Por Carlos García (Hamburg)
El propósito de esta glosa es
contribuir a la escritura de un capítulo poco conocido de la inserción de
Borges en el criollismo, así como de su relación con el tema del gaucho, con el
Martín Fierro y con su autor. Sirve
de rápido escolio, también, a un texto de Borges no recogido en ningún
libro suyo, y que publiqué en Aarhus (Dinamarca) en 1999.[1]
El 12-VII-26 salió de la imprenta El tamaño de mi esperanza, segundo libro
de ensayos de Borges. De fecha poco anterior debe ser el proyecto de índice
para Tamaño, que se conserva
manuscrito en la guarda posterior de uno de los volúmenes que pertenecieran
a su padre: William H. Prescott: History
of the Conquest of Peru. London, 1889.[2]
Entre los diez títulos allí listados
por Borges, en un orden que no es ni el cronológico de publicación
hemerográfica de los artículos, ni el finalmente adoptado en el volumen,
aparece, en séptimo lugar, uno llamativo: “el endiosamiento de Hernández”.
Puesto que la lista contiene títulos de
trabajos recogidos, con dos excepciones, en Tamaño,[3] todo indica que esa frase designaba
el título de un trabajo suyo que Borges pensaba incluir en el libro, donde,
sin embargo, no figura. Para comprender esta omisión es idóneo hacer un poco
de historia menuda.
En carta inédita a Guillermo de Torre,
del 26-X-24, Borges comenta las peripecias de la revista Proa, que él dirige con Güiraldes, Brandán Caraffa y Rojas Paz, y
de la cual han salido, hasta ese momento, tres números. Borges envía el
último de ellos, anuncia el cuarto y, tras referirse a aspectos de
financiación de la revista, anota:
¿Qué te parecen los ultraísmos (¿malos?) de Lanuza y los (¿plausibles?) de Nora Lange? (No dejes de leer en Proa-3 la poesía de Ipuche, que tiene su importancia en la artisticación de temas criollos de estos últimos años: el precursor Cencerro de Cristal de Güiraldes, las telas de don Pedro Figari, los chistes de Macedonio, mis propios versos de ambiente de arrabal, las insolencias de Girondo, las evocaciones de Silva Valdés, el endiosamiento de Martín Fierro, etc.)
El interés de [4] Borges en la “artisticación”
de temas criollos le acarreará poco después el reproche de su amigo Roberto
A. Ortelli, en carta del 28-V-25 a Jacobo Sureda: “disiento por completo con
Borges, con el Borges insincero que se advierte en el admirador de Ipuche,
Ascasubi y otras bagatelas gauchescas”.
Aunque menciona sus “propios versos de
ambiente de arrabal”, Borges no alude a que el mismo número de Proa contiene su artículo “La criolledá
en Ipuche” (Inquisiciones 1925:
57-60).
La poesía de Pedro Leandro Ipuche que
Borges recomienda en su carta, es “El guitarrero correntino (para el criollo
francés, Jules Supervielle, gran poeta)”, aparecida en Proa 3, octubre de 1924, 30-33. Supervielle, uruguayo-francés,
se había hecho acreedor a este poema por su obra L'homme de la Pampa (1923), muy apreciada en los círculos francófilos
de Buenos Aires y Montevideo, y en el Paris de los interesados en
literatura hispanoamericana. El mismo número 3 de Proa trajo en pp. 12-17 un fragmento de “El hombre de la pampa”.
Las “cosas de su tierra” no eran para
Borges, hacia 1925, temas cantables por sí mismos. Si acaso, sólo debían
servir de excusa para adentrarse en temas metafísicos (Tamaño 1926: 9-10):
Ya Buenos Aires, más que una ciudá, es un país y hay que encontrarle la poesía y la música y la pintura y la religión y la metafísica que con su grandeza se avienen. [...] Criollismo, pues, pero un criollismo que sea conversador del mundo y del yo, de Dios y de la muerte.
Ese texto de Borges, que diera título
al volumen, fue escrito a fines de 1925; apareció, fechado en “enero de 1926”,
en marzo de ese año. Dos meses más tarde le valió el ataque de Antonio Vallejo
en su artículo: “Criollismo y metafísica” (Martín
Fierro 27-28, 10-V-26, p. 197 de la edición facsimilar; Vallejo no menciona
a Borges, pero varios indicios vuelven transparentes al destinatario de sus
repudios).
Borges venía ocupándose de temas
criollos cuando menos desde septiembre de 1924 (es decir, a poco de
regresar de su segundo periplo europeo). Entre los aportes descollantes
al tema deben mencionarse los artículos “Interpretación de Silva Valdés”,
el ya nombrado “La criolledá en Ipuche” y “Queja de todo criollo” (todos
ellos recogidos en Inquisiciones,
que apareció en abril de 1925), así como “Acotación del árbol en la lírica”, “El
Fausto criollo”, “El idioma infinito”
y “Las coplas acriolladas”, que aparecieron en Tamaño.
En el pasaje de la misiva arriba
reproducido, Borges inscribe el poema de Ipuche en una dinastía que se ocupara
“en los últimos años” de la “artisticación” de temas criollos. En esa dinastía,
Borges enfila a Güiraldes y a Figari (a quienes había conocido pocos meses antes),
los chistes de Macedonio Fernández (con quien mantenía amistad desde
1921), algunas “insolencias” de Girondo, los evocadores poemas de Silva
Valdés y, por fin, el “endiosamiento de Martín Fierro”. Por cierto, Borges
obvia a propósito, en esa genealogía, los esforzados trabajos de la historiografía
literaria del Centenario, aunque no le eran desconocidos, y aunque jugaron,
siquiera como horizonte del cual diferenciarse, un papel preponderante en
la formación de su concepto de lo “criollo”. El giro “endiosamiento de Martín
Fierro” apunta precisamente contra la idealización del poema y su figura,
operada por Lugones en El Payador
(1916).
El concepto de “criollo” cifrado en los
pasajes claves de la época es heterodoxo: lo criollo es un ductus, una tonalidad, una manera de
ser, hablar y moverse, aprendida, a mi entender, en el trato con Ricardo Güiraldes
y con Macedonio Fernández, aunque originalmente percibida en las obras
clásicas del género, desde Ascasubi hasta Silva Valdés.[5]
Los vocablos “criollo” y “criollismo”
aparecen con asiduidad no sólo en trabajos de Borges de 1924-1926, sino
también en proyectos que lo incluyen y donde se lo considera especialista en la
materia. Así, en un manuscrito redactado presumiblemente por Evar Méndez a comienzos
de 1925, se prevé a Borges como colaborador del renovado periódico Martín Fierro dentro del rubro “Poesía”,
pero también como responsable del “Examen de clásicos y modernos, nuevas
tendencias europeas, criollismo” (cf. Patricia Artundo: Norah Borges. Obra gráfica 1920-1930.
Buenos Aires: 1994, 82).
En una carta sin fecha a Cansinos
Assens, que dato hacia marzo de 1925, Borges anota: “De mi tardanza en contestarle
tiene la culpa mi haraganería de criollo [...]”.
A comienzos de 1926, en su reseña de “Simplismo, poemas inventados por Alberto
Hidalgo” (Proa 15, enero 1926,
51-54; Textos recobrados 1: 236),
Borges anota: “[Hidalgo] Lo baraja de golpe al mundo, sin las zalamerías
y agachadas y lentitudes criollas que suele practicar su colega, el
adivino Macedonio Fernández.” Huelga decir que el Borges de la época prefiere
el segundo modo de “barajar al mundo”.[6]
Ya en cartas de 1922 a su amigo
mallorquín Jacobo Sureda, Borges alude, al citar algunos versos de su primo
Guillermo Juan, al tono criollo que había adquirido el Ultraísmo en la
Argentina.[7]
También el término “endiosamiento”
tenía, en principio, una carga positiva para Borges, aunque él mismo no
profesaba creencias religiosas. En “La criolledá en Ipuche”, Borges escribe:
“He declarado el don de júbilo con que algunas estrofas de Tierra Honda me endiosaron el pecho.”
(Inquisiciones 1925: 60). En “Muertes
de Buenos Aires, II: La Recoleta” se referirá al “redoble endiosador de pechos,
de los tambores” (Cuaderno San Martín,
1929, 40). Existen, asímismo, ejemplos posteriores. Sin embargo, no parece
haber sido ese el sentido otorgado a los giros “endiosamiento de Hernández”
y “endiosamiento de Martín Fierro”.
Entre el primero, mencionado en su carta de octubre de
1924, y el segundo, de comienzos de 1926, tienen lugar evoluciones conflictivas
entre los escritores de Buenos Aires, en las que Borges terciará a su manera.
En carta a Evar Méndez, publicada en Martín Fierro 22, 10-IX-25, 156, bajo el
titular “Monumento a Hernández”, Oliverio Girondo escribe:
Querido Evar:
Dos líneas para proponerte que MARTIN FIERRO auspicie la idea de erigir un monumento a José Hernández.
¿Qué mejor ocasión para jugarse, aunque se tenga "una de a pie" con "la partida"?
Creo, por lo demás, que la idea será acogida con entusiasmo unánime y que debe pedirse la adhesión de todos los artistas, los literatos y hombres públicos sin distinción de grupo y de partido.
Te abraza. Oliverio GIRONDO
A continuación, Méndez adhiere “con
entusiasmo” a la propuesta de Girondo, explicitando en una extensa glosa por
qué Hernández merece el monumento: su obra es “la única pura y
esencialmente argentina”.
En el número siguiente (Martín Fierro 23, 25-IX-25, 169), Méndez
da cuenta, en una nota sin firma, de las adhesiones recibidas (no se
menciona allí a Borges), y propone, como ya había hecho días antes, formar una
comisión que se ocupe de poner el proyecto en práctica.
La revista de izquierda Los Pensadores, más preocupada por el
destino del proletariado urbano que por la justicia hacia un mero literato
gauchesco, trajo un violento ataque contra ese proyecto, con un título ya polémico:
“Los niños piden una estatua más” (Los
Pensadores 114, sep.1925, 1):
Un poeta ultraísta acaba de lanzar la idea de levantarle un monumento a José Hernández [...].[8]
Nosotros no tenemos nada en común con el gaucho ni con el aborigen. Nosotros somos trabajadores, ellos son atorrantes; nosotros somos inteligentes, ellos eran unos idiotas. [...] La vida de Hernández, fue la vida de un hombre vulgar. Todas las anécdotas que de él se cuentan son vulgarísimas. ¿Entonces?
Santiago Ganduglia, a su vez, parece
responder a Los Pensadores, cuando
escribe, en alusión a la tendencia”"realista” representada por los
escritores de Boedo (“Párrafos sobre la literatura de Boedo”: Martín Fierro 26, 29-XII-25, 190):
Manuel Gálvez, el maestro de la extrema izquierda, defendió raramente el localismo literario. Sin embargo, son sus jóvenes discípulos los únicos ciudadanos que nunca han sentido la música del tango. [...] Y son sus discípulos los primeros que, torpemente, negaron el formidable poema de Hernández.
El tema tendría muchas ramificaciones
en la prensa coetánea. Leopoldo Marechal, cuyo segundo libro Días como flechas era, por esas fechas,
de inminente aparición, anota en “El gaucho y la nueva literatura rioplatense”
(Martín Fierro 34, 3-X-26, 258;
cursiva mía):
Las letras rioplatenses, tras un discutible propósito de nacionalismo literario, están a punto de adquirir dos enfermedades específicas: el gaucho y el arrabal. Nada habría de objetable en ello si se tratara del campesino actual, que monta un potro y maneja un Ford con la misma indiferencia; pero se refieren a ese gaucho estatuable, exaltado por una mala literatura; a ese superhombre de cartón que, abandonando su pobre leyenda, quiere hoy erigirse en arquetipo nuestro.
La crítica al gaucho podía ser
interpretada como una impugnación del Don
Segundo Sombra de Güiraldes, salido a la venta a comienzos de agosto. Marechal
pone cuidado, sin embargo, en aclarar que no se refiere a ese libro, al cual
elogia expresamente, sino a las obras que provienen del Uruguay.
La otra “enfermedad” de la literatura
rioplatense era, según Marechal, el “arrabal”, pero el punto no es retomado en
su nota. Podía verse allí una crítica al programa de Borges, que había sacado,
a fines de 1925, su Luna de Enfrente,
poemario reseñado por Marechal en Martín
Fierro 26, 29-XII-25, 190. Sin embargo, Marechal elogiará en su reseña
el libro de Borges, y no en último lugar por haber hallado una voz verdaderamente
criolla:
el otro aspecto de Borges, quizás el más interesante y promisor; es un criollismo nuevo y personal, un modo de sentir que ya estaba en nosotros y que nadie había tratado. [...] La criolledad de Borges no es un chauvinismo detonante ni una actitud decorativa [...].
Borges, por su parte, elogiará el libro
de Marechal en una carta sin fecha, pero seguramente de noviembre de 1926,
cuando aparece Días como flechas (cf.
Martín Fierro 35, 5-XI-26, 276).
Allí, Borges anuncia que no él, sino Güiraldes reseñará el libro en Martín Fierro, por decisión de Evar Méndez,
el director del periódico (cf. Juan-Jacobo Bajarlía, editor: Homenaje a Marechal. Buenos Aires: Corregidor,
1995, 173).
Sin embargo, Güiraldes no publica comentario
alguno sobre Marechal, y sí es Borges quien lo hace en Martín Fierro 36, 12-XII-26, 286 (el mismo número trajo en p. 282
algunos poemas del libro). ¿Indicio de que Güiraldes se sintió ofendido por
Marechal? La sospecha es plausible, pero no la encuentro avalada por testimonios
que la confirmen.
Todo indica que Borges tenía pensado,
antes de julio de 1926, poner por escrito su opinión, presumiblemente crítica,
acerca del proyecto, apoyado por el periódico Martín Fierro, de erigir una estatua a Hernández.
El artículo fue pensado, y
verosímilmente escrito, para El tamaño
de mi esperanza, donde, sin embargo, no apareció. El tema había caldeado
los susceptibles ánimos en el exiguo campo intelectual porteño, y Borges
debe haber preferido no echar aceite al fuego. (El artículo puede, también,
haber aparecido en alguna revista poco divulgada, o haber sido rechazado.)
Como fuere, en septiembre de 1926,
Borges daría su opinión acerca del gaucho en un texto de aparición hemerográfica:
Crítica había comenzado el 1-VIII-26
una encuesta sobre el gaucho, en la que participarían numerosas
personalidades entre el 19-VIII-26 y el 14-X-26 (cf. Sylvia Saítta: Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920. Buenos Aires:
Sudamericana, 1998, 299-300).
La respuesta de Borges apareció en el
número del 3-IX-26, al que pude acceder gracias a Nicolás Helft.
Allí, Borges vuelve a aludir al
proyecto estatuario, decantándose en su contra. El texto aludido comienza así:
Contesta hoy a nuestra encuesta el señor Jorge Luis BorgesLas de la Encuesta son Preguntas
de Juicio Final
Así se expresa Jorge Luis Borges
No quiero ser mal educado, pero opino que esas preguntas sobre la utilidad de un hombre o una raza, no tenemos derecho a plantearlas.Si el culto al gaucho es al estoicismo, a la quieta incredulidad, al valor sin compadradas, me parece muy bien; no, si es pretexto para idolatrar a los patrioteros.
Carlos
García
(Hamburg,
1999-2012)
.....
[1] La
primera versión de este texto apareció bajo el título “Borges y el
‘endiosamiento de Hernández’” en Variaciones
Borges 8, Aarhus, julio de 1999, 178-186. Fue reproducido con ligeras
variantes en La Casa de Asterión
V.17, Barranquilla (Colombia), abril-junio de 2004. URL:
http://casadeasterion.homestead.com/v5n17hern.html.
[2] Cf. Miguel de Torre Borges: Borges. Fotografías y manuscritos.
Buenos Aires. Renglón, 1987, 110. El libro contiene varias firmas de Borges
en la portada y en la anteportada: una muy temprana (“George Luis Borges”,
sin fecha), y otras de entre 1922 y 1950. De la época que concierne a esta
glosa existen dos rúbricas, de 1924 y 1926.
[3] El otro texto, “La noche que lo
velaron” [sic], aparecería más tarde, con género travestido, en Cuaderno San Martín, poemario de 1929.
[4] Reproduje y anoté esa carta en
mi trabajo: “Periferias: Sureda y Ortelli (Borges y Silva Valdés), 1925-1926”: Hermes Criollo III.7, Montevideo,
marzo-junio de 2004, 92-100.
[5] Acerca de la relación entre
Borges y Güiraldes véase mi reseña crítica del libro de Ivonne Bordelois: “Un triángulo crucial. Borges, Güiraldes y Lugones.
Buenos Aires: Eudeba, 1999”: Variaciones
Borges 9, Aarhus, enero de 2000, 255-258; URL: hum.au.dk/romansk/borges/vb9/bordelois.htm].
Estudié la relación entre Borges y Macedonio en mi libro Macedonio-Borges. Correspondencia 1922-1939. Crónica de una amistad.
Buenos Aires: Corregidor, 2000.
[6] Me
ocupé de Alberto Hidalgo en varios ensayos publicados en Álvaro Sarco, editor: Alberto Hidalgo. El genio del desprecio. Materiales para su estudio. Lima: Talleres tipográficos, 2006, y en mi edición de Alberto Hidalgo: España no existe. Madrid / Frankfurt am Main: Iberoamericana /
Vervuert, 2007, que contiene mis trabajos “Introducción”, “Notas sobre España no existe (1921)”, “Alberto
Hidalgo y Guillermo de Torre (1920-1933)” y “El Índice de Hidalgo (1926)”, que reescribe la génesis del Índice de la nueva poesía americana y
atribuye la selección de todos los poemas a Hidalgo.
[7] Véase Jorge Luis Borges: Cartas del fervor. Correspondencia
con Maurice Abramowicz y Jacobo Sureda (1919-1928). Prólogo:
Joaquín Marco. Notas: Carlos García. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo
de Lectores / Emecé, 1999; una versión actualizada de mi “Semblanza de Jacobo
Sureda” fue publicada en www.alvarosarco.blogspot [13-IX-2012].
[8] Girondo no perteneció, por
cierto, al ultraísmo. En el dialecto de la revista, “ultraísmo” era
sinónimo del pasatismo esencial adjudicado a los escritores de Florida.