domingo, 7 de abril de 2013

La conferencia de García Lorca sobre Góngora (1927). Introducción filológica.


Carlos García (Hamburg) / carlos.garcia-hh@t-online.de



El texto de la conferencia de Lorca titulada “La imagen poética de Don Luis de Góngora” es un temprano, pero acabado ejemplo de crítica literaria y doctrina estética.

En mi libro Federico García Lorca / Guillermo de Torre. Correspondencia y amistad (Madrid / Frankfurt am Main: Iberoamericana / Vervuert, 2009) tuve oportunidad de reproducir por primera vez el contenido del manuscrito original y de lograr aclarar algunas lecturas de pasajes que habían padecido corrupción debido a la manera en que el texto fue transmitido.

Reproduzco aquí, con los cambios que exige el diferente contexto, las páginas 134-146 de mi libro, que contienen la introducción filológica al texto de Lorca (subsano, de paso, un error cometido por ligereza en p. 138 de mi libro, en relación con la edición de Maurer).

De la conferencia que nos ocupa hubo diferentes versiones, surgidas en­tre fines de 1925 y comienzos de 1930; sus primeras publicaciones tuvieron lugar entre 1926 y 1938 (esta última a cargo de Guillermo de To­rre, en el mar­co de las primeras Obras Com­ple­tas de Lorca apa­re­ci­das en Buenos Aires, en Editorial Losada).

Cito la “Nota textual” que Christo­pher Maurer ante­puso a su edición del ma­nuscrito C, la versión de 1930 (Con­ferencias I, 87-89), ya que tiene la virtud de ofrecer un buen panorama del estado de la cuestión:
Al publicar esta conferencia, escrita en 1925-26, incorporamos por prime­ra vez las revisiones hechas por García Lorca en 1930. En las páginas que siguen se trans­cribe el manuscrito C. Otra versión de la conferencia (R), publicada en la revista madrileña Residencia en 1932, se reproduce como apéndice en el se­gundo tomo de este libro [II, 127-154].

Manuscritos

P: Borrador primitivo, autógrafo, hoy perdido. Una hoja se re­pro­duce en fac­­­símil en Gregorio Prieto, Lorca en color, Editora Na­cional, Madrid, 1969, 150. Aunque P es anterior a G, esta repro­duc­ción fue utilizada por A. del Hoyo para “corregir” la versión OC (véase II, pp. 1551).

M : Hoja autógrafa, archivo de la familia García Lorca. Posible­mente formó parte de P. Está numerada 21 (?) [...].
G : Copia a carbón de 29 hojas mecanografiadas, archivo de Jor­ge Guillén. Es el manuscrito que FGL envió a Guillén entre el 2 de mayo [léa­se: “marzo”] y el 23 de mayo de 1926. En la primera hoja, sin numerar, apa­rece el título “La imajen [sic] poética en Don Luis de Góngora”. La se­gunda hoja (también sin nu­merar) lleva la entradilla “Confe­ren­cia dada por Federico García Lorca el día 13 de febrero de 1926”. Las hojas restantes están numeradas del 1 al 2[7] y con­tie­nen todo el texto de la conferencia, excepto la intro­duc­­ción. La pá­gina 1 co­mienza con la frase “Dos grupos de poetas luchan en la his­toria de la lírica de España”. Hay alguna co­rrec­ción autógrafa.

C : Es el original mecanografiado de la copia a carbón G. Archivo de la fa­mi­­lia García Lorca. Faltan las dos primeras hojas de G. Con­tiene múl­ti­ples co­rrec­­ciones a mano de FGL, hechas probable­mente en enero, fe­brero o marzo de 1930. Se guardan, con las 27 hojas a má­quina, dos ho­jas autógrafas que con­tienen la nueva introducción.

B: Manuscrito, hoy perdido, utilizado por los editores de Resi­den­cia en 1932. Debe formar parte de la serie G-C, con correc­ciones autógrafas: la edición de Residencia reproduce muchos de los erro­res del copista de G, pero a la vez introduce gran número de cambios que sólo el autor po­dría haber hecho.

T : Manuscrito, hoy perdido, enviado a Guillermo de Torre en 1926 [...]. Es, pro­bablemente, otra copia de la serie G-C. /89/

La lista de Maurer puede ser actualizada ahora en base a datos surgidos con posterioridad a su edición.

Comienzo con T. En propiedad, no se trata de un manuscrito, sino de un texto mecanografiado por otra persona y corregido por Lorca. Tam­poco se ha per­dido; figura ahora en mi libro, pp. 215-247. Consta de 3 pá­ginas de tí­tulos sin numerar, y de 28 pá­ginas numeradas de [1] a 28.

En contra de lo que supone Maurer, este “ma­nuscrito” no forma parte de la serie G-C: la transcripción a má­quina fue hecha más tarde, quizás por la mis­ma persona y en base al mismo original, pero con otra repartición del texto en cada página.

Esta copia mecanografiada con correcciones autógrafas fue envia­da por Lorca con una carta a To­rre del 5-XI-26 (pp. 213-247 de mi libro). Según declaración de Lorca en esa misiva, hizo confeccionar esta co­­pia expre­samente para Torre (no queda claro si se hicieron más ejemplares en la mis­ma oportunidad, pero es de suponer que así fuera).

Torre men­ciona por primera vez este texto en “Gón­go­ra entre dos cen­te­na­rios, 1927-1961” en Cua­der­nos Ame­­ri­canos XXI.3, 1962, 229, ensayo incluido luego en La difícil uni­ver­sa­lidad es­pa­ñola. Ma­drid: Gredos, 1965. 

Con­­jeturo que Torre recuperó el texto de Lorca en 1947, cuan­do tras va­rios in­ten­­tos frustrados, finalmente le fue re­mi­tido su ar­chi­vo desde Ma­drid, por lo cual no pudo ser tenido en cuenta antes, al mo­mento de re­co­pilar las Obras Com­­­pletas.

Sobre el texto G debe agregarse que no figura hoy en el archivo de Jor­ge Guillén; ignoro su paradero actual.

En cuanto a M, Maurer supone que esta hoja formara parte de P y lee su nu­me­ra­ción “21 (?)”.

En apoyo de esa hipótesis podría de­cirse que esa página parece haber estado numerada primero “20”, y que la cifra fue luego trans­for­ma­da en “21”.

En el Archivo de la Fun­dación FGL, sin embargo, se la trata como si per­te­ne­ciera a la ver­sión C. A pesar de que la hoja no parece tener las mismas dobladu­ras que las dos anteriores, puede aducirse en apoyo de esta hipó­te­sis lo que dice Paepe en su Catálogo general de los fondos do­cumentales de la Fundación Federico García Lorca (III, 56, N° 69) al des­cribir los agre­ga­dos ma­nus­critos en C: “la hoja numerada 26 co­rres­pon­de a la lla­mada nú­mero 26 en la hoja 25 del mismo ma­nuscrito”. En efec­to, en C 25, una nota al mar­gen derecho del cuarto ren­glón trae ex­tem­poráneamente la cifra “26” en el siguiente con­texto (reproduzco los agregados de Lorca entre <...>):
El verso corto puede ser alado. El verso largo tiene que ser claro, <26> construído, con peso. Recordemos el siglo XIX. Verlaine, Bécquer. En cam­bio, ya Bau­­de­laire <y Espronceda> usa<n> verso largo, porque es un <son> poeta<s> preo­­cupado<s> de la for­ma.
He aquí la trans­crip­ción de esa página “26” (difiere de la de Maurer, por­que éste obvia, para facilitar la lectura, algunos de­talles meno­res, aquí es­crupulosamente respetados):
Los ene­mi­gos Garcilasso en la época de la lucha de castellanistas con ita­lia­nistas que es la lucha del verso corto con el largo atacan la oscu­ridad G del príncipe de nues­tra lírica. Es Cristóbal del Cas­ti­llejo quien dice así en una preciosa burla de de sus contrarios:
                                          Nuestra lengua es muy devota
                                          de la clara brevedad
                                          y esta trova a la verdad
                                          Por el contrario denota
                                          oscura prolijidad.
El verso de Castillejo procede de “Reprensión contra los poetas es­pa­ñoles que escriben en verso italiano”, y corresponde por su tema, como postula Paepe, al pasaje de página “25” de C, que se ocupa del verso corto y el largo.

El texto que Maurer denomina P tampoco se ha perdido: se con­ser­va ahora en el Archivo de la Fundación FGL, y puede ser descrito así:
P : “La imajen poética de Góngora” [sic]: Manuscrito fechado el 15-II-26, dedicado a Fernán Gómez: 32 pági­nas, numeradas 1-12, 12 bis, 12 tris, 12 quis, 13-29 (comienza: “Dos grupos de poetas”; termina: “Febo ha visto”), más una página con letra de Enrique Gómez Arboleya que con­tiene el siguiente texto: “Con­ferencia da­da por Federico García Lorca el día 13 de Febrero - 1926 sobre el tema ‘La imagen poé­tica en D. Luis de Gón­gora’ (6 copias)”. [Que la letra final es de Gómez Arboleya se des­prende de una com­pa­ra­ción con la carta que éste remitió a Torre en 1926, también reproducida en mi libro.]
El manuscrito fue donado en 1987 por Enrique Gómez Arboleya a la Fun­dación FGL (Granada). 

Al editar póstumamente textos de los cuales sobreviven varias ver­sio­nes, ha devenido en los últimos tiempos usual elegir la última versión revisada por el autor, y tomarla como base de ediciones, tan­to crí­ticas como, con retraso, comerciales. Se aplica así un prin­cipio que un espe­cialista ha descrito de la siguiente manera (G. Tavani: “Metodología y práctica de la edición crítica de textos contemporáneos”: Amos Segala, ed.: Littérature Latino-Américaine et des Caraibes du XXe siècle. Théo­rie et Pratique de l’Édition Critique. Roma: Bulzoni, 1986, 67; citado por Ana Cam­blong, ed.: Macedonio Fernández: Museo de la Novela de la Eterna. Madrid: ALLCA, 1993, LXXVI):
entre los textos revisados por el autor, es el texto más reciente el que debe considerarse como la expresión de su última y definitiva voluntad. Y la última vo­luntad del autor es la única que el editor está autorizado a tomar como texto-base de la edición crítica.
Por mi parte, considero que cada versión es autónoma, y que cual­quiera de ellas vale, intrínsecamente, tanto como cualquier otra.

Coincido en este punto con Christopher Maurer, quien en p. 13 de su in­troducción a las Conferencias de Lorca afirma: “ninguna de las ver­siones que publico puede considerarse como la versión final y defi­ni­ti­va”.

Ello es especialmente correcto, como se verá, en relación con las dife­rentes versiones de este texto; propongo, por ello, dar un paso adelante, retor­nan­do a la fuente, es decir, al testimonio más antiguo conservado.

Se verá así que no sólo accederemos a un bello e inteligente texto, sino que además es el único modo en que pueden salvarse escollos y oscuri­dades de versiones pos­teriores, lo cual, a su vez, hará mayor justicia poética al autor.

Como quizás advirtiera el atento lector, el manuscrito P arriba descrito con­tiene dos peculiaridades.

Por un lado, está fechado dos días después de que Lorca diese su con­­­­fe­ren­cia el día 13. Es de presumir, por ello, que Lorca corrigió el ori­ginal previo in­tro­duciendo cambios aconsejados por la práctica, tras la ex­periencia de haber leído su texto ante público.

(El manuscrito ostenta diversas clases de cam­bios: co­rrec­­cio­nes, eli­mi­na­­ciones y agregados. Se advierten tam­bién dife­ren­tes uten­­­si­lios de es­critura, de modo que puede ase­gu­rarse que fue es­crito en dos o más mo­­mentos dife­­ren­tes.)

Por otro lado, encontramos ya en este primer testimonio una duali­dad que acom­pañará por decenios a este trabajo, de cuyo título hay dos tra­di­ciones paralelas en los soportes impresos: “La imagen poé­tica de Don Luis de Góngora” y “La ima­gen poética en Don Luis de Góngora”.

(La dualidad entre “ima­jen” / “imagen”pro­­­vie­ne de Lorca mis­mo, quien uti­­li­­zaba ambas formas de es­cri­tu­ra.)

En base a este manuscrito puede de­ci­dirse sin lugar a dudas que la lectura correcta es “La imagen poé­tica de Don Luis de Góngora”. El erróneo título con “en” fue introducido por quien mecano­gra­­fiara las co­pias.

También pue­de de­ci­dirse que el “Don” debe ir con ma­yús­cula, pues esa es la forma en que Lorca lo hace en la mayor parte de los ca­sos, si bien no en todos.

Pero estos detalles son nimios si concentramos la mirada en otros, de más graves consecuencias.

Antes de pasar a estudiarlas, conviene repasar la lista de pu­bli­ca­ciones de este texto de las cuales se dispone. Recurro una vez más al servicial resumen de Maurer:
B. Ediciones



V : “En torno a Góngora”, La Verdad, suplemento literario. Año IV, núm. 52, Murcia, 23 de mayo de 1926, p. 1. Contiene las secciones sobre la cacería de imágenes [“La inspiración poética”] y sobre la muerte de Gón­gora. Sigue el ms. G.

VP: “En torno a Góngora” [II], Verso y prosa. Boletín de la joven lite­ra­tura, año I, núm. 6, Murcia, junio de 1927, p. 3. Breve fragmento que sigue el ms. G.

R: “La imagen poética de Don Luis de Góngora”, Residencia, vol. III., núm. 4, Madrid, octubre de 1932, pp. 94-103. Una nota preli­minar señala ciertas “re­ser­vas” del autor (véase t. II, p. 127 arriba). Contiene toda la conferencia.

CC : “La imagen poética de Don Luis De Góngora”, Cursos y confe­ren­cias, vol. X, núm. 8, Buenos Aires, noviembre de 1936, pp. 715-713 [CG: la re­fe­rencia correcta es: V.8, 785-813]. Sigue R.

L         :“La imagen poética en Don Luis de Góngora”, en FGL, Obras com­ple­tas, Losada, Buenos Aires, 1942, vol. VII, pp. 85-115. Sigue CC-R. [CG: Ignoro por qué se afirma que sigue a CC y R; en ese caso, habría que explicar el cambio en el título, de “de” a “en”.]

OC : “La imagen poética de Don Luis de Góngora”, en FGL, Obras com­­­­­ple­tas, Aguilar, Madrid, 1953, y ediciones siguientes, pp. 1031-1055 en la 21ª edi­ción (1980). Sigue R-L y utiliza el fragmento ma­nus­crito P.

Como queda dicho, el texto que aparece en las Obras completas (Aguilar) sigue la editio princeps (R) de 1932. Para fijar el texto de R, tendríamos que examinar el manuscrito B. Es, probablemente otra copia de la serie G-T-C,[1] pero con una serie de correcciones autógrafas, hechas quizás en 1927 antes de leer la conferencia en Madrid. Es extraño que Lorca dejara publicar la con­ferencia en Residencia en 1932 sin haber incor­po­rado sus propias revi­sio­nes de dos años antes. ¿Es que con­sideraba que la versión primitiva era su­perior a la de 1930? Lo más probable es que su decisión se de­biera a razones cir­cuns­tanciales.
Como se ve, hay en total tres clases de soportes de los diversos origina­les: manuscritos, versio­nes de alguno de ellos mecano­gra­fiadas por otra per­sona y con correcciones manuscritas de Lorca, y ediciones parciales o to­tales, que se basan en alguno de los textos anteriores.

Para despejar el panorama, dejaremos inmediatamente de lado las ver­siones parciales publicadas en la década del veinte, V y VP. Su historia es clara: ambos fragmentos fueron pre­parados por Jorge Guillén en base a la copia mecanografiada que le remitió Lorca (G en la deno­mi­na­ción de Mauer). Si acaso, sólo tienen valor circuns­tancial, no sus­tantivo.

Tras el listado de las versiones existentes, podemos proceder a su so­mera com­pa­ración.

Los problemas que he descubierto al comparar el manuscrito pri­mi­tivo (P) con las versiones publicadas surgen debido a que los edi­to­res se ba­saron en alguna de las copias mecanografiadas que Lorca corrigiera (incluida alguna que no ha llegado a nosotros, como la que sirvió de ba­se a la publicación en Residencia en 1932).

Al hacerlo así, no se consideró una fuente de error: en algunas de esas co­pias arriba mencionadas, Lorca, que no tenía su ma­nus­crito a ma­no, fue ha­ciendo correcciones y agregados ad hoc, que no siem­pre respe­ta­ban las ideas primigenias. Lorca mejoraba mera­mente el texto que tenía de­lante suyo, no su original, sin tener en cuenta (pro­bable­mente sin si­quiera re­cordar) cuál había sido su intención primi­genia.

Veamos un ejemplo. En C 7, el texto mecanografiado dice: “La metáfora es un cambio de trajes finos u oficios entre objetos o ideas de la Na­tu­raleza”.

Lorca corrige cambiando “finos” en “fines”. En ediciones posteriores, ya sin su influjo, se agregará una coma: “un cambio de trajes, fines u oficios”, fijando así una lectura tardía de Lorca, que quizás fuera un error suyo, sur­gido por ligereza, al corregir a vuelapluma.

En T 8, el término permanece inal­te­rado. Si para dirimir el caso acu­di­mos al manuscrito (P 9), encontramos una situación problemá­tica, por­que la des­mañada letra de Lorca no permite discernir si dice “fines” o “finos”. Es decir, el editor debe deci­dir. Yo leo “trajes fi­nos u ofi­cios”, y no “tra­jes, fines u oficios”.

Un mejor y más claro ejemplo de problemas textuales que no he visto tematizado hasta hoy es el siguiente.

En P 1 figura un pasaje que ha causado dolor de cabeza a to­dos los edi­tores, aunque no veo que alguno lo confesara (reproduzco las tacha­du­ras y los <agregados> del original):
Bajo un <aquel húmedo> cielo de oro mini lleno de granadas <azules> fai­sanes miniados, se publican los cancio­neros de Aju­da, de la Vaticana y Co­locci Bran­cuti donde oímos a través de las rimas pro­­ven­za­les del rey don Dionís y de las cultas canciones de amigo o can­tigas de amor se­gu­ra­mente por olvido de las for­mas, tan respetadas en la Edad Media, <y XXX de estos poe­tas cultos> la voz de los tierna voz de los poetas sin nombre, que can­tan en el río o en el encinar del romance un canto <un puro canto> exen­to de gramática.
Se trata de decidir qué término debe reemplazar al signo “XXX”, que es de mi co­secha. Hasta ahora se ha venido leyendo “almas”. El pasaje, pasado en lim­pio, quedaría, en ese caso, así:
Bajo aquel húmedo cielo de oro lleno de azules faisanes miniados, se pu­blican los cancio­neros de Aju­da, de la Vaticana y Colocci Bran­cuti donde oímos a través de las rimas pro­­ven­za­les del rey don Dionís y de las cultas canciones de amigo o can­tigas de amor seguramente por olvido de las formas, tan respeta­das en la Edad Media, y almas de estos poe­tas cultos, la tierna voz de los poe­tas sin nombre, que can­tan un puro canto exen­to de gramática.[2]
En esta lectura, el final del párrafo no parece tener sentido. 

Así debe haberlo visto el mismo Lorca, quien, para subsanar el pro­ble­ma, elimina parte del texto en C 1 (recuérdese que corrige a co­mienzos de 1930 una versión me­ca­no­­­­grafiada por otra per­­sona y, según con­jeturo, sin tener a la vista su original de 1925-1926):
Bajo aquel húmedo cielo de oro lleno de azules faisanes miniados se pu­blican los cancio­neros de Aju­da, de la Vaticana y Colocci Brancuti donde oímos a travéz de las rimas pro­­ven­za­les del rey don Dionís y de las cul­tas canciones de amigo o can­tigas de amor seguramente por olvido de la forma, tan respetada en la Edad Media, y almas de estos poe­tas cultos,<la> tierna voz de los poetas sin nombre, que can­tan un puro canto exen­to de gramática.
Análogamente trabajará en T 1, eliminando las palabras que oscu­re­cen el párrafo (recuérdese, una vez más, que la transcripción mecano­gra­fiada fue hecha por otra persona tiempo atrás):
Bajo aquel húmedo cielo de oro, lleno de azules faisanes miniados se pu­blican los cancio­neros de Aju­da, de la Vaticana y Colocci Brancuti donde oímos a travéz<s> de las rimas pro­­ven­za­les del rey don Dionís y de las cul­tas cancio­nes de amigo o can­tigas de amor, seguramente por olvido de la forma, tan res­petada en la Edad Media y almas de estos poe­tas cultos, la tierna voz de los poetas sin nombre, que can­tan un puro canto exen­to de gramática.
Lorca, que, insisto, no tiene a mano las versiones previas, rehace por se­gun­da vez el pasaje en 1927, en la versión que debe haber ser­vido de fuente a la posterior edición, de 1932, en la revista Resi­dencia (Con­ferencias II, 129):
Bajo aquel húmedo cielo de oro se publican las cancio­nes de Aju­da y de la Vati­cana, donde oímos a través de las rimas pro­­ven­za­les del rey don Dio­nís y de las cultas canciones de amigo o can­tigas de amor segura­men­te por olvido de la forma, tan respetada en la Edad Media, la tierna voz de los poetas sin nombre, que can­tan un puro canto exen­to de gramá­tica.
Es decir, como no tiene el manuscrito ante sus ojos, Lorca intenta una y otra vez co­rregir lo que le suena mal, y termina por resumir el párrafo, tra­tando de eli­mi­nar lo os­curo. De hecho, no lo consigue del todo.

Pero el problema se resuelve, siquiera en parte, si en vez de “al­mas” lee­mos, como creo que en realidad dice el castigado ma­nus­crito, “a través”:
Bajo aquel húmedo cielo de oro lleno de azules faisanes miniados, se pu­blican los cancio­neros de Aju­da, de la Vaticana y Colocci Bran­cuti don­de oímos a través de las rimas pro­­ven­za­les del rey don Dionís y de las cul­tas canciones de amigo o can­tigas de amor seguramente por olvido de las for­mas, tan respeta­das en la Edad Media, y a través de estos poe­tas cul­tos, la tierna voz de los poetas sin nombre, que can­tan un puro canto exen­to de gramática.
En P 15, otro pasaje intrincado del manuscrito reza:
Intuye con claridad que la naturaleza que salió de las manos de dios no es la natu­raleza que debe vivir en los poemas, y con un látigo en la mano no permite el desorden xx xxx ordena <de una manerade una manera><y matiza> sus paisa­jes <analizando sus com­po­nen­tes>. Po­dría­mos decir que pasa a la natu­raleza por la disci­plina del compás musical.
Como los términos “y matiza” no se encuentran por encima de “or­dena”, como es normalmente el caso cuando Lorca agrega algo a un texto ya exis­tente, sino debajo, porque el espacio interlinear so­bre la palabra “ordena” ya estaba ocupado por otro agregado (que fue finalmente ta­chado: “de una manera de una manera” [sic]), el desconcertado copista hace de ello (T 15): “Intuye con claridad que la naturaleza que salió de las manos de Dios no es la naturaleza que debe vivir en los poemas y ordena sus paisajes ana­li­zando sus com­po­nen­tes. Podría­mos decir que pasa a la natu­raleza y ma­tices por la disci­plina del compás musical”.

La segunda frase, con ese “y matices” desplazado, carece de sen­tido. Lorca no lo advierte ni corrige en T, ni será corregido en R ni en su de­rivado CC. En G-C 14 ocurre lo siguiente: “Podría­mos decir que pasa a la natu­raleza y <sus> matices por la disci­pli­na del compás musical”.

Es decir: Lorca ha olvidado que su manuscrito decía claramente “y matiza” (no “matices”); tiene ahora un texto ante sus ojos y lo co­rrige lo me­jor que se le ocurre en ese momento, agregando “sus”. 

Ése es el tex­to que fi­gura ahora en las ediciones modernas. La lec­tura co­rrecta es, empero, la si­guiente, que reubica “y matiza” en el contexto correcto:
Intuye con claridad que la naturaleza que salió de las manos de dios no es la naturaleza que debe vivir en los poemas, y ordena y matiza sus pai­­sa­­­jes analizando sus com­po­nen­tes. Po­dría­mos decir que pasa a la natu­ra­leza por la dis­ci­plina del com­pás musical.
Los utensilios empleados en la escritura, la misma materialidad del ma­nus­crito explica alguna lectura errónea. 

En la página “12 tris”, por ejemplo, Lorca cita el siguiente verso: “Tra­viesos despidiendo moradores”. 

Lorca escribe sin lugar a dudas “Tra­viesos”, pero la pluma se le atasca, y por ello la primera “s” parece una “g”. 

La persona que transcribe el texto a má­quina se deja engañar por el traspiés y escribe “Trasiegos”, error de lectura que se conservará en las co­pias mecanografiadas (G-C y T), indicio que a su vez sugiere que el trans­criptor fuese el mismo en todos los casos, ya que varios de los errores de lectura coinciden en las diferentes trans­crip­ciones, si bien no todos.

Como creo haber mostrado con estos ejemplos (hay otros, que el lector atento descubrirá si compara las versiones conocidas hasta hoy con las que se ofrecen en mi libro, tanto en la parte principal como en el Apén­di­ce), la edición del manuscrito original de la con­ferencia y de la versión mecanografiada corregida por Lorca a fines de 1926 permi­ten fijar un texto más correcto de este esencial trabajo lor­quia­no.


                                                                                                      (Hamburg, 2009-marzo de 2013)

                                                                                   .....




[1] [Nota de CG:] Recuérdese que T no pertenece a la misma serie que G-C.
 
[2] En OCT, 1942, VII, 87, el pasaje reza: “Bajo aquel húmedo cielo de oro se publican los cancio­neros de Aju­da y de la Vaticana, donde oímos a través de las rimas pro­­ven­za­les del rey don Dio­nís y de las cultas canciones de amigo o can­tigas de amor – segura­men­te por olvido de la firma, tan respetada en la Edad Media la tierna voz de los poetas sin nombre, que can­tan un puro canto, exen­to de gramá­tica”. Torre no sigue, en todo caso, CC, que aquí habla de “canciones” (en vez de “cancioneros”) y de “forma” (en vez de “firma”). Puesto que también R habla de “forma”, puede tratarse de un intento de Torre de paliar los problemas que el pasaje suscitaba haciendo coincidir el “olvido de la firma” con los “poetas sin nombre”.