Por Carlos
García (Hamburg)
[carlos.garcia-hh@t-online.de]
Según quiere la
leyenda, Macedonio se propuso alguna vez ser presidente de la república.
Mucho se ha cavilado acerca del género de su proyecto, y se ha afirmado o
puesto en duda, con idéntico fervor, que la sonada "campaña presidencial"
fuera seria. Asimismo, se confunden, a mi manera de ver, sucesos de hacia
1920-1922 con otros de 1926-1928. La siguiente glosa desea aportar algo de
luz al asunto.
Por lo pronto, se
plantea la pregunta acerca de cuándo tuvo lugar la campaña – si es que lo tuvo.
Todos los
testimonios que se ocupan de la supuesta campaña presidencial de Macedonio
adolecen de vaguedad; algunos pretenden evadir esta mácula esencial, y adosan
las fechas 1926 y/o 1927.
En el origen de la
más difundida versión de la leyenda, según la cual Macedonio se propuso ser votado
presidente en las elecciones de 1928, están, aunque en muy diversa medida,
Borges y Enrique Fernández Latour. El confuso artículo Fernández Latour,
surgido en 1966 (y reeditado en 1980 y en 1999; mis citas refieren a la edición
de 1980), reclama, sin embargo, numerosas precisiones.
El primer
testimonio de la infausta serie es un texto redactado por Borges en 1960, que
Fernández Latour tomará más tarde como fuente, no sin cometer algún error de
interpretación, según mostraré más abajo. Dice Borges:
El mecanismo de la fama le interesaba [a MF], no su obtención. Durante un año o dos jugó con el vasto y vago propósito de ser presidente de la República. [...] Lo más necesario (nos repetía) era la difusión del nombre.[2] [...] Macedonio optó por aprovechar su curioso nombre de pila; mi hermana y algunas amigas suyas escribían el nombre de Macedonio en tiras de papel o en tarjetas, que cuidadosamente olvidaban en las confiterías, en los tranvías, en las veredas, en los zaguanes de las casas y en los cinematógrafos. [...] De estas maniobras más o menos imaginarias y cuya ejecución no había que apresurar, porque debíamos proceder con suma cautela, surgió el proyecto de una gran novela fantástica, situada en Buenos Aires, y que empezamos a escribir entre todos.[3] [...] La obra se intitulaba El hombre que será presidente; los personajes de la fábula eran los amigos de Macedonio y en la última página el lector recibiría la revelación que el libro había sido escrito por Macedonio Fernández, el protagonista, y por los hermanos Dabove y por Jorge Luis Borges, que se mató a fines del capítulo noveno, y por Carlos Pérez Ruiz, que tuvo aquella singular aventura con el arco iris, y así de lo demás. En la obra se entretejían dos argumentos: uno, visible, las curiosas gestiones de Macedonio para ser presidente de la República; otro, secreto, la conspiración urdida por una secta de millonarios neurasténicos y tal vez locos, para lograr el mismo fin. Éstos resuelven socavar y minar la resistencia de la gente mediante una serie gradual de invenciones incómodas. La primera (la que nos sugirió la novela) es la de los azucareros automáticos, que, de hecho, impiden endulzar el café. A ésta la siguen otras: la doble lapicera, con una pluma en cada punta, que amenaza pinchar los ojos; las empinadas escaleras en las que no hay dos escalones de la misma altura; el tan recomendado peine-navaja, que nos corta los dedos; los enseres elaborados con dos nuevas materias antagónicas, de suerte que las cosas grandes sean muy livianas y las muy chicas pesadísimas, para burlar nuestra expectativa;[4] la multiplicación de párrafos empastelados en las novelas policiales; la poesía enigmática y la pintura dadaísta o cubista. En el primer capítulo, dedicado casi por entero a la perplejidad y al temor de un joven provinciano ante la doctrina de que no hay yo, y él, por consiguiente, no existe, figura un solo artefacto, el azucarero automático. En el segundo figuran dos, pero de un modo lateral y fugaz; nuestro propósito era presentarlos en proporción creciente. Queríamos también que a medida que se enloquecieran los hechos, el estilo se enloqueciera; para el primer capítulo elegimos el tono conversado de Pío Baroja; el último hubiera correspondido a las páginas más barrocas de Quevedo. Al final el gobierno se viene abajo; Macedonio y Fernández Latour entran en la Casa Rosada, pero ya nada significa nada en ese mundo anárquico. En esta novela inconclusa bien puede haber algún involuntario reflejo del Hombre que fue Jueves.[5] (Borges 1961; 1975: 58-59)
A pesar de su
vaguedad cronológica (casi todo lo que Borges relata sobre Macedonio parece
haber sucedido in illo tempore), del
pasaje anterior surge nítidamente que la campaña presidencial, la difusión
del nombre mediante papeluchos y el surgimiento de la inconclusa e
inédita novela El Hombre que será
Presidente fueron sucesos contemporáneos entre sí.
En efecto,
Macedonio planeaba, ya antes del regreso de Borges a la Argentina en marzo de
1921 (a más tardar desde comienzos de 1920, según muestra su correspondencia
con Marcelo del Mazo, y según sugieren los pocos rastros de su correspondencia
con el padre de Borges), "una serie de publicaciones de exposición de
[su] idea" política (OC 2, 163),
cuyo fin era acceder al poder.
Las únicas
publicaciones de Macedonio en el periodo 1907-1921 (es decir, anteriores
al reencuentro con Borges) son, precisamente, de 1920 (OC 3, 142-146), y se dejan relacionar con ese proyecto de publicación,
que sólo se concretó de manera fragmentaria.
Tanto las
actividades desplegadas por Macedonio a partir de 1920 como el texto de la siguiente
carta de Borges al poeta y pintor mallorquín Jacobo Sureda, del 22-VI-21
(Borges 1999, N° 27; cf. allí mis notas en pp. 312-313), ponen las cosas en
claro:
No sé si te hablé en mi última carta de un tal Macedonio Fernández y de un muchacho Dabove con los cuales proyecto urdir una novela fantástica en colaboración. El argumento, ideado por mí[6] y todavía muy esquemático y fragmentario, trata de los medios empleados por los maximalistas para provocar una neurastenia general en todos los habitantes de Buenos Aires y abrir así camino al bolchevikismo [sic].[7] El título –elegido no por su problemática belleza, sino en vista del público– es: "El Hombre que será Presidente". El medio empleado por los maximalistas es la multiplicación de muchas pequeñas molestias que, insignificantes cada una en sí, carcomerían combinadas los ánimos de todos. Por ejemplo: que los pianos de manubrio no tocasen nunca entera una pieza sinó la cortasen por la mitad; que se llenase la ciudad de objetos inútiles, como barómetros, que se aflojasen las varillas de los tranvías donde se agarra la gente, etc... No hay gran peligro de que escribamos jamás esa novela, pero es un útil campo de batalla para las luchas verbales. A veces me parece irrealizable, otras creo que con tal argumento podríamos arquitectar un lindo desatino, estilo Ramón Gómez de la Serna.[8] ¿Y tú qué opinas? Contesta con "libertad marginal" como me dices en tu última carta. ¿Te parece un disparate máximo, absoluto, sin redención posible?
De la misiva se
desprende claramente que la novela El
Hombre que será Presidente es un proyecto de 1921, y no de hacia 1926-1927,
como erróneamente supone Fernández Latour (1980, 18) – quien, sin embargo, y
para confusión del lector desatento, cree estar en línea con los recuerdos de
Borges cuando los parafrasea (p. 22).
Borges vuelve a aludir
a Macedonio y a la novela en otra carta a Sureda, enviada de Buenos Aires
a St. Blasien (Selva Negra, Alemania), el 29-V-22 (Borges 1999, N° 36):
Esta tarde al volver a casa después de una larguísima conversación con Macedonio Fernández [...] el Hombre que aún quiere ser Presidente [...]
En la misma línea,
y hacia fines de 1922, bajo los efectos de la asunción al poder de Alvear
("article de Paris"),
Santiago Dabove alude en una carta remitida a Macedonio (OC 2, 362)[9] a que éste, luego
de haber “macedonizado” la ciudad, renuncia al sillón más grande de la
Casa Rosada, en obvia relación con el final planeado para la novela escrita
en conjunto. (“Macedonizar” significa aquí, imagino, que el nombre de
Macedonio fue exitosamente difundido mediante el subterfugio de los papeles,
o bien que Macedonio ha tenido éxito en su campaña des-realizadora, en
su afán por suscitar extrañamiento ante las realidades más banales.)
Cuando Borges
remite la arriba citada carta a Sureda, las elecciones ya habían tenido
lugar. Al asumir Alvear el 12-X-22 el cargo de presidente, se desmorona definitivamente
el prosaico plan de Macedonio para acceder al poder, siquiera como consejero
secreto del presidente (OC 2,
163-164; IX: 34; Fernández Latour 1980, 18). A partir de allí, la idea
original dará paso a varios proyectos literarios.[10]
Por cierto, he mostrado
hasta aquí, apenas, que Macedonio consideró en 1920-1921 ser candidato a
presidente hacia 1922; nada he dicho aún acerca de 1926-1927, fecha en la que
podría haber tenido lugar una segunda
campaña con vista a las elecciones de 1928.
Al respecto, puede
aducirse, por un lado, que Macedonio figura en la lista que Crítica publicara el 20-XII-27, según
la cual él y otros jóvenes radicales apoyaban la candidatura de Yrigoyen –
intención que no se compadece con los planes que se le endilgan.
Pero puesto que su
nombre ya no figura en textos similares, publicados a comienzos de 1928,
podría suponerse que la “adhesión” a la candidatura de Yrigoyen que se le
atribuye en el anuncio de Crítica ocurriera,
como a menudo en la época, sin su consentimiento.
Macedonio Fernández |
Nótese, sin
embargo, que el nombre de Macedonio figura en la lista que firma el texto de
apoyo del “Comité Irigoyenista de intelectuales jóvenes” (presidido por
Borges) al “Informe in voce”
pronunciado por Horacio B. Oyhanarte “ante la Cámara Federal con motivo de la
falsificación de libretas de enrolamiento perpetrada por el oficialismo de
Córdoba”, folleto que apareció pocas semanas antes de las elecciones (cf.
Horacio Salas: “Borges Irigoyenista”: Desmemoria
3, Buenos Aires, mayo-junio de 1994, 50-51).
Considérese,
también, que Ulyses Petit de Murat contaba aún en marzo de 1928 con una colaboración
de Macedonio para un libro en apoyo del “Peludo” (OC 2, 357 y 459), en el cual también debía colaborar Borges (cf. la
carta de éste a los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón, sin fecha, pero
de hacia marzo de 1928, reproducida en Clarín,
Buenos Aires, 16-VIII-79).
Fuerza es
reconocer, asimismo, que ninguno de los textos de la época 1926-1928 invocados
por otros comentadores, relacionados con el proyecto de “difusión del nombre”,
establece una conexión expresa con
el tema “campaña presidencial”.
Esa conexión ha
sido más bien inferida (a mi modo de
ver, erróneamente) ante el escenario desplegado por Borges en la indirecta versión de Fernández Latour,
aunque las misivas de 1926-1927 de Macedonio al peruano Alberto Hidalgo o al
mismo Fernández Latour que refieren al proyecto de difusión del nombre
no dicen a qué fin, o mencionan expresamente el tema propaganda para su
Novela (cuya aparición Macedonio suponía inminente), cuando no lo elogian
como fin artístico en sí mismo (así Hidalgo; cf. OC 2, 90; la carta, sin fecha, es del 27-IV-27).
El malentendido se
ve propiciado por el hecho de que Macedonio incluye en su “novela buena”,
el Museo de la Novela de la Eterna,
no sólo la figura del Presidente, sino varios motivos de la obra elaborada
años antes en colaboración con Borges, los hermanos Santiago y Julio César
Dabove, Fernández Latour y Carlos Pérez Ruiz. (En el recuerdo, Fernández Latour
confunde ambas novelas, dando así un involuntario testimonio acerca de la
plausible transformación de un proyecto en otro.)
Gracias a la
afable generosidad del entretanto fallecido Adolfo de Obieta he accedido a algunos
de los sobres y papeles que Macedonio repartiera o hiciera repartir por
sus allegados. También Fernández Latour cita alguno de esos volantes (1980,
18-19). Si bien el corpus es
bastante exiguo, el material permite hacer algunas reflexiones.
Su contenido
permite inferir, por ejemplo, que son de 1926-1927, lo cual parecería ser desfavorable
a mi tesis. Es cierto que varios hablan del Presidente o de la Presidencia,
pero, ¿en qué contexto y de qué forma?
Dos de los textos
aluden al presidente Alvear y a su afán inauguracionista. Otros dos relatan
que el futuro Presidente decretará una prohibición de abandonar Buenos Aires.
Varios prometen dar a quien coleccione los sobres “el número de la próxima
Presidencia”. Y eso es todo. Es decir: nada. Nada en esa hilarante hojarasca
(cuya edición comentada preparo) permite discernir que Macedonio aludiera a
sí mismo como candidato a la presidencia. En ningún momento pide
votos, sino apenas da consejos más o menos abstrusos, se queja de haber
sido un “otario”, de que le fuera mal con “Isolina”, y pide ayuda en la búsqueda
de “Casilda la Cubana”...
Precisamente el
nombre de Isolina remonta el contenido primigenio de los sobres a la época
1921-1922 y al proyecto de las novelas gemelas (Adriana Buenos Aires, originalmente llamada Isolina Buenos Aires, y la que se convertiría en Museo...).[11]
Para finalizar, y
aunque creo prescindible y hasta de mal gusto apelar a fuentes tan prosaicas,
acoto que en ninguna de las dos elecciones en cuestión (1922 y 1928) hubo
en los padrones electorales un candidato oficial llamado Macedonio
Fernández.[12]
Ello aboga a fortiori por la hipótesis de que éste,
hacia 1921-1922, había abandonado definitivamente la idea de 1920 de acceder
al poder (siquiera como consejero), pero que descubrió las ventajas y posibilidades
literarias de denotar algo hablando
de sí como candidato o como Presidente. Pero esto es ya materia para otro
trabajo.
Carlos García
(Hamburg, 1998-2003 / 2012)
Bibliografía
Borges, Jorge Luis (1961): Macedonio Fernández. Selección y prólogo: J. L. Borges. Buenos Aires:
Ediciones Culturales Argentinas, 1961.
Borges, Jorge Luis (1975): Prólogos; con un prólogo de prólogos. Buenos Aires: Torres Agüero,
1975.
Borges, Jorge Luis
(1999): Cartas del fervor. Correspondencia
con Maurice Abramowicz y Jacobo Sureda (1919-1928). Prólogo: Joaquín
Marco. Datación y Notas: Carlos García (pp. 243-343). Barcelona: Galaxia
Gutenberg / Círculo de Lectores / Emecé, 1999.
Fernández Latour,
Enrique (1966): "Macedonio Fernández, candidato a presidente": La Prensa, 9-I-66; Macedonio Fernández, candidato a presidente y otros escritos. Carta-prólogo:
Jorge Luis Borges. Buenos Aires: Agón, 1980 (pp. 17-23). Reimpresión: 1999.
Fernández,
Macedonio: Museo de la Novela de la
Eterna. Ed. crítica: Ana Camblong. Madrid: FCE, 1993 (Archivos, 25).
Fernández,
Macedonio: Obras completas, II (Epistolario), III (Teorías), IX (Todo y Nada).
Buenos Aires: Corregidor, 1976, 1974, 1995.
García, Carlos (1999a):
"Borges y Macedonio: Un incidente de 1928": Cuadernos Hispcanoamericanos 585, Madrid, mar. 1999, 59-66.
García, Carlos (1999b): (Notas
a Borges 1999, pp. 243-343).
García, Carlos (2000a): El joven Borges, poeta (1919-1930). Buenos Aires:
Corregidor, 2000.
García, Carlos (2000b):
"Crónica de una amistad": Macedonio Fernández / Jorge Luis Borges:
Correspondencia 1922-1939. Edición y
notas: Carlos García. Buenos Aires: Corregidor, 2000.
Isaacson, José: Macedonio Fernández, sus ideas políticas
y estéticas. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1981.
NOTAS
[1] La
primer versión de este texto comenzado en 1998 fue publicada en la entretanto
fenecida website [www.macedonio-net] el 27-VI-2004. Sin mi permiso fue
reproducida en otras dos websites en el año 2007: [www.revistadigitalmacedonio3.blogspot.com]
y [www.bibliotecaignoria.blogspot.de/2007/06/macedonio-presidente.html].
Esta versión, que apenas agrega unas pocas precisiones de lenguaje, es de noviembre
de 2012.
[2] Ya en el
cuarto punto de un “Programa” contenido en un cuaderno inédito de de 1905,
Macedonio anota (p. 21): “Propaganda y fama de nombre: actitud correspondiente
de hombre conocido: 10.000 postales y 10.000 libros pequeños para regalar.”
(Información que agradezco a Ana Camblong.)
[3] Nótese que
Borges no se atribuye aquí la invención del argumento de la novela, como lo
hiciera en una carta de juventud al pintor mallorquín Jacobo Sureda
(reproducida más abajo). El joven Borges tendía, de vez en cuando, a magnificar
su papel, según muestran varias cartas de la época. Por lo demás, no se
sabrá, a menos que aparezca el manuscrito, qué quiere decir “entre todos”.
Imagino que el tema de la novela fue recurrente motivo de charlas y discusiones,
y que Macedonio o alguno de los Dabove fue poniendo por escrito las evoluciones
que el tema iba tomando.
[4] Compárese
con algunos de los objetos de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, relato que
contiene, por lo demás, varios paralelos con la novela planeada a comienzos
de los 20 (extraña, por ello, que Borges no mencione allí a Macedonio,
aunque sí figuran otras amistades suyas, como Bioy Casares, Alfonso Reyes y
Xul Solar). Creo advertir en el relato, dicho sea de paso, también dardos
contra el mito fundacional erigido por la generación del Centenario.
[5] El párrafo
cierra con una alusión a la novela de Gilbert Keith Chesterton, uno de los
autores preferidos de Borges.
[6] Es posible
que Borges propusiera a Macedonio y a los Dabove escribir la “novela fantástica”,
pero la campaña electoral fue concebida por Macedonio ya en 1920, como mencioné
más arriba, e inicialmente, según sugiere su correspondencia con del Mazo, no
como broma.
[7] Ni Borges
ni Macedonio sienten aprecio, en esta época, por el bolchevismo. Macedonio
lo dice y lo explica en la carta ya citada a Marcelo del Mazo, del 4-IV-20 (OC 2, 163), o en textos contemporáneos
sobre el “maximalismo”, recogidos en el volumen Teorías (OC 3). Borges,
por su parte, lo manifiesta claramente en una carta a Maurice Abramowicz del
12-I-20 (Borges 1999, N° 4): “je suis de ton avis en ce qui concerne le
bolchevisme. C'est une sale racaille d'arrivistes – qui arriveront
et feront une saleté morale et monotone de la vie... » (Trad. CG: “Comparto
tu opinión acerca del bolchevismo. Es una sucia canallesca de arribistas
– que llegará y hará de la vida una inmundicia moral y monótona...”). La
crítica de Borges no debe ser malinterpretada en el sentido de que
adjudique inmoralidad a los bolchevistas, sino, según el contexto, precisamente
lo contrario: moralina. De tenor semejante es la crítica que Borges
hace en la misma correspondencia sobre Romain Rolland. Por lo demás, ante
el trasfondo de la precaria situación política argentina en 1919-1922 (la Semana
Trágica, las actividades de la Liga Patriótica Argentina y del ejército, la
Gran Colecta Nacional hecha por la Iglesia Católica para debilitar las ideologías
de izquierda que estaban asentándose entre los trabajadores, las huelgas de
mayo-junio de 1921...), no carecía de riesgo escribir una novela donde
aparecieran bolcheviques o maximalistas como figuras principales. (Nótese,
por lo demás, que los “maximalistas” de 1921 se convierten, en el recuerdo
del Borges de 1960, en “millonarios neurasténicos”. La semejanza entre
algunas de sus invenciones y ciertos objetos de "Tlön" no es pequeña.)
[8] En efecto,
la influencia de Ramón en este proyecto de novela es grande. El pocos renglones
antes mencionado incidente de “las varillas de los tranvías donde se agarra la
gente”, por ejemplo, procede en línea directa de su pluma: cf. “Disparates:
La varilla del tranvía”: Ultra 5,
Madrid, 17-III-21.
[9] La misiva
carece de fecha, pero menciona al final una dirección de Macedonio: Rivadavia
2748. Se trata de una pensión en la cual éste vivió entre marzo de 1922 y
febrero de 1923 (teléfono: UT 2125 Mitre), según surge de un cuaderno inédito
de 1922-1925.
[10] Merecería
un estudio aparte la concepción carnavalesca de la política que Macedonio
profesa y practica entre 1920 y 1928 aproximadamente. En este sentido, son
insuficientes los únicos dos trabajos que se ocupan (a pesar de los
títulos, de manera muy periférica y defectuosa) del tema: Enrique Fernández
Latour (1966; 1980; 1999) y José Isaacson (1981). Si bien debe pensarse el
riesgoso contexto político en que ambos libros aparecieron, no todos sus
defectos pueden imputarse a ello.
[11] Según
mostré en mi edición de la correspondencia Macedonio / Borges (García 2000, 53),
la persona real detrás de la figura de Isolina se llamaba Celina Cantreva o
Kantreva.
[12] No imagino,
por lo demás, quién habría sido su candidato a la vicepresidencia. En cuanto
a las elecciones de ambos años, cf. La
Nación 22-IV-89, sección 4ª, 10: "Las elecciones presidenciales.
Votación de los colegios electorales 1854-1983". En 1922, los candidatos
eran M. T. de Alvear, N. Piñero, N. Repetto, C. Ibarguren, M. Laurencena, R.
Núñez y J. A. Correa; en 1928: Yrigoyen, L. Melo, N. Matienzo.