domingo, 2 de diciembre de 2012

Macedonio, ¿Presidente?[1]

Por Carlos García (Hamburg)
[carlos.garcia-hh@t-online.de]
 
Según quiere la leyenda, Macedonio se propuso alguna vez ser pre­­­sidente de la república. Mucho se ha cavi­lado acerca del gé­nero de su proyecto, y se ha afirmado o pues­to en duda, con idéntico fer­vor, que la sonada "campa­ña pre­sidencial" fuera seria. Asimismo, se confunden, a mi manera de ver, sucesos de hacia 1920-1922 con otros de 1926-1928. La siguiente glosa desea apor­tar al­go de luz al asunto.

Por lo pronto, se plantea la pregunta acerca de cuándo tuvo lugar la campaña – si es que lo tuvo.

Todos los testimonios que se ocupan de la supuesta campaña pre­si­dencial de Macedonio adolecen de va­guedad; algunos pretenden evadir esta mácula esencial, y adosan las fe­chas 1926 y/o 1927. 

En el origen de la más difundida versión de la leyenda, según la cual Macedonio se propuso ser votado pre­si­dente en las elecciones de 1928, están, aunque en muy diversa medida, Borges y En­rique Fer­nán­dez Latour. El confuso artículo Fer­nán­dez Latour, surgido en 1966 (y reeditado en 1980 y en 1999; mis citas refieren a la edición de 1980), re­cla­ma, sin em­bargo, nume­rosas pre­ci­siones. 

El primer testimonio de la infausta serie es un texto redactado por Bor­­ges en 1960, que Fernández Latour tomará más tarde co­mo fuente, no sin cometer algún error de interpretación, según mos­tra­ré más abajo. Dice Borges:
El mecanismo de la fama le interesaba [a MF], no su obtención. Durante un año o dos jugó con el vasto y vago pro­pósito de ser presidente de la Re­­­­pú­blica. [...] Lo más nece­sario (nos repetía) era la di­fusión del nom­­bre.[2] [...] Macedonio optó por apro­vechar su curio­so nom­bre de pila; mi herma­na y algunas amigas su­yas escribían el nom­bre de Macedonio en tiras de papel o en tarjetas, que cuidadosamente ol­vida­ban en las confite­rías, en los tranvías, en las vere­das, en los zaguanes de las casas y en los cine­ma­­­tógrafos. [...] De es­tas ma­­­nio­bras más o menos ima­­­gi­­na­rias y cuya eje­­­cu­ción no ha­bía que apre­surar, por­­que debía­mos proceder con su­ma cau­­tela, sur­­gió el pro­­yec­to de una gran no­vela fan­tástica, situada en Bue­­­­nos Ai­res, y que em­peza­mos a es­cribir entre to­dos.[3] [...] La obra se inti­tu­la­ba El hom­bre que será pre­si­dente; los per­sona­jes de la fábula eran los ami­gos de Macedo­nio y en la úl­tima página el lec­tor re­ci­biría la revela­ción que el libro ha­bía sido escrito por Ma­ce­donio Fer­nández, el protago­nista, y por los her­ma­nos Da­bove y por Jorge Luis Bor­ges, que se ma­tó a fines del capítulo no­ve­no, y por Car­los Pé­rez Ruiz, que tuvo aque­lla sin­gular a­ven­­­­tu­ra con el arco iris, y así de lo de­más. En la obra se entre­te­jían dos ar­­gumen­tos: uno, visible, las cu­­rio­sas gestiones de Ma­cedo­nio para ser pre­­si­dente de la República; otro, se­cre­to, la conspiración urdida por una secta de millo­narios neuras­té­­ni­cos y tal vez locos, para lo­grar el mis­mo fin. Éstos re­suel­ven soca­var y mi­­nar la re­sis­­tencia de la gente me­dian­te una se­­rie gra­­­­dual de inven­cio­nes in­có­mo­das. La pri­mera (la que nos su­gi­rió la no­­vela) es la de los azuca­re­ros au­­to­­má­ti­cos, que, de he­cho, im­pi­den en­dulzar el café. A ésta la si­guen otras: la do­ble la­pi­­cera, con una pluma en ca­da punta, que ame­naza pin­char los ojos; las em­pi­na­das es­caleras en las que no hay dos es­calo­nes de la misma altura; el tan re­comendado peine-na­vaja, que nos corta los de­­dos; los en­seres elabora­dos con dos nue­vas materias an­­tagónicas, de suerte que las cosas gran­des sean muy li­vianas y las muy chicas pe­sadí­simas, para burlar nues­tra ex­pecta­tiva;[4] la mul­tiplicación de pá­rra­fos em­pas­te­la­dos en las no­ve­las po­liciales; la po­e­sía enigmática y la pin­tu­ra dada­ísta o cu­­bis­ta. En el primer capítulo, de­di­cado casi por entero a la per­pleji­dad y al te­mor de un joven pro­­vin­ciano ante la doctrina de que no hay yo, y él, por con­­si­guien­te, no exis­te, figura un solo ar­te­facto, el azu­­­ca­rero automá­tico. En el se­­gun­do figu­ran dos, pe­ro de un modo late­ral y fu­gaz; nues­tro pro­pó­sito era pre­­sen­tar­los en pro­porción creciente. Que­ría­mos tam­bién que a medida que se en­lo­que­­cieran los he­chos, el es­tilo se enloque­ciera; para el pri­mer ca­pítulo ele­gi­mos el tono con­versado de Pío Ba­roja; el último hu­biera co­rres­­pon­dido a las pági­nas más barrocas de Que­ve­do. Al final el go­bierno se vie­ne abajo; Mace­donio y Fer­­nán­dez La­tour entran en la Casa Ro­sada, pero ya nada significa nada en ese mun­do anár­quico. En esta no­vela in­conclusa bien pue­de haber algún in­vo­lunta­rio reflejo del Hombre que fue Jue­ves.[5] (Borges 1961; 1975: 58-59)
A pesar de su vaguedad cronológica (casi todo lo que Borges relata sobre Macedonio parece haber sucedido in illo tempore), del pasaje anterior surge níti­da­mente que la campaña presidencial, la difusión del nom­­­­­bre me­diante papeluchos y el surgimiento de la in­conclusa e inédita novela El Hom­bre que será Presidente fueron sucesos contemporáneos entre sí. 

En efecto, Macedonio planeaba, ya antes del re­greso de Borges a la Argen­tina en marzo de 1921 (a más tardar desde comienzos de 1920, según mues­tra su co­rres­pondencia con Marcelo del Mazo, y según sugieren los pocos rastros de su correspondencia con el pa­dre de Bor­ges), "una serie de pu­bli­caciones de exposi­ción de [su] idea" po­lítica (OC 2, 163), cuyo fin era acceder al poder. 

Las úni­cas publica­cio­nes de Macedonio en el pe­­riodo 1907-1921 (es decir, an­te­­rio­res al re­en­cuentro con Borges) son, pre­ci­samente, de 1920 (OC 3, 142-146), y se de­jan re­­la­­­­cionar con ese proyecto de pu­bli­cación, que sólo se concretó de manera frag­men­taria. 

Tanto las actividades desplegadas por Macedonio a partir de 1920 co­mo el texto de la si­guiente carta de Borges al poeta y pintor ma­llorquín Ja­cobo Sureda, del 22-VI-21 (Borges 1999, N° 27; cf. allí mis notas en pp. 312-313), po­nen las cosas en claro:
No sé si te hablé en mi última carta de un tal Ma­ce­do­­nio Fer­nán­­dez y de un muchacho Dabove con los cuales proyecto ur­dir una novela fan­tás­ti­ca en colaboración. El argu­mento, idea­­­do por mí[6] y todavía muy es­que­­má­­tico y fragmen­tario, tra­­­ta de los me­dios em­­pleados por los ma­xima­lis­tas para pro­vo­­­­car una neu­ras­tenia gene­ral en todos los habitantes de Bue­­­­nos Ai­res y abrir así camino al bolchevikismo [sic].[7] El tí­tulo –ele­gi­do no por su pro­ble­máti­ca belleza, sino en vis­­ta del pú­blico– es: "El Hom­­­bre que será Pre­si­den­te". El me­dio empleado por los maxi­malis­tas es la mul­­­­­­ti­pli­cación de mu­chas pe­que­ñas mo­les­­tias que, in­sig­­­nifi­cantes cada una en sí, carco­merían com­­­bi­na­das los áni­mos de todos. Por ejemplo: que los pianos de ma­­nu­brio no tocasen nunca entera una pieza sinó la cor­­­­ta­sen por la mi­tad; que se llenase la ciudad de ob­jetos inú­ti­les, como baróme­tros, que se aflojasen las vari­llas de los tran­vías donde se aga­rra la gente, etc... No hay gran peligro de que es­cri­­bamos jamás esa no­ve­la, pero es un útil campo de ba­­talla para las luchas ver­ba­les. A veces me pa­rece irrea­­liza­ble, otras creo que con tal ar­gumento po­dríamos ar­qui­tectar un lin­do des­atino, es­ti­lo Ramón Gómez de la Serna.[8] ¿Y tú qué opi­nas? Con­­­­­tes­ta con "li­bertad mar­ginal" como me di­ces en tu úl­tima car­ta. ¿Te pa­­­rece un dis­parate má­xi­mo, abso­luto, sin re­den­ción posible?
De la misiva se desprende claramente que la novela El Hombre que será Presidente es un proyecto de 1921, y no de hacia 1926-1927, como erróneamente su­po­ne Fernández Latour (1980, 18) – quien, sin embargo, y para confusión del lector desatento, cree estar en línea con los recuerdos de Borges cuan­do los parafrasea (p. 22). 

Borges vuelve a aludir a Macedonio y a la novela en otra carta a Su­­­reda, enviada de Bue­nos Ai­res a St. Blasien (Selva Negra, Ale­mania), el 29-V-22 (Borges 1999, N° 36):
Esta tarde al volver a casa después de una lar­guí­sima con­­ver­sa­ción con Macedonio Fernández [...] el Hombre que aún quie­­re ser Pre­­si­dente [...]
En la misma línea, y hacia fines de 1922, bajo los efectos de la asun­­­ción al poder de Alvear ("article de Paris"), Santiago Dabove alu­de en una carta remitida a Mace­do­nio (OC 2, 362)[9] a que éste, lue­go de haber “ma­ce­do­ni­zado” la ciu­dad, renun­cia al sillón más gran­de de la Casa Ro­sada, en obvia relación con el final pla­nea­do para la no­vela escrita en conjunto. (“Macedonizar” sig­ni­fica aquí, ima­gi­no, que el nombre de Macedo­nio fue exito­sa­mente difundido me­dian­te el subterfugio de los pa­pe­les, o bien que Ma­ce­do­nio ha te­nido éxito en su cam­pa­ña des-reali­za­do­ra, en su afán por suscitar ex­traña­miento ante las realidades más banales.) 

Cuando Borges remite la arriba citada carta a Sureda, las elec­cio­nes ya habían tenido lugar. Al asumir Al­vear el 12-X-22 el cargo de presidente, se des­mo­­­rona de­fi­ni­tivamente el prosaico plan de Ma­ce­donio para ac­ce­der al poder, siquiera como con­se­jero secreto del presidente (OC 2, 163-164; IX: 34; Fernández La­tour 1980, 18). A partir de allí, la idea original dará pa­so a va­rios pro­­yec­tos litera­rios.[10]
 
Por cierto, he mostrado hasta aquí, apenas, que Macedonio consi­de­­ró en 1920-1921 ser candidato a presidente hacia 1922; nada he di­cho aún acerca de 1926-1927, fecha en la que podría haber te­nido lugar una se­­gunda campaña con vista a las elec­ciones de 1928. 

Al respecto, puede aducirse, por un lado, que Macedonio figura en la lista que Crí­tica publicara el 20-XII-27, según la cual él y otros jóvenes radicales apo­yaban la can­di­datura de Yri­go­yen – in­tención que no se compa­dece con los planes que se le endilgan. 

Pero puesto que su nombre ya no figura en tex­­­tos si­mi­lares, publi­cados a co­mien­zos de 1928, podría suponerse que la “ad­hesión” a la can­di­datura de Yrigoyen que se le atribuye en el anuncio de Crítica ocu­rriera, co­mo a me­nudo en la época, sin su con­sen­ti­miento. 

Macedonio Fernández
Nótese, sin embargo, que el nombre de Macedonio figura en la lista que firma el texto de apoyo del “Comité Irigoyenista de intelectuales jó­ve­nes” (presidido por Borges) al “Informe in voce” pronunciado por Horacio B. Oy­ha­narte “ante la Cámara Federal con motivo de la falsificación de li­bretas de enrolamiento perpetrada por el oficia­lis­mo de Córdoba”, folleto que apareció pocas semanas antes de las elecciones (cf. Horacio Salas: “Borges Irigo­yenista”: Des­memoria 3, Buenos Aires, mayo-junio de 1994, 50-51). 

Considérese, también, que Ulyses Petit de Murat con­ta­ba aún en marzo de 1928 con una co­la­boración de Macedonio para un libro en apoyo del “Pe­ludo” (OC 2, 357 y 459), en el cual también debía colaborar Borges (cf. la carta de éste a los her­manos Raúl y En­ri­que González Tuñón, sin fecha, pero de hacia marzo de 1928, re­producida en Cla­rín, Buenos Aires, 16-VIII-79).

Fuerza es reconocer, asimismo, que ninguno de los textos de la épo­ca 1926-1928 invocados por otros comentadores, relacionados con el pro­yecto de “difusión del nombre”, establece una conexión ex­presa con el tema “campa­ña presidencial”. 

Esa conexión ha sido más bien inferida (a mi modo de ver, erró­nea­mente) ante el es­ce­na­rio des­ple­gado por Borges en la indirecta versión de Fernández Latour, aunque las mi­sivas de 1926-1927 de Macedonio al peruano Alberto Hidalgo o al mismo Fer­nán­dez La­tour que re­­fie­ren al proyecto de difu­sión del nom­bre no dicen a qué fin, o men­cio­nan ex­­­pre­samente el tema propaganda para su Novela (cuya apa­rición Macedonio su­ponía in­­mi­nente), cuando no lo elo­gian como fin artístico en sí mismo (así Hidalgo; cf. OC 2, 90; la carta, sin fe­cha, es del 27-IV-27).

El malentendido se ve propiciado por el hecho de que Macedonio in­­­­cluye en su “novela buena”, el Museo de la Novela de la Eterna, no sólo la figura del Presidente, sino va­rios motivos de la obra elaborada años antes en colabo­ra­ción con Bor­­ges, los hermanos San­tiago y Julio César Dabove, Fernández Latour y Carlos Pérez Ruiz. (En el recuerdo, Fernández Latour con­funde am­bas novelas, dando así un involuntario tes­ti­mo­nio acer­ca de la plausible trans­for­mación de un proyecto en otro.) 

Gracias a la afable generosidad del entretanto fallecido Adolfo de Obieta he accedido a algunos de los sobres y papeles que Ma­ce­do­nio re­partie­ra o hiciera re­par­tir por sus allegados. También Fer­nán­dez Latour cita alguno de esos volantes (1980, 18-19). Si bien el cor­pus es bastante exiguo, el material permite hacer algunas re­fle­­xiones.

Su con­te­ni­do permite in­ferir, por ejemplo, que son de 1926-1927, lo cual parecería ser des­fa­vo­ra­ble a mi tesis. Es cierto que va­rios hablan del Presidente o de la Presi­den­cia, pero, ¿en qué contexto y de qué forma? 

Dos de los textos aluden al presidente Alvear y a su afán inaugura­cionista. Otros dos relatan que el fu­tu­ro Presidente decretará una pro­hibición de abandonar Buenos Ai­res. Varios prometen dar a quien coleccione los sobres “el número de la pró­­xi­ma Presidencia”. Y eso es todo. Es decir: nada. Nada en esa hilarante ho­­­­­­jarasca (cuya edición comentada preparo) permite discernir que Macedonio alu­diera a sí mismo como can­­­di­da­­to a la presidencia. En ningún mo­­men­to pide votos, sino ape­­nas da con­se­jos más o menos abs­trusos, se queja de haber sido un “ota­rio”, de que le fuera mal con “Isolina”, y pide ayuda en la bús­queda de “Ca­sil­da la Cubana”... 

Precisamente el nombre de Isolina re­monta el contenido primigenio de los sobres a la épo­ca 1921-1922 y al pro­yecto de las no­velas ge­melas (Adriana Buenos Aires, ori­gi­nal­mente llamada Iso­lina Buenos Aires, y la que se converti­ría en Mu­seo...).[11]

Para finalizar, y aunque creo prescindible y hasta de mal gusto ape­lar a fuentes tan pro­sai­cas, aco­to que en ninguna de las dos elec­cio­nes en cues­­tión (1922 y 1928) hu­bo en los padro­nes electo­rales un candidato oficial llamado Ma­ce­do­­nio Fernández.[12]

Ello abo­ga a fortiori por la hipótesis de que éste, ha­cia 1921-1922, había aban­­donado definitivamente la idea de 1920 de acceder al poder (si­­quie­ra como consejero), pero que descubrió las ventajas y posi­bilidades litera­rias de de­notar algo hablando de sí como can­di­da­to o como Pre­si­dente. Pero esto es ya materia para otro trabajo.

Carlos García
(Hamburg, 1998-2003 / 2012)


Bibliografía


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Borges, Jorge Luis (1975): Prólogos; con un prólogo de prólogos. Buenos Ai­res: Torres Agüe­ro, 1975.
Borges, Jorge Luis (1999): Cartas del fervor. Co­rres­pon­den­cia con Mau­­rice Abra­mo­wicz y Jacobo Sureda (1919-1928). Prólogo: Joa­­quín Mar­co. Data­ción y Notas: Car­los García (pp. 243-343). Bar­ce­lo­na: Galaxia Gu­ten­berg / Círculo de Lec­tores / Emecé, 1999.
Fernández Latour, Enrique (1966): "Macedonio Fernández, candidato a presi­dente": La Prensa, 9-I-66; Macedonio Fernández, candidato a presidente y otros escritos. Car­ta-prólogo: Jorge Luis Borges. Buenos Aires: Agón, 1980 (pp. 17-23). Reimpresión: 1999.
Fernández, Macedonio: Museo de la Novela de la Eterna. Ed. crítica: Ana Cam­­­blong. Madrid: FCE, 1993 (Archivos, 25).
Fernández, Macedonio: Obras completas, II (Epistolario), III (Teorías), IX (Todo y Nada). Buenos Aires: Corregidor, 1976, 1974, 1995.
García, Carlos (1999a): "Borges y Macedonio: Un incidente de 1928": Cuader­nos His­pca­­­noamericanos 585, Madrid, mar. 1999, 59-66.
García, Carlos (1999b): (Notas a Borges 1999, pp. 243-343).
García, Carlos (2000a): El joven Borges, poeta (1919-1930). Buenos Aires: Corregidor, 2000.
García, Carlos (2000b): "Crónica de una amistad": Macedonio Fernández / Jor­­ge Luis Bor­­ges: Correspondencia 1922-1939. Edición y no­tas: Carlos Gar­cía. Buenos Aires: Co­rre­gidor, 2000.
Isaacson, José: Ma­ce­donio Fernández, sus ideas polí­ti­cas y esté­ticas. Buenos Aires: Edi­torial de Belgrano, 1981.



NOTAS
[1] La primer versión de este texto comenzado en 1998 fue publicada en la entretanto fenecida website [www.macedonio-net] el 27-VI-2004. Sin mi permiso fue reproducida en otras dos websites en el año 2007: [www.revistadigitalmacedonio3.blogspot.com] y [www.bibliotecaigno­ria.blog­spot.de/2007/06/ma­cedonio-presidente.html]. Esta versión, que apenas agrega unas pocas precisiones de lenguaje, es de no­viem­bre de 2012.

[2] Ya en el cuarto punto de un “Programa” contenido en un cuaderno inédito de de 1905, Macedonio anota (p. 21): “Pro­pa­ganda y fama de nombre: actitud co­rres­pondiente de hombre cono­ci­do: 10.000 postales y 10.000 libros pequeños para regalar.” (In­for­ma­ción que agradezco a Ana Camblong.)

[3] Nótese que Borges no se atribuye aquí la in­vención del argu­mento de la no­­vela, como lo hiciera en una carta de juventud al pintor mallorquín Jacobo Sureda (reproducida más abajo). El jo­ven Borges tendía, de vez en cuando, a magnifi­car su papel, se­gún muestran varias cartas de la épo­ca. Por lo de­más, no se sabrá, a menos que aparezca el ma­nus­crito, qué quiere decir “en­tre todos”. Imagino que el tema de la novela fue recurrente motivo de charlas y dis­cu­siones, y que Macedonio o alguno de los Dabove fue poniendo por es­crito las evo­lu­ciones que el tema iba tomando.

[4] Compárese con algunos de los objetos de “Tlön, Uqbar, Or­bis Ter­­­tius”, re­la­to que contiene, por lo demás, varios paralelos con la novela planeada a co­mien­zos de los 20 (extraña, por ello, que Borges no mencione allí a Ma­ce­do­nio, aunque sí figuran otras amistades suyas, como Bioy Casares, Alfonso Reyes y Xul Solar). Creo ad­ver­tir en el relato, dicho sea de paso, también dardos contra el mito fundacional erigido por la ge­ne­ración del Cente­nario.

[5] El párrafo cierra con una alusión a la novela de Gilbert Keith Che­s­ter­ton, uno de los autores prefe­ri­dos de Borges.

[6] Es posible que Borges propusiera a Macedonio y a los Da­bove escribir la “no­­­vela fantástica”, pero la campaña electoral fue conce­bida por Ma­ce­do­nio ya en 1920, como men­cioné más arriba, e inicialmente, según sugiere su correspondencia con del Mazo, no como broma.

[7] Ni Borges ni Macedonio sienten aprecio, en esta época, por el bol­che­vismo. Ma­ce­donio lo dice y lo explica en la carta ya citada a Marcelo del Mazo, del 4-IV-20 (OC 2, 163), o en textos contemporáneos sobre el “ma­xi­malismo”, recogidos en el volumen Teorías (OC 3). Borges, por su parte, lo ma­ni­fiesta clara­mente en una carta a Maurice Abramo­wicz del 12-I-20 (Borges 1999, N° 4): “je suis de ton avis en ce qui con­cerne le bolchevisme. C'est une sale ra­caille d'ar­ri­vistes – qui arrive­ront et feront une sa­leté mo­rale et mono­tone de la vie... » (Trad. CG: “Com­parto tu opinión acerca del bol­che­vismo. Es una sucia ca­na­lles­­ca de arribistas – que llegará y hará de la vida una in­mundicia moral y mo­nó­­tona...”). La crítica de Bor­ges no debe ser mal­in­terpre­tada en el sentido de que adjudique inmoralidad a los bolchevistas, sino, según el con­­tex­to, pre­ci­sa­mente lo contra­rio: mo­­ralina. De tenor semejante es la crítica que Bor­­­­ges hace en la mis­ma corres­pon­den­cia sobre Romain Rol­land. Por lo de­más, ante el tras­­fondo de la precaria situación política argentina en 1919-1922 (la Se­mana Trágica, las acti­vidades de la Liga Patriótica Argentina y del ejército, la Gran Colecta Na­cional hecha por la Iglesia Ca­tólica para debilitar las ideo­lo­gías de izquierda que estaban asentándose entre los tra­ba­jadores, las huelgas de mayo-ju­nio de 1921...), no carecía de riesgo es­cri­bir una novela donde aparecie­ran bol­che­­­vi­ques o maximalistas como figuras principales. (Nó­tese, por lo demás, que los “ma­­ximalistas” de 1921 se con­vier­ten, en el recuerdo del Bor­ges de 1960, en “millonarios neu­rasténicos”. La se­­me­­janza entre algunas de sus in­venciones y ciertos objetos de "Tlön" no es pe­que­ña.)

[8] En efecto, la influencia de Ramón en este proyecto de novela es grande. El pocos renglones an­tes mencionado incidente de “las varillas de los tranvías donde se agarra la gente”, por ejemplo, procede en línea directa de su pluma: cf. “Dispa­ra­tes: La varilla del tranvía”: Ultra 5, Madrid, 17-III-21.

[9] La misiva carece de fecha, pero menciona al final una dirección de Macedonio: Ri­va­davia 2748. Se trata de una pensión en la cual éste vivió entre marzo de 1922 y febrero de 1923 (teléfono: UT 2125 Mitre), según surge de un cuaderno inédito de 1922-1925.

[10] Merecería un estudio aparte la concepción carnava­les­ca de la po­­lítica que Macedonio profesa y practica entre 1920 y 1928 aproxima­da­men­te. En este sentido, son insufi­cien­tes los úni­cos dos trabajos que se ocu­pan (a pe­sar de los títulos, de manera muy peri­fé­ri­ca y defectuosa) del tema: Enrique Fernández La­tour (1966; 1980; 1999) y José Isaacson (1981). Si bien debe pen­sar­­se el ries­­­­goso contexto político en que ambos libros apare­cie­ron, no todos sus de­fec­tos pueden imputarse a ello.

[11] Según mostré en mi edición de la correspondencia Macedonio / Borges (García 2000, 53), la persona real detrás de la figura de Isolina se llamaba Celina Cantreva o Kantreva.

[12] No imagino, por lo demás, quién habría sido su candidato a la vicepresidencia. En cuan­­­to a las elecciones de ambos años, cf. La Nación 22-IV-89, sección 4ª, 10: "Las elec­­ciones pre­sidenciales. Votación de los colegios electorales 1854-1983". En 1922, los can­di­da­tos eran M. T. de Alvear, N. Piñero, N. Repetto, C. Ibar­guren, M. Laurencena, R. Núñez y J. A. Correa; en 1928: Yrigoyen, L. Melo, N. Ma­tien­zo.