en la revista, los últimos tres núme­ros lo mencionan entre los “Redactores de PROA”.
Hidalgo, temido libelista, no apuntó sus dardos contra Proa. Por el con­trario, la mencionó a menudo elogiosamente. Elijo un ejemplo, cuyo cono­ci­miento debo a Martín Greco: 
La acción de la generación anterior, es decir, de la nueva generación, de la que algu­nos llamaron tan torpemente la nueva sensibilidad, fue deci­di­da, contundente, rotunda. Sus grandes puntales –ya se puede decir ahora que el tiempo debe haber limado aristas y borrado odios– fueron tres revistas: Martín Fierro, fuerza de definición; Proa, fuerza de creación, y la Revista Oral, fuerza de concreción y propaganda, punto álgido del triunfo. 
Las tres revistas conocieron el éxito. Se las discutía con admiración y con rabia, pero polarizaron en absoluto el comentario de la gente del oficio. (“Un poeta novísimo” [José Luis Lanuza]: Crisol, 3-XI-1932, sin firma)[11]
Como no podría ser de otra manera, Hidalgo consigna su propia revista Pulso (1928) como la culminación del ciclo comenzado en 1924 con Mar­tín Fierro. La historia literaria no confirma ese aserto.

Carlos García
(Hamburg, septiembre de 2005 / abril de 2006 / noviembre de 2012)



[1] Compárese esta lista con la que contiene la car­ta de Ri­cardo Güi­raldes a Valery Lar­baud, de hacia marzo de 1925 (en­viada por inter­medio de Jules Su­pervielle), en la que falta Hidalgo: “Escritores que constituyen Proa: Va­le­rio Larbaud; Ramón; Bor­ges; Ne­ru­da; Ipuche; Silva Valdés; Guiller­mo de Torre; Mace­donio Fer­nán­dez; Al­fonso Reyes; Keller Sar­miento; Ricardo Güi­ral­des; Salvador Reyes; Rojas Paz; Oliverio Gi­rondo.”

[2] El Dr. Sandro Piantanida, sería socio y director técnico de la “So­ciedad Editorial Proa” y director de Ta­lleres Gráficos Ricordi. Éstos, a su vez, eran los repre­sen­tantes en Argentina de una edi­tora de Milán (Piantanida Valca­ren­ghi, que sacara La no­vella dei lupi, de Valle In­clán, en trad. de Ales­san­dro de Ste­fani, como primer volu­men de la se­rie Los maestros del Tea­tro; cf. Martín Fierro 12-13, Buenos Aires, 20-XI-24, 89). Pianta­nida cola­boró con un artículo en dos par­tes en Martín Fierro 12-13, 20-XI-24, 84-5 (p. 87 lo men­ciona entre los cola­boradores, “ad­herentes o sim­pa­tizantes con el pro­gra­ma” del perió­dico) y 14-15, 24-I-25, 94 (“El des­cu­bri­miento del cubismo”, I-II) y otro en Martín Fierro 17, 17-V-25, 111 y 115-116 (“Pa­ra un teatro de arte en Bue­nos Aires”; el mismo número, p. 114, lo menciona como inte­grante de la comisión que acepta obras para el “Salón de Arte Mo­derno”). Pa­rece que abandonó el país a fi­nes de 1925, pero no an­tes de par­ti­ci­par en el banquete en honor de Borges y Sergio Piñero hijo (cf. Martín Fierro 26, 29-XII-25, 193). Debe haber retornado a Buenos Aires antes de abril 1927 (cf. NN: “El Dr. Piantanida”: Martín Fierro 40, 28-IV-27, 335, donde se rela­tan sus futuras acti­vi­dades, incluidas las de marchand d'art). A partir de junio de 1927 figu­ra como co-di­rector (con Rug­gero Pal­mieri) del periódico quin­cenal La Gaceta del Sá­ba­do. Ar­tís­tico, Cien­tífico y Li­terario (3 nú­me­ros, 1927). La primera pu­bli­ca­ción de Pian­ta­nida en Bue­­­nos Aires que encuentro es: Emilio Pet­toruti: 13 obras. Prólogo: Ri­cardo Güi­­raldes. Ed. Ri­cordi, 1924 (apareció en octubre; he podido verlo gracias a Patricia Artundo). Es posible que Petto­ruti y Pian­ta­nida se co­nocieran en Milán. Ignorado hasta ahora es que Piantanida y Guillermo de Torre se conocían epistolarmente ya desde co­mienzos de la década, antes de que el italiano se trasladara a Buenos Aires. En la Bi­blio­teca Nacional (Madrid), se conserva una carta suya a Torre, inadvertida por la crí­tica, por­que en el catálogo del archivo póstumo de Torre se lo nombra erróneamente “Sian­tanida”.

[3] Eduardo J. Bullrich (1895-1951), primo de Victoria Ocampo, era un co­no­cido bi­bliófilo y co­­­lec­cio­nista de pintura moderna. Re­presentó los intereses de Adelina del Ca­rril de Güiraldes durante los viajes de ésta al extranjero (así, por ejemplo, ante Alfonso Reyes y Evar Méndez cuando la pu­bli­ca­ción de los Seis relatos de Güiraldes en la serie Cuadernos del Plata, de Editorial Proa, 1929). Cola­boraría, pos­te­­rior­mente, en la con­fec­ción y dia­gra­mación de la prestigiosa revista Sur, de Victoria Ocampo.

[4] El plan original de Güiraldes había previsto, en vez de a Norah Borges, a Alfredo González Ga­raño, en cuya casa pa­risina habría de morir el autor de Don Segundo Sombra en 1927.

[5] Véase la carta N° 78 en mi libro: Rafael Cansinos Assens – Guillermo de Torre: Correspondencia 1916-1955. Madrid / Frankfurt am Main: Iberoamericana / Vervuert, 2004, 193.

[6] Subsisten en total cinco cartas de Borges a Cansinos; además, en el archivo de éste se conserva la carta circular arriba reproducida, con la in­vi­ta­ción a cola­bo­rar en Proa.

[7] Cf. Fernando Sáez: Delia del Carril. La mujer argentina del poeta Neruda. Bio­gra­fía íntegra. Santiago de Chile: Sudamericana, 1998.

[8] Éste, Güiraldes y su esposa Adelina man­­­­tu­vieron co­rres­pon­dencia, de la cual co­noz­co ocho testi­monios del período 1925-1926; publiqué una edición comentada en Cua­der­nos His­pa­no­a­me­ri­ca­nos 587, Ma­drid, mayo de 1999.

[9] También Borges disentirá en su reseña del libro con algunos asertos del prólogo.

[10] En contra de lo que usualmente se asevera, la selección del material de esta antología estuvo exclusivamente a cargo de Hidalgo. Los otros dos prologuistas, Borges y el chi­leno Vicente Huidobro, no tuvieron parte en la selección del material. Véase mi trabajo “El Índice de Hidalgo (1926)”, cuya última versión apareció como apéndice a mi edi­ción de: Alberto Hidalgo: España no existe. Madrid / Frankfurt am Main: Iberoame­ricana / Vervuert, 2007.

[11] La cita procede del revelador trabajo de Martín Greco: “El crisol del fascismo. Alberto Hidalgo en la década del 30”: Álvaro Sarco, editor: Alberto Hidalgo, el genio del desprecio. Materiales para su estudio. Lima. Talleres tipográficos, 2006, 335-381.